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26-07-2009

"Dejame estas ganas que tengo que son fulminantes"

Luego de tres shows emotivos en La Bodeguita, Rubén Juárez debió agregar para hoy otra presentación. El mito viviente del tango deslumbró al público con su talento y garra.

Rubén Juárez anota en su agenda de cuero marrón, en cuyo interior sobresale la solemne figura blanquiceleste de un escudo de Racing Club de Avellaneda. Ve fechas, shows dados y por dar. Se calza los anteojos y controla que todo esté en orden.  "De acá, a Montevideo y después vamos a hacer Chile también", confiesa en un tono cómplice, a modo de primicia.

Es la leyenda del tango, el Negro Juárez, el que está más allá de todo. Tan allá, que hasta se olvida de su magnitud de mito y se produce a sí mismo. "Me divierto vendiéndome. Porque no tengo el ego ése…, no pasa por ahí. Cuando negocio un show me gusta siempre la frase... "creo que me merezco tal cosa, ¿qué le parece a usted?" Ese yo-yo que tienen ahora todos los artistas no lo entiendo... ¿Se estará poniendo de moda de nuevo el Yo -Yo?", dice a LA CAPITAL en el lobby del hotel céntrico que lo aloja en una atmósfera familiar.

Debutó en el año 69 y hoy, 40 años después, sigue causando estremecimiento en sus presentaciones. Y la mutación es la clave de la permanencia. Juárez se reinventó a sí mismo. Hoy es un cantor de tango inigualable y un bandoneonista que transmite emoción. Así lo hizo en los shows que dio en La Bodeguita, en los últimos días. Y seguramente así lo hará hoy, desde las 20.30.

- ¿Cómo es ese fenómeno de estar 40 años cantando, componiendo, tocando y brillando alrededor del tango?

- Es que el tango tiene esa cosa que genera una ebullición permanente. El tango si te quedás quieto te quema. Te quema un poquito porque hay momentos en que te viene un recuerdo y te levantás de vuelta. A lo largo de mi carrera no he tenido muchos pozos así, tal vez sea eso. O tal vez sea la amistad, los tantos amigos. Tengo amigos de verdad, no de esos amigos con los que vas a comer el asado después de la función; de ésos tienen todos. Yo te hablo de amigos de 40 años, que han estado en el año '69 en mi debut en Caño 14 y todavía nos hablamos. El Negro Kelly y Berisso, son amigos del dueño de Pan y Manteca acá, Víctor. Víctor es amigo mío. Esta es una simple referencia de lo que me pasa en todos lados. No son esos amigos que te invitan para que vayas con el bandoneón. O son amigos que me provocan decirles, si no voy con el bandoneón no voy.

- ¿Qué es lo que ganó con el paso de los años?

- Creo que cuando pasan los años se va achicando la vista pero empezás a ver. Por otro lado al ver se te abre más la cabeza. Si alguien me pregunta... ¿quisieras volver a ser joven? Y… yo le diría que no. Dejame estas ganas que tengo que son fulminantes.

- En el primer show en Mar del Plata tuvo que irse en el último tema, en Adiós Nonino, solo con su bandoneón. Se lo vio llorar…

- Qué increíble lo que pasó… Iba a cerrar con El Corazón al Sur, pero vi una carita mirando a nadie, una carita en el frente y me acordé de Astor. Pero no estaba previsto, lo juro. Yo soy de quebrarme y no creo que se vea bien que el artista se quiebre. Se trata de un manejo teatral y yo trato de no tirarme piedras a mí mismo. Y en el primer show el que me hizo quebrar fue Luis Reales, que me había dejado tocando solo y se había ido a sentar en el piso, delante mío. Mientras sonaba Adiós Nonino empezó a llorar y ¡qué querés que hiciera yo!, lo seguí... Miré para el costado para no mirarlo y vi a Gabriel, el dueño de La Bodeguita también lagrimeando.

- Ahí está el tango, ¿no?

- Eso es el tango. Antes de cerrar con Adiós Nonino había hecho Tinta Roja, allá arriba, con la gente eufórica. Fue fantástico. Y después no podía dormir.

- Siempre Juárez fue un tipo que dijo las cosas sin rodeos, por eso que cuando sobre el escenario habló de la emoción de estar en Mar del Plata, el público lo retribuyó creyéndole. La gente de Mar del Plata que lo fue a ver se sintió orgullosa al oírlo hablar así.

- Fueron muchas cosas en Mar del Plata esta vez. Lo de investirme como Visitante Ilustre fue muy emotivo porque Mar del Plata fue, después de Buenos Aires, la gran ciudad que me vio nacer. Me acuerdo de las temporadas en el ReFaSi, en el Pigalle, toqué en Magoya en el Café Concert con Chico, hice Auditorium con el Negro Lavié, con María, el teatro la Campana, me llevé varios Estrellas de Mar...

- Y había algo más escondido…

- Mar del Plata siempre me dio cosas, pero en el fondo sabía que me guardaba algo más. Ahora me enteré que me va a pasar lo mismo en Montevideo, donde me están esperando esos guachos que son tan cariñosos. Todo esto es por el tango, hay una gran pasión que nos une, tanto al marplatense como al oriental. A donde voy yo está el tango...

- ¿Cómo es posible que no le afloje?

- Siempre tengo ganas de tocar, de ensayar... Es gitano eso... Para colmo el apellido mío es Moro. Es un alimento total, se lo deseo a todo aquel que tiene una vocación. Mirá, cuando yo no tiemblo antes de salir al escenario... ya les dije a mis hijos: tóquenme acá. Mis hijos me tocan el pecho y me dicen antes de un show, viejo estás acelerado. Es que el día que no me pase eso, ya habrá sido suficiente.

- Tocó con Luis Reales, Pato Quinteros, Chicho Romairone y Martín Sciurano, toda gente hecha en Mar del Plata…

- Tocar con los chicos de Mar del Plata me pone de puta madre. Sé que esto sale en el diario, pero ponelo así. Me pone de puta madre. Tienen una calidad de primera A, además con Luis yo vengo desde hace años haciendo esto. Cuando tenés estos músicos, no le errás. La emoción está atrapada.

- ¿Cómo ve la renovación del tango?

- La renovación del tango la veo terriblemente... ¡buena! En el boliche Sanata, en Sánchez de Bustamante y Sarmiento, por ejemplo, se ve cada cosa. Hay unos fuelles nuevos que ¡mamita! A ellos les gusta que yo les tire yeites, porque de música saben 10 veces más que yo, pero les falta llegar al color, a los matices, a la improvisación, a cómo llenar esos agujeros... Y cuando toco con ellos me parecen maravillosos. Veo un talento terrible. Yo hablé hace 8 años del sub 20 del tango cuando armé el sexteto con Cristian Zárate. Es muy lindo lo que pasa con el tango y hay cantores muy buenos también.

- Te desprendiste de Homero, tu bar, tu casa... ¿Cómo es la vida sin Homero?

- He tenido que hacer duelo, con la familia, con mis hijos. Sobre todo con mis hijos, que dormían debajo del piano mientras cantaba el Polaco. Muchas cosas, eso nos dolió bastante, pero felizmente los chicos estuvieron de acuerdo en cambiar el aire y aunque parezca extraño me compré con Silvia nuestra casa en Carlos Paz. Lo importante es vivir bien, no importa cuánto gastés... Y cada uno sabe lo que es vivir bien. Pero fue un luto bravo incluso en Homero, solito, antes de irme, escribí Ultimo Tango en Buenos Aires... Por eso tocar en Mar del Plata en La Bodeguita...porque yo necesitaba un Homerito. Hace mucho que no hacía algo así.

- Por último, si a través de un tango se podría cantar la situación del país actual según Juárez, ¿qué tango hay qué cantar?

- Yo empezaría con "Decime bandoneón..." a ver si tiene alguna respuesta… (risas) Este es un país que está acostumbrado a los grandes fracasos, es como el Ave Fénix. Fijate si será rica Argentina que con todos los malos gobernantes que hemos tenido no la han fundido. Imaginate si tuviéramos un héroe. Lo que hace falta de presidente es un patriota, no uno que se la crea que es diferente. Hay muchos yo - yo en este país. Yo yo yo yo... ustedes de vez en cuando, ¿no? Pero estamos acostumbrados y vamos a salir. Los que no están acostumbrados son los de afuera, que les pegó la crisis y no saben qué hacer. Para nosotros es un ejercicio... Acá, ¡es una papita!