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25-04-2014

La venganza fue terrible

Quilmes ganó el clásico 85 a 82. Jugó un gran primer tiempo, sufrió en el segundo y tuvo que ir a un alargue con cinco jugadores que habían salido por personales. Pero defendió una enormidad, guapeó y se llevó un triunfo épico en el alargue.

Por Sebastián Arana

Twitter: @sebarana71

Será recordado por muchos años. Como el día en el que Quilmes se sacó una espina que tenía clavada hace casi 6 años sin triunfos en el Superclásico de la ciudad. Pero también como un Superclásico con todos los ingredientes y todas las angustias.

El equipo de Ramella, que había hecho méritos para ganar con un gran primer tiempo, pareció que repetía viejas historias en el complemento y dejó escapar la chance de definir en el período reglamentario. La erosión de su personal (habían salido por personales Gallizi, Ghersetti, Vildoza y Sahdi) lo tenían contra las cuerdas. Pero jugó con gran coraje, defendió una enormidad en el alargue y se llevó el primer play-offs de cuartos de final de la Liga Nacional de Básquetbol por 85 a 82.

Peñarol, que sólo tuvo un cuarto de equipo importante, el tercero, dependió demasiado de un Campazzo que las hizo todas en el complemento. Pero no le alcanzó.

Quilmes le dio a Peñarol una dura lección en el primer tiempo. De básquetbol, en principio. Por momentos, de concentración. Por qué no, también de humildad. Definitivamente, arrancó más enfocado. Defendiendo al límite y aprovechando, por un lado, el poder de su contraataque y, por otro, todo lo que ofreció una muy floja defensa de Peñarol en los primeros cinco minutos.

El conjunto de Ramella, con un arranque inspirado de Marín, metió casi todo lo que tiró en ese lapso y arrancó 15-6 arriba. Peñarol no le podía poner el balón interior a Leiva, ni tampoco explotaba su poder de fuego exterior. Quilmes no lo dejaba.

Cuando se vio nueve puntos abajo, recién entonces el conjunto de Rivero se puso duro atrás. Y así comenzó a descontar terreno. Nada le resultaba sencillo adelante. Pero “secó” casi por completo  a Quilmes para ponerse 16-18 en la penúltima jugada del cuarto inicial.

Baxley, sin embargo, en plan de figura, anotó su segundo triple del parcial y su equipo se fue al descanso cinco puntos arriba.

Hasta aquí, todo dentro de lo posible y previsible. En casi todos los clásicos de la temporada, Quilmes había arrancado mejor.

Pero la debacle peñarolense en el segundo cuarto resulta difícil de explicar. Fue incomprensible cómo casi todos perdieron los estribos. Mucho más tratándose de un equipo tan curtido. Tan acostumbrado a ganar, que sabe perfectamente que a esa altura, cuando no se llevaban quince minutos de juego, ni se pierde ni se gana un partido.

A Peñarol le pitaron tres técnicas en el segundo cuarto: una a Gabriel Fernández, una al banco y otra  Campazzo. No sólo eso. Sus jugadores cometieron faltas y errores propios de la frustración en la que ingresaron tan tempranamente.

Quilmes fue responsable de haber hecho caer a Peñarol en ese estado anímico. Más allá de los puntos de Baxley, hubo un jugador que hizo un primer tiempo inconmensurable. Fue Mario Ghersetti, autor de diez puntos, pero encargado de provocar un error tras otro con defensas perfectas.

Y el otro jugador que terminó de sacar de cuadro a los de Fernando Rivero fue Luca Vildoza. Entró bien al partido y lo terminó de hacer “engranar” a Campazzo, a quien Fernando Rivero debió haber sentado antes.

El ingreso de Ibarra, en compañía de Isaac Sosa, tampoco fue feliz. Vildoza y compañía continuaron forzando un error tras otro en el perímetro y Quilmes, en ese contexto, se tomó el buque. Casi que a pocos segundos del final de la primera parte ganaba 49 a 30.

La cuarta falta de Campazzo en el comienzo del tercer período pareció terminar de oscurecer el panorama para Peñarol.

Sin embargo, después de encajar 49 puntos en la primera parte, esta vez sí el equipo de Rivero entró enfocado en defender y no dar ventajas. Lo hizo de manera asfixiante. Y así como tuvo un segundo cuarto triste, Campazzo lideró un parcial de 13-4 que obligó a Ramella a pedir un rápido minuto cuando restaban más de cinco minutos.

El DT quilmeño nada pudo corregir. Campazzo anotó otra ráfaga de siete puntos en fila y provocó la salida de Gallizi por cinco personales. A falta de tres minutos, la diferencia ya se había reducido a uno (52-53) y había empezado otro partido.

Rivero optó por cuidar al base (autor de 14 puntos en el cuarto) y también a Gutiérrez en el final del parcial. Pero, con un doble de Fisher, Peñarol logró pasar al frente (56-55) a la hora de ingresar al cuarto final.  

Con Campazzo y Gutiérrez todavía sentados, el equipo “milrayitas” salió a alimentar a Leiva. Una táctica que desgastó todavía más a Quilmes. El pivote de Peñarol no pudo aprovechar desde la línea todas las faltas que provocó. Pero le sacó tres al hilo a Ghersetti que lo eyectaron del partido.

Ahí, a falta todavía de ocho minutos, el que parecía sentenciado era el equipo de Ramella. Pero lo revivió una fulgurante aparición ofensiva de Marín, con siete puntos consecutivos, para recuperar la delantera: 63-60 a falta de cinco minutos.

Así se llegó a un final abierto para los dos. Peñarol pudo llegar a una posición más desahogada, pero los libres que fallaron entre Leiva y Boccia no lo dejaron despegar. Del otro lado, como pudieron, entre Baxley y Marín se hicieron cargo de la sequía.

Campazzo emergió una vez más como el líder anotador de un equipo al que se le quemaron todos los papeles. Pero también él erró dos libres claves en el minuto final. Un simple suyo, a 5”, emparejó en 72 y a Quilmes le quedó el cierre. Pero no la jugó con Baxley o Marín, le dio la decisión final a Piñero, que falló un tiro de tres puntos, y el partido fue a suplementario.

Esos cinco finales fueron el drama hecho básquet. Peñarol entró más completo de personal, pero el único que le podía dar un plus de energía era Campazzo. Quilmes, sin bases y sin pivotes, estuvo cuatro minutos sin anotar de cancha. Cuando lo hizo, con un triple de Baxley y un doble de Maciel, pasó al frente 83-82 a falta de 22”.

Esta vez el final le quedó a Peñarol. Pero Campazzo eligió darle el tiro final a Weigand, que falló el triple, y luego se inmoló cometiendo la quinta falta. Y Piñero, desde la línea, definió un clásico de locos.