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Opinión 2 de abril de 2020

Sobre estadísticas e interpretaciones

Por Andrea Perinetti

Abro los ojos. Afuera llueve, tal como decían los pronósticos (¡justo ahora se vienen a cumplir!). Lo primero que pienso es que aún faltan semanas de encierro. No lo voy a poder soportar ¿Realmente será necesario?¿No tendrá razón T. Friedman,ese periodista norteamericano que escribió en el New York Times? (Infobae 26 de marzo) ¿O ese virólogo nacido en Argentina que siempre trabajó en Francia? (“La histeria interminable”, Infobae 26 de marzo).

Ambos, entre otros estudiosos, plantean la gravedad del daño que causará el congelamiento de la economía en aquellos países que impusieron la cuarentena obligatoria. Sostienen que hubo una priorización incorrecta, y que va a ser peor el remedio que la enfermedad. Que si Italia y España hubieran contado con más personas capacitadas para tratar enfermos graves, más camas, más respiradores y más recursos en general, no habrían habido tantas muertes, poniendo como referencia a Alemania y Francia, entre otros. Porque en Italia y España el desastre que está ocurriendo se podría atribuir principalmente a una insuficiente infraestructura y al envejecimiento poblacional. Nada que ver con Alemania. Goldsmith sostiene que el Coronavirus no es más grave que la influenza, o incluso no mucho más que el resfrío común. Él construyó tasas (¡qué tipo ingenioso!) dividiendo el número de casos sobre toda la población. Y realmente da un número pequeño, bastante menor que 0.

Por suerte a esta altura de mis pensamientos, ya me había despertado casi completamente. Y si bien seguía de mal humor, pude comenzar a pensar mejor, aplicando cierto raciocinio y lo que aprendí como médica y epidemióloga en todos estos años.Ellos están planteando si lo que están haciendo en la mayoría de países europeos, asiáticos y americanos es lo más adecuado. Que tantos países (especialmente los europeos) con un sistema de salud más sólido que el nuestro, con cientos de veces más recursos,expertos epidemiólogos y economistas y luego de grandes debatespudieron haberse apresurado al aplicar la cuarentena obligatoria, incluso asumiendo el grave daño que esto causaría a sus economías.

No puedo evitar pensar en nosotros, que no somos Alemania, ni Francia, ni Italia o España. Que tenemos bastante menos recursos edilicios y de equipamiento (obviamente pensando en todo el país, no sólo en CABA). Que aunque la mayoría de las Universidades son gratuitas, pareciera que el recurso humano no alcanza. Encima tenemos dengue, infartos, ACV, cáncer, lesionados, enfermedades respiratorias, diabetes,cada vez más tuberculosis, que actualmente ocupan la mayor cantidad de recursos en salud(Dirección Nacional de Estadísticas e Información en Salud). Y nite cuento el resto de Latinoamérica. Tantísima más desigualdad social y de acceso a la atención que Europa. Y sigo pensando en la mayor amenaza, más que el Coronavirus, que es el colapso del sistema de salud frente a tal aumento de la demanda. Ahora mismo está desbordado por enfermedades habituales que requieren internación, como las neumonías, infartos, ACV, apendicitis, politraumatismos y complicaciones del embarazo, entre tantas. Porque es cierto que un bajo porcentaje de personas que seinfectan por Coronavirus necesitan internarse (18-20% según estimaciones del Ministerio de Salud de la Nación y el Imperial College London), pero si se contagian miles y miles, ¿cuántas nuevas camas serán necesarias para internar a tantas personas?

Porque en términos epidemiológicos, en esta pandemia, lo más importante no son las tasas de morbi-mortalidad sino los valores absolutos de casos (perdón, de personas) que necesitarán camas, respiradores, estudios, y sobretodo personal de salud que los pueda asistir (y que en ese momento no estén enfermos). Y encima parece que el COVID19 es más letal que la gripe (OPS, 20 de marzo).Frente auna situación tan complicada la mejor alternativa para evitar el colapso del sistema de salud es disminuir el número diario de contagios, con lo cual, se enlentece la velocidad con que las personas necesitan atenderse (a esto es a lo que se le llama “achatar la curva”).

La epidemiología, valiéndose de la estadística, busca integrarmediante ecuaciones complejas, las propias variables, las de otras poblaciones, factores de riesgo, características de la población y recursos, entre otras, para predecir la cantidad de infectados, enfermos, muertes y daños económicos que podría generar esta pandemia. Muchos de estos datos se toman de lo que está ocurriendo en otros países, tanto en aquellos que reaccionaron más temprano como en los que lo hicieron tardíamente. Y así se construyen distintos “escenarios” para poder planificar las estrategias a seguir en las próximas semanas (menos mal que el Coronavirus nos dio tiempo para poder organizarnos y planificar acorde a nuestra propia realidad).

Eso sí, todos estos modelos se construyen con un nivel de confianza del 95%, porque con 100% de seguridad en esta vida, no existe casi nada. Y no hay que olvidar la complejidad de la realidad y el rol fundamental que tiene la incertidumbre que nos rodea (el pensamiento complejo como dice E. Morin). Por esto las mejores estrategias deben adecuarse continuamente a los cambios.La epidemiología expresa riesgos, y cuando se toman decisiones, se debe resolver cuánto se está dispuesto a perder, y a costa de quiénes. Algunos gobiernos (e incluso prestigiosas personalidades), priorizan en estas decisiones las pérdidas económicas y el costo político que ello acarrea (recordemos que en EE.UU. este es un año electoral).

Otros, sugieren asumir nuestro riesgo basal de morir, el de las personas con enfermedades crónicas y el de los/as mayores de 60 años. O también, optan por considerar que según sus estimaciones, esta pandemia no reviste tanta gravedad.También se construyen excelentes modelos predictivos para estas situaciones. La estadística puede adaptarse a cualquier objetivo.

Lo cierto es que al final, las decisiones que se toman en salud pública (es decir, para el bienestar de toda la población)a veces se fundamentan en análisis de costos y beneficios político-económicos. La pregunta (una de tantas) que me surge es, detrás de la construcción y las interpretaciones de tan complejas ecuaciones ¿cuál es el fundamentoético que subyace? Y en el resto de nosotros ¿hasta dónde somos capaces de tener una verdadera mirada crítica de dicha información?

La autora es médica epidemióloga, profesora y subsecretaria de Investigación y Post Grado, coordinadora del Comité de Contingencias Sanitarias – COVID19, Escuela Superior de Medicina – UNMdP.