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29-11-2009

Aguas de lastre: el transporte que las plagas utilizan

El líquido que utilizan los buques mercantes para bajar el centro de gravedad de las embarcaciones luego de que estas descargan sus mercancías, es el transporte ideal de las especies invasoras que producen desequilibrios ecológicos.

por Hernán Gabriel Marty

LA PLATA (Corresponsal).- Cada barco que zarpa de un puerto y entra en otros, lleva en su interior lo que se conoce como "aguas de lastre". Este líquido que va dentro del casco de cada embarcación, cumple la función de otorgarle equilibrio a la misma, pero puede ocasionar grandes inconvenientes si se lo descarga en estaciones portuarias diferentes a las que fue introducido.

El problema no lo produce el agua en sí misma, sino los "polizones" que viajan en ella, que al bajar en lares diferentes a los suyos y debido a la increíble capacidad de adaptación de esas especies, comienzan a invadir su nuevo entorno. Esto crea en muchas ocasiones, un desequilibrio ecológico importante, ya que suele ocurrir que en su destino no tienen predadores naturales, y su capacidad reproductiva para incrementar su población de manera exponencial los convierte en una plaga que necesariamente hay que combatir.

El lastre ha servido desde tiempos remotos para mejorar la estabilidad de las embarcaciones, ya que sin el peso de la carga, su centro de gravedad puede quedar por encima de la línea de flotación y hacer que escoren (es decir, que se inclinen hacia un costado). Los primeros materiales usados como lastre fueron piedras, arena y otros objetos pesados, hasta que en el siglo XIX empezó a utilizarse la propia agua del mar.

Una vez descargada la mercancía en puerto, los barcos que debían regresar vacíos navegaban lastrados con agua. Cálculos actuales estiman en más de 13.000 millones de litros el agua lastre que transporta anualmente la flota mercante en todo el mundo, arrastrando consigo piedras, sedimentos y unas 4.000 especies animales y vegetales. En consecuencia, este trasiego se ha convertido en el mayor vector para la transferencia marina de organismos invasores.

Un ejemplo de cómo uno de estos polizones puede complicar el normal funcionamiento del entorno que invaden, se puede encontrar en las playas del Río de La Plata. Allí, un molusco "importado" desde el Lejano Oriente, está complicando el proceso de potabilización de las plantas que proveen agua a los principales centros urbanos de la provincia.

Para ello, especialistas de la Unlp asesoran a organismos públicos, gobiernos y empresas privadas, y realizan las tareas de control sobre una especie de mejillón que se multiplica en forma geométrica en las represas y construcciones levantadas para tratar aguas, que luego serán para consumo de la población.

Dos décadas atrás, un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de La Plata descubrió la presencia de un molusco bivalvo invasor en las costas del Río de la Plata, que hoy se ha transformado en una plaga que causa estragos en las plantas potabilizadoras y centrales hidroeléctricas del Mercosur.

El Grupo de Investigaciones sobre Moluscos Invasores y Plagas de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, comandado por el doctor Gustavo Darrigran, es el único referente del país en esta problemática y hoy se encarga de asesorar a empresas y organismos estatales de diferentes países de la región, que buscan controlar el avance de esta especie invasora.

Mejillón dorado

El Limnoperna fortunei, conocido como mejillón dorado, fue detectado por primera vez en nuestro país por el propio Darrigran en el año 1991. Fue en el Río de la Plata, sobre las playas de Berisso, y por aquel entonces la población era de apenas cuatro individuos por metro cuadrado; hoy, gracias a la ausencia de depredadores naturales y a su particular mecanismo de reproducción, las poblaciones llegan a alcanzar los 150 mil individuos por metro cuadrado.

Si bien desde un principio se desconocía de qué especie de molusco se trataba y cómo había llegado hasta la costa bonaerense, luego de varios meses de investigación e intercambio de información con especialistas de todo el mundo, se pudo determinar que el Limnoperna fortunei logró ingresar a través del agua de lastre de buques comerciales provenientes del sudeste asiático.

El mejillón dorado es una especie de molusco que habita los principales cauces de agua dulce del sudeste asiático, pero a diferencia de las especies que pueblan el Río de la Plata, no vive enterrado bajo la arena sino que se adhiere a las rocas por medio de visos o filamentos de enorme resistencia.

Cuando en su ambiente natural no encuentra rocas, busca fijarse a cualquier superficie dura como troncos, botellas, cascos de embarcaciones y tuberías; incluso otros individuos de su misma población pueden resultar apropiados.

El mayor trastorno que produce esta invasión de moluscos es el fenómeno conocido como macrofouling. Se trata del ensuciamiento o taponamiento de tuberías, sistemas de refrigeración y filtros de centrales hidroeléctricas, industrias y plantas potabilizadoras, que por estar construidas con materiales duros como el hierro o el acero, sirven para que millones de mejillones dorados se adhieran sobre estas superficies, causando la obstrucción de los sistemas e impidiendo así el ingreso de agua.

El primer caso de macrofouling fue detectado en 1994 en la toma de agua de la planta potabilizadora de Punta Lara. Si bien desde aquel entonces los investigadores de la Unlp trabajan para controlar la situación, el problema aún persiste. En un principio se logró combatir la invasión utilizando cloro; sin embargo Darrigran explicó que "gracias a su gran capacidad adaptativa, estos moluscos se han vuelto tan resistentes que, para eliminarlos, sería necesario volcar más cantidad de cloro de lo recomendable, lo que pone en peligro el ecosistema y la salud de la población".

Actualmente, el mecanismo más efectivo para combatir la plaga es el de limpieza y reemplazo de filtros en la toma de agua. Claro que esto implica dejar fuera de servicio la planta potabilizadora y, en consecuencia, interrumpir el suministro de agua para la población.

Los especialistas de la Unlp señalaron que el taponamiento de las tuberías ocasiona pérdidas económicas de cientos de miles de dólares. Dejar fuera de servicio para su limpieza una sola unidad generadora de energía de una central hidroeléctrica puede representar una pérdida de hasta 250 mil dólares por día. Normalmente, estas paradas de mantenimiento suelen tardar entre 3 y 5 días.

Características de un invasor prolífero

El mejillón dorado es oriundo de ríos y arroyos de China y sudeste de Asia. El aspecto y la forma de vida de este bivalvo lo asemejan a los mejillones que viven adheridos en las rocas de las costas marinas. Su transporte desde Asia puede haberse realizado en el estado larval por medio de las embarcaciones comerciales cuyos tanques de agua dulce, usada en los buques como contrapeso, son vaciados en los puertos de destino sin tratamiento biológico adecuado.

Se trataría, entonces, de un animal introducido de manera no intencional en este continente. Tiene hábitos epifaunales, es decir, vive adherido por medio de filamentos a cualquier sustrato duro, ya sea natural, como troncos y vegetación acuática; o artificial, como muelles, espigones, caños, etc.

El mejillón dorado tiene algunas características que convienen resaltar, entre ellas, su gran capacidad de multiplicarse. No tiene competidores ni enemigos en los ambientes americanos en los que ingresó, por lo que, como otras especies exóticas, exhibe el comportamiento de un verdadero invasor.

Medidas de tratamiento y control

En vista de los graves problemas ambientales y sanitarios que pueden derivarse de las aguas de lastre, la Organización Marítima Internacional aconseja una serie de medidas para su tratamiento y control. En concreto, la resolución A.868 (20), aprobada el 27 de noviembre de 1997 como anexo del convenio Marpol, lleva por título Directrices para el control y la gestión de las aguas de lastre de los buques a fin de reducir al mínimo la transferencia de organismos acuáticos perjudiciales y agentes patógenos. El objetivo es lograr que toda la flota mundial esterilice las aguas de lastre en el plazo de unos pocos años. Además, pide a los gobiernos que impulsen medias urgentes para aplicar tales directrices y difundirlas en el sector naviero. Así todos los buques deberían ir provistos de un plan de gestión del agua de lastre específico, incluido en la documentación relativa a sus operaciones.

El tratamiento en sí de las aguas de lastre es un proceso muy variado, tanto por la forma y el lugar donde se realiza, como por el método utilizado. Las aguas podrían tratarse, por ejemplo, en el puerto de destino, aunque dado el enorme tráfico marítimo que surca hoy en día los mares sería inevitable acumular largos turnos de espera. La otra opción, más factible, es un tratamiento individualizado a bordo de cada buque, ya sea durante el trayecto o al llegar a puerto. También es posible que el buque cargue agua de lastre y la suelte simultáneamente mientras navega, para evitar el transporte de organismos lejos de su lugar de captura, lo que se conoce como una operación de tratamiento específico, no constituye una solución al problema.

Dentro ya de los distintos tratamientos que se conocen para esterilizar el agua de mar podemos distinguir tres tipos fundamentales: físicos, mecánicos y químicos. Entre los métodos físicos más utilizados y eficaces se encuentra la radiación ultravioleta, pero tiene el inconveniente de que requiere un tratamiento de tipo mecánico para poder trabajar en óptimas condiciones. Otro método, el tratamiento por calor, aprovecha la energía de las calderas para aumentar la temperatura del agua y producir la muerte de los organismos, aunque requiere un diseño complicado y es menos eficaz que el tratamiento mediante radiación ultravioleta. Por último puede recurrirse al tratamiento por ultrasonidos, aunque está todavía en fase experimental.

En cuanto a los métodos mecánicos, el tratamiento por filtración elimina cualquier sólido u organismo cuyo tamaño supere el poro del filtro, pero permite el paso a los más pequeños, como virus y bacterias, que no son por ello menos importantes. Otro tanto sucede cuando centrifugamos el agua en un hidrociclón: aquellas partículas u organismos con una densidad mayor a la del agua serán arrastrados a la parte externa del dispositivo y resultarán fáciles de eliminar. Pero escaparán los que tengan una densidad similar o menor a la del agua de mar.

La tercera alternativa consiste en los tratamientos químicos, también muy variados. Cabe citar en primer lugar a los productos desinfectantes y biocidas, generalmente oxidantes de la materia orgánica, como, por ejemplo, el cloro que se usa para potabilizar el agua de consumo. Tienen el gran inconveniente de que las aguas así tratadas conservan cierto carácter biocida que podría afectar posteriormente a otras especies. Además, en ocasiones dan lugar a compuestos organoclorados de carácter tóxico y cancerígeno. Por lo tanto, se están investigando otras sustancias con efecto biocida temporal que no pongan en peligro a las demás especies, así como el uso de cobre y otros metales que son tóxicos para los microorganismos. Sin embargo, al no cubrir todas las zonas del tanque de lastre y dejar espacios muertos sin tratar, estos sistemas no son del todo eficaces.

Dentro de este mismo grupo de las medidas químicas se han propuesto otras opciones como el tratamiento con ozono, electrólisis o variaciones en el grado de acidez (pH) del agua, pero se han descartado debido a su alto coste y a que pueden acarrear nuevos problemas ambientales.

La gestión de las aguas de lastre a escala mundial requiere, pues, un método factible y económico, que quizá pueda lograrse combinando un tratamiento mecánico con otro físico, como las radiaciones ultravioleta, y devolver así el equilibrio a los ecosistemas marinos, terriblemente alterados en la actualidad.