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Opinión 1 de octubre de 2017

Tibio romance con el tiempo como un rayo

por Luis Tarullo

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Y llega la hora del Comité Central Confederal de la CGT, en el que quedará confirmada la “no noticia”, o sea que no se decidirá ningún paro nacional, con el cual se venía amagando tanto en los últimos tiempos.

La posible medida de protesta, en rigor, quedó desactivada en las últimas semanas, después de la reactivación del diálogo entre el gobierno y la CGT en base a promesas y compromisos de concesiones mutuas, canjes tradicionales e ineludibles en todas las administraciones, especialmente cuando las papas queman.

La reunión sindical de los representantes del universo de organizaciones confederadas podría tener momentos ríspidos, pero deberá dejar todo acto de confrontación para después de las elecciones y, más aún, posiblemente para el año que viene, según pronostican algunas voces de Azopardo 802.

También calculan que desde los sectores más radicalizados, como el moyanismo más rancio encarnado en, justamente, Pablo Moyano, podrían pedir ir a la batalla más temprano que tarde, pero consideran que en los hechos esa posibilidad es políticamente casi imposible.

Las reuniones con el gobierno que no se hicieron en el pasado ahora se sucedieron como metralla. A los dos encuentros con el titular de Trabajo, Jorge Triaca Junior, sobrevino uno con autoridades del área de Salud -entre ellas la propia mujer del ministro laboral- para definir la Cobertura Universal de Salud (CUS), un sistema para quienes carecen de ese servicio a través de obras sociales y prepagas.

El nuevo régimen se sustentará con unos ocho mil millones de pesos que integran el paquete de casi 30 mil millones que el gobierno de Mauricio Macri les devolvió -en efectivo y en bonos- a las obras sociales de los sindicatos y que el kirchnerismo les tenía retenidos como elemento de apriete y negociación.

Que ahora es materia de negociación tampoco hay duda, pero al final hubo un resultado, que es la liberación de esos dineros, que en el fondo -o en el principio, mejor dicho- son de los trabajadores afiliados que los aportan mes a mes.

O sea que, en definitiva, hay un camino menos encrespado que permite abrir un paréntesis de tregua.
También el panorama macroeconómico y social está dando unas señales que le ponen freno a los ímpetus sindicales.

Guarismos sobre el aumento de la actividad; el achatamiento de la inflación; la aún modesta pero baja, al fin, de la pobreza, son datos que juegan en favor del gobierno y obligan a los sindicalistas a hacer rebajes, cuando hasta hace poco iban acelerando.

Pero en medio de estas nuevas circunstancias, transitorias, por cierto, vuelven a aparecer las recurrentes historias de los gremialistas y la corrupción.

Nuevamente el dirigente de la UOCRA Juan Medina vuelve a ser noticia y, como ya todo el mundo sabe, por estas horas está pasando sus días en prisión, acusado de varios delitos y con su seccional, La Plata, intervenida. No es la primera vez que Medina atraviesa por estos senderos complicados. Ya ocurrió apenas comenzados los 2000, pero se recompuso y continuó en el poder, con su particular estilo y sus mañas.

La UOCRA nacional, liderada por Gerardo Martínez, salió a reivindicar la “institucionalidad bajo el mandato de la ley, sin convalidar prácticas que no honren el legítimo e idóneo ejercicio de la función sindical”, entre otros conceptos vertidos a través de un solo formal comunicado/solicitada.

Aunque el ministro Triaca Junior destacó que no hubo sindicalistas que avalaron a Medina, hay que aclarar que tampoco hubo colegas del gremialista que lo hayan repudiado y mucho menos empresarios a los que, según las denuncias, extorsionaba.

En medio de esta rediviva historia, volvió a tallar la palabra “mafia”, incluso en boca del presidente Macri, aunque ahora con más cautela, seguramente para no alterar ánimos ni agitar fantasmas.

Sobre todo cuando, justamente en primavera, se renuevan tibiamente los romances y hay que estar preparados y en sintonía para nuevas discusiones por temas sensibles como las reformas laboral y tributaria y los planes para avanzar contra el trabajo en negro.

Y otro punto que de a poquito irá apareciendo en el horizonte: los salarios. Pasarán las elecciones, se conformará el nuevo Congreso y ahí nomás, cuando empiece a despuntar la inflación anual, algunos comenzarán a batir el parche sobre las próximas paritarias. ¿Qué es muy temprano? Jamás. Sobre todo cuando los bolsillos queden flacos después de las Fiestas y de las vacaciones. Además, porque en la Argentina de estas épocas el tiempo pasa veloz como un rayo. Y el que se demora puede quedar fulminado.

DyN.