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Opinión 22 de marzo de 2020

Cuidaos

Reflexionando sobre el cuidado en tiempos de pandemia.

por Emiliano Mariscal (*)

 

“En todas formas de accionar sobre el mundo se mezclan poder, saber y afectos”
Gaston Wagner de Sousa Campos

 
Estamos atravesando sin lugar a dudas un momento trascendental de nuestra historia, ante el peligro que entraña la diseminación de una enfermedad viral hemos consensuado aislarnos, protegernos del contagio evitando el contacto entre personas, dado que es ese el modo en que se propaga.

Enfrentamos una situación límite, que nos obliga a tomar acciones que van de alguna manera en contra de cuanto hemos devenido en tanto seres sociales, esa esencia que nos modela y nos constituye, ese progreso que se convierte en una de nuestras principales esperanzas como civilización.

Desde que nacemos aprendemos y aprehendemos en tanto socializamos, adquirimos lenguaje y con ello vamos moldeando nuestro pensar y nuestro actuar. Nacemos sentados sobre hombros de gigantes, la cosmovisión de la que nos hacemos parte posibilita obtener un sinnúmero de informaciones y respuestas de las que nos valemos para continuar el desarrollo espiralado de nuevos saberes y nuevas preguntas.

También la situación que vivimos nos brinda la posibilidad de recuperar algo de aquel germen de pensamiento, partir del otro, nacer la idea y su hermana primera (la acción o praxis) en el bienestar del colectivo, esa entidad abstracta que enseguida puede materializarse en los rostros de seres queridos (bajo amenaza hoy de padecer formas potencialmente graves de esta enfermedad). Pensar en el otro, propiciar la dignidad humana, la honradez, la responsabilidad, la honestidad y laboriosidad como valores en los cuales reflejarnos, procurar el florecimiento de la bondad y solidaridad entre cada ser humano de la tierra.

Emerge en tiempos difíciles la necesidad de refugiarnos allí, en lo mejor de nuestra historia, defender el humanismo desde el cual realizar actos heroicos, haciendo lo que es necesario en cada momento.

Hablamos de cuidados, pensado desde las propuestas conceptuales de E. Merhy: “acción integral, que tiene significados y sentidos volcados hacia la comprensión de la salud como derecho. La acción integral es también entendida como la interrelación de las personas, o sea, la acción integral como efectos y repercusiones de interacciones positivas entre usuarios, profesionales e instituciones”. Entonces comenzamos a sentirnos cuidados cuando vemos acciones concretas, cuando somos convocados a realizar determinados actos en pos del bien común, cuando desde las instancias de toma de decisiones, aquellos en quienes hemos delegado la responsabilidad ejecutiva de nuestro bienestar como sociedad, nos recomiendan, sugieren e indican qué hacer en cada momento. La presencia del estado, de ese ente al cual otorgamos el poder de propiciar la mayor suma de felicidad posible, se hace imprescindible en momentos como estos, en los cuales somos atravesados por temores, incertidumbres, enojos.

No solo se trata de cuidarnos mediante la construcción del mejor consenso posible, también deberá avanzar en otras dimensiones que posibiliten el sostenimiento en el tiempo, a sabiendas que aflorarán tácticas posibles para cada uno de los diferentes cursos que adopte esta situación que afrontamos como humanidad. Cuidarnos desde la protección de aquellas poblaciones que ya sabemos están sometidas a mayores riesgos. Nuevamente E. Merhy y sus tres maletines del arsenal tecnológico del campo de la salud: tecnologías duras (instrumentos y equipamiento), tecnologías duras-blandas (conocimiento) y tecnologías blandas (lo relacional).

El estado y cada uno de nosotros, tenemos que estar pensando el modo de cuidar a todos aquellos que tienen mayor riesgo, dotando de tecnologías duras a las instituciones pertinentes, pero también construyendo estrategias de cuidado desde lo vincular (el vínculo como modo de transferir afecto), desde la posibilidad de interacción con otros ocupados en explicar y también en escuchar. Se sabe, involucrar a aquel que es cuidado, hacerlo sentir parte es el modo de lograr resignificar el cuidado de sí. Deberían proliferar iniciativas y estrategias que posibiliten la llegada de la sociedad en tanto cuidadores, a esas poblaciones hoy más susceptibles de formas graves (on-line, telefónica, msm, whatsapp, etc). El genio colectivo permitirá disímiles modos mediante los cuales hacer llegar el abrazo, la presencia, la escucha a cada uno de los cuidados. No solo en estos días difíciles de asilamiento preventivo estricto y general, sino en posteriores momentos, cuando quizá ya circule el virus y se vuelva imprescindible cuidar a los que mayores riesgos presentan.

Lícito es creer posible la virtud, el acto de hacer pensando en los demás ha sido reiterado en innumerables momentos de la historia de la humanidad, acude a mi memoria aquel Haití posterior al terremoto de 2010, en el cual pude ser testigo (como parte de la Brigada Médica Cubana) de genuinos actos de solidaridad, organización espontánea, acciones colectivas y una bondad sin par aflorando de personas que días atrás lo habían perdido todo. También tantas vivencias en el consultorio médico de la familiar de Santa Clara, Cuba, donde como cosa corriente, unos se preocupaban de todos, donde el sentido de comunidad, la preocupación genuina por el todo y por cada quien convertían a uno en un afortunado testigo y en un obligado actor de futuros actos en los cuales devolver tanto aprendizaje.

Vendrán tiempos de aprender lecciones, de reflexionar en torno a las causas de este suceso que remueve los cimientos de la brutal crisis de civilización en la cual vivimos hace años. Hoy toca pensar en los demás, acatar las indicaciones y cuidarnos unos a los otros.
(*) Emiliano Mariscal es profesor titular de epidemiología en la Escuela Superior de Medicina de la Universidad Nacional de Mar del Plata.