Libia y el cambio de los antiguos países colonialistas
por Alberto Galeano (*)
Diez años después de los atentados del 11 de septiembre, la "Primavera árabe" sigue su marcha por Libia, donde dos representantes de antiguos países colonialistas fueron recibidos como héroes y garantes de la rebelión.
A este cuadro inacabado se suma la decisión de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que pedirá la próxima semana su incorporación como Estado miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a pesar del anunciado veto por parte de Estados Unidos y el malestar de Israel.
Hay cierto riesgo en la decisión palestina, ya que su pedido rompería con los Acuerdos de Oslo de 1993 -que prohíben expresamente este reconocimiento-, pero existe la posibilidad de que los palestinos puedan obtener el rango de "observador" de ese organismo como hace el Vaticano, dijeron analistas.
Lo que está sucediendo en Libia, o en Siria -donde esta semana fueron asesinadas medio centenar de personas-, no es ignorado por la Casa Blanca y la Unión Europea que, a su manera, están participando en los distintos conflictos de Medio Oriente.
Esta semana, el presidente francés, Nicolás Sarkozy, y el primer ministro británico, David Cameron, visitaron Trípoli, la capital de Libia.
Tras mantener una actitud algo cautelosa durante la rebelión contra el dictador tunecino Zine el Abidine Ben Alí, el 14 de enero pasado, Francia dio su apoyo a la "Primavera árabe" y fue el primer país en reconocer a los rebeldes libios, sublevados en Bengasi.
El presidente Sarkozy volvió a tener un rol estelar en Libia, luego de que el pasado 2 de septiembre el gobierno francés desmintiera la existencia de un acuerdo con el Consejo Nacional de Transición (CNT), que concedía a París el 35% de la explotación del petróleo libio.
Sin embargo, el ministro de Relaciones Exteriores francés, Alain Juppé, afirmó: "Claro que a nadie puede extrañar -y es lo justo- que los países que han estado en la primera línea a la hora de defender a los rebeldes no gocen ahora de determinadas ventajas".
Sarkozy, no obstante, quiso aclarar la situación: "Nunca hubo un preacuerdo. Lo que hicimos se hizo sin ninguna intención oculta".
"La visita envío un claro mensaje a Kadafi, en el sentido de que el dictador está terminado y no hay marcha atrás", dijo Simón Tisdall, en un artículo de opinión publicado en el diario británico The Guardian.
El analista señaló que la visita también envió otro signo al mundo árabe: "la Organización del Atlántico Norte (OTAN) gana guerras, y puede hacerlo por los derechos pro-democracia, no por cruzadas razones".
Pero en un artículo de fondo, el diario The Independent dijo que la visita de los mandatarios se pudo haber demorado, y comparó el viaje de Cameron y Sarkozy con el discurso prematuro de "misión cumplida", formulado por el ex presidente estadounidense George W. Bush, el primero de mayo de 2003.
La visita de los representantes europeos desató todo tipo de muestras de afecto entre los libios, a punto tal que "los traductores no querían cobrar dinero por su trabajo en señal de agradecimiento", informó el diario español El País.
Lo cierto es que el Reino Unido y Francia -antiguos colonizadores de Africa, entre otras naciones- están ahora unidas para liberar a Libia de la dictadura de Kadafi, que gobernó este país norafricano durante 42 años.
Mientras las fuerzas rebeldes acorralan a los kadafistas, y el destino de Kadafi sigue siendo un misterio, la organización Amnistía Internacional (AI), con sede en Londres, volvió a acusar a las fuerzas del régimen de crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo, señaló que ambos bandos cometieron crímenes de guerra y pidió al presidente interino, Mustafá Abdel Yalil, que incluya la defensa de los derechos humanos en su programa de gobierno.
AI advirtió que la caída de Kadafi ha degenerado en "un vacío institucional y de seguridad" que puede sumir al país en una cadena de asesinatos por venganza.
A pesar de que el CNT fue reconocido como miembro de la ONU, la situación es aún incierta en varias áreas de Libia.
Los rebeldes redoblaron sus ataques sobre cuatro ciudades que controlan los kadafistas, entre ellas Bani Salid y la costera Sirte, en tanto un portavoz del fugitivo líder libio dijo que los ataques de la OTAN causaron en esta última ciudad la muerte de 345 personas.
Los muertos son otra de las polémicas en Libia. Según el diario The New York Times, que cita fuentes rebeldes, entre 30.000 y 50.000 insurgentes murieron durante el derrocamiento de Kadafi.
Entre los cambios que trajo el 11-S, así como las guerras de Irak y Afganistán, están la nueva actitud de las grandes potencias, especialmente de Estados Unidos, que ven a la primavera árabe como una transición necesaria hacia la democracia en medio de las dictaduras que antes -ellos mismos- apoyaban en Medio Oriente.
El 11-S fue decisivo para que la mayoría de los países árabes se alinearan en contra del fundamentalismo islámico, señalan analistas.
Ni el derrocado dictador tunecido Alí, ni el egipcio Hosni Mubarak, ni tampoco Kadafi -ex líder del Tercer Mundo- pensaron que tendrían detrás de ellos a un enemigo superior al de las grandes potencias; incluso que Al Qaeda: sus propios pueblos.
(*): Télam.
