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Opinión 24 de abril de 2018

Está claro que el intendente Arroyo no defiende a los marplatenses

por Gerardo Gómez Muñoz

Víctima de su soberbia insostenible, el intendente Carlos Arroyo pretende venderse últimamente como el defensor de supuestos valores marplatenses cuando sólo sobreactúa peleas individuales tratando de sacar de foco la preocupación de los vecinos agobiados por su manifiesta incompetencia gubernativa.

Si verdaderamente se preocupara por el interés de los vecinos, que no son la entelequia de su insomne imaginación sino los seres de existencia real, podría estar de día, de noche y de madrugada ocupándose de gestionar soluciones o al menos parches aliviadores de la crisis devastadora que está preanunciada para centenares de trabajadores del Puerto. Este, corazón de la economía de Mar del Plata, viene castigado desde diversas formas y ahora hay que referirse a la inmediata que derivará de la pesca del langostino que obligará, por circunstancias de las conveniencias y ventajas de la explotación, que se trasladen barcos al sur del país. En la cosecha anterior fueron más de 50 pesqueros los que se trasladaron hacia allá, en pocos días más, como lo denunció el SUPA, sindicato que nuclea a quienes trabajan en la carga y descarga de los barcos, serán 104 los pesqueros que se trasladarán para la pesca y despacho del valioso langostino. Consecuentemente entre 600 y 700 afiliados quedarán sin trabajo.

Arroyo, en medio de su trajín trasnochador para voltear algún cartel, perseguir a algún infractor al menudeo del barrio Don Bosco o de la zona roja, deberá agotarse en honor a los más de 220 mil morlacos al mes que logra de las altas regalías que le procura Herán Mourelle para enterarse que en el Puerto centenares de trabajadores se sumarán a los varios miles que en ese bastión del bienestar marplatense hace tiempo que ya no tienen laburo.
El asesor Pirincho, no sabe mucho del tema, será el “pirinchaje” en pleno el que lo despertará y pondrá en autos para justificar sueldos y pautas…

“Le cambié la imagen”

Para desgracia de “Pirincho”, que sólo trabaja de atrás, reapareció, como lo adelantó un joven y sagaz periodista de LA CAPITAL, el hombre liberado de las cadenas, pero solo en las sombras ni papá ni mamá lo dejan. Mediático y ambicioso no pudo, al fin con su genio, y una noche en mesa bien servida tiró a pura sonrisa la primicia: “Vieron cómo en dos semanas le cambié la imagen”. Obviamente se refería a los nuevos movimientos y nuevas formas de sanatear del hombre que cada vez no digamos sino que se lleva 10 mil dólares que se los reunimos entre todos los que pagamos las tasas.

A los hechos hay que remitirse. Primero que nada fue “con Cambiemos o sin Cambiemos” voy a la reelección, después que el nuevo asesor comprobó que pese a todos los coqueteos con la gente con asiento en La Plata, luego de su paso por el astillero, inocente o no, “le habían picado el boleto”.

La ciudad y los vecinos interesan poco por más declamaciones que se formulen y el escenario será como le gusta a él, “a lo grande”, directamente contra los que se asientan en la capital provincial.

La cuestión será a la vieja antigua del intendente que al cabo de dos se trocó en simple imagen vieja de político viejo que nada hizo del rosario de promesas, las que simplemente recordadas son un baldón para cualquier digno protagonista de la política. Hoy bastaría mencionar tres o cuatro, tales las referidas a las tasas municipales, a los 25 funcionarios políticos que superan ese número los familiares, parientes y allegados que se sumaron a los que estaban y con sueldos que superan lo soñado, inclusive por los favorecidos.

Si Arroyo nos amara

Si el intendente hiciera honor a la pasión marplatense de la que se precia, cuidaría la relación con el gobierno provincial. Si algo se ha hecho de importancia en esta ciudad provino desde La Plata, sea por proyección por política o no, desde el pago de sueldos a obras de infraestructura y de progreso para la expansión turística y hasta las que apuntan al desarrollo portuario.

Los pobladores de los barrios más alejados del centro y en especial de la zona sur sueñan no con Arroyo trasnochado al frente de sus brigadas de ataque llegue chapaleando a ver cómo el agua de las lluvias invade sus pobres viviendas y arrasa con sus módicos enseres hogareños, camas, ropas etc. Al menos ilusiones almacenarían si el supuesto “mejor intendente de las últimas décadas” llegara a los barrios con sus brigadas con botas para el barro y unimog para enterarse cómo esos vecinos marplatenses viven creciendo peleando a la pobreza, sin luz, sin calles, sin colectivos y sin el mínimo de vergüenza de los gobernantes y funcionarios que ganan mensualmente lo que estos marplatenses no suman ni en dos o tres años. En más de media docena de ocasiones estos pobladores, desde que Arroyo gana fortunas desde su holgado despacho, le vieron la cara al intendente y a sus colaboradores.

Un vuelo de pájaro lejos está de agotar los incumplimientos, las incongruencias y falta de gestión del intendente y de la mayoría de los integrantes de su equipo, pero basta dejar constancia de que el juicio de la gente no olvida.

Mourelle y el tobogán político

Así como el intendente siempre escondió su admiración real en capacidad táctica del mariscal Rommel, esta columna subrayó la sensación de que, en ese momento, el novel secretario de Hacienda, Hernán Mourelle, parecía un seguidor de Atila, el Rey de los Hunos, porque se creía que donde él pisaba “no debía crecer el pasto”, como se sostenía de aquel invasor de la vieja historia. Tal su irrupción en la vieja Europa, el flamante enviado del PRO parecía creerse destinado a arrasar con toda entidad creada por los marplatense. Pero “sic gloria” y esa áurea se fue diluyendo ante la resistencia local y el freno que impuso la gobernadora Vidal interesada en conquistar Mar del Plata. Terminó el pobre de la mano de Arroyo del “pirinchaje” y de su tocayo del entorno, todos hoy muchos seguidores del “arroyismo” que de “Cambiemos”, a tal punto que la virtuosa e imprescindible “Radio Pasillo”, anticipó que en la capital bonaerense ya están contadas sus horas.

Los radicales tienen una deuda de gratitud inconfesable para con el secretario de Hacienda, su afán fiscalista, dice gente que luce boinas: “Le demos la gracia de la unidad porque provocó la unidad del bloque en defensa del pequeño y del mediano contribuyente y consiguientemente la del bloque y la conducción partidaria”.

Ayer informados dirigentes de la UCR aseguraban que tanto el secretario y su jefe “no tienen más salida, porque María Eugenia, además de indicar reformas a los impuestos provinciales sobre las tarifas de agua, luz y gas, lo que implica descuentos”.

Sea como sea el final, para los ediles radicales está todo claro “no votamos los impuestos en la medida que pedían el secretario y el intendente”.



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