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Arte y Espectáculos 17 de marzo de 2017

“Volodia”, de las marplatenses Jarmoluk, cierra la muestra Pantalla Pinamar

Un filme "incómodo", describen las realizadoras, que muestra siete años en la vida de Vladimir, un ruso que quedó varado en Buenos Aires tras el quiebre de URSS.

El filme “Volodia”, de las directoras de cine marplatenses Silvana Jarmoluk y Ana María Jarmoluk, es parte de la programación de Pantalla Pinamar, la muestra de cine que se realiza todos los años en la ciudad costera, organizada por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). La película, que se encuadra dentro del género de no ficción, cerrará mañana la muestra costera, junto a documentales terminados y otros que se encuentran en etapa de finalización.

El protagonista de la cinta es Vladimir, alias “Volodia”. Las cineastas siguen de cerca su vida durante siete años, desde que se chocaron con él en Buenos Aires, en las afueras de una iglesia porteña donde yacía junto a otros connacionales.

Inmigrante ruso de los `90, Volodia quedó varado en Buenos Aires como otros rusos llegados tras el desmembramiento de la URSS. Había nacido en Ucrania, estudió en Rusia y residía en Letonia. Tripulante de un buque ruso que nunca pudo volver a zarpar, era una persona instruida y con valores solidarios, destacaron las cineastas. En Argentina se las ingenió cómo pudo para subsistir junto a otros compatriotas que estaban en la misma situación.

Según Ana María, hermana de Silvana, “Volodia muestra verdades incómodas para todos”, desde los diplomáticos a los responsables de velar por la vuelta a su patria. “Encontramos en él la excusa para contar el mundo de una persona que se quedó afuera del sistema, por eso la película pregunta al espectador qué haría yo en el lugar de esa persona”, apunta a LA CAPITAL Silvana, que tiene en su haber la dirección de la recordada película “Pescadores” (2004), un filme sobre el puerto de Mar del Plata.

“La anécdota de por qué (el protagonista) vive en Argentina es secundaria. La película muestra cómo funciona el sistema desde muchos ángulos”, agrega Ana María y señala que hallaron en Vladimir a una persona “noble, que creyó y defendió valores de un mundo que desapareció antes sus ojos”. “Realiza una lucha personal por mantener esos valores”, indica.

A Vladimir se lo ve envejecer en cámara, mientras él ensaya varias maneras de ganarse la vida y recorre ministerios sin que pueda recibir ayuda. Vive en pensiones, en lugares abandonados y hasta incursiona en castings televisivos. “Es un héroe de nuestro tiempo, una persona desclasada que luchó contra esa realidad”.

Las cineastas recordaron las palabras del protagonista. “Creía que junto a los otros rusos (en Argentina) eran como mamuts que se iban a extinguir” en una patria que no era la suya y con el permanente deseo de descansar en paz en sus propias repúblicas.

Ambas hijas de ciudadanos rusos y con una amplia experiencia en el campo fílmico en Buenos Aires, las cineastas lograron empatía con el protagonista a partir de conocer el idioma. Y realizaron con él un trabajo profesional que redundó en una cinta de gran humanismo y múltiples niveles de lectura.

Entre septiembre y octubre se estrenará en el cine Gaumont en Buenos Aires, tiene chances de verse en otros festivales internacionales y es posible que se estrene en Mar del Plata, teniendo en cuenta la ciudadanía de sus dos directoras.