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27-02-2010

"Rose me ayudó a exorcizar mi propio dolor"

Beatriz Spelzini y su mirada sobre el teatro. Hoy se presenta por última vez con su obra "Rose" en el teatro Melany.

Beatriz Spelzini es de esas actrices que generan paz. Todo en ella es armonía. Debajo del escenario se la nota frágil, más que su "Rose", el gran personaje que conmueve al público noche a noche y que hoy dará su última función a las 21.

"En principio, yo era docente y actriz y recuerdo que cuando tenía que llenar determinados papeles con mi profesión, colocaba ambas: Docente y actriz. Creo haberme sentido totalmente actriz cuando empecé a trabajar en televisión y en el teatro San Martin, donde ya vivía de la profesión. Hasta entonces vivía de la docencia y yo quería vivir de la profesión de actriz, lo que era un problema mío ya que muchos actores no viven necesariamente de la actuación. De algún modo sentí también cierta legitimación cuando Alezzo, que estuvo siempre en mi carrera, me convocó para hacer teatro", dice en el comienzo de la extensa charla.

- ¿Cuánto te cambió la carrera a partir de Rose?

- En muchas cosas y todas fueron positivas. Me dio seguridad total sobre mi trabajo y me permitió jugar con el humor, además de haber cumplido esa materia pendiente que era hacer un unipersonal. Creo que con "Rose" es el momento en el que empiezo a cosechar tantos años de trabajo. Voy a protagonizar una película de la mano de uno de los grandes directores de nuestro país y me han propuesto protagonizar también dos clásicos en teatro. Yo amo a los grandes autores, los grandes personajes. Es una ambición nada pequeña, pero siento que en los grandes autores encontramos grandes verdades que tienen que ver con los grandes problemas del hombre, más allá del tiempo.

- ¿Y en lo personal, qué cambios hizo Rose en Beatriz?

- De algún modo Rose me ayudó a exorcizar mi propio dolor. Yo había perdido a una hermana y Rose me permitió transitarlo con una carga menos dolorosa tal vez.

- ¿Qué diferencias encontrás entre hacer teatro, cine y televisión?

- Como digo que el teatro es el reino del actor, así también el cine es el reino del director. Si en una escena siento que no salí bien o que puedo hacerla mejor, pero el director estima que está bien así, no tenés alternativas. También puede pasar que tenés un mal día y no hay otra oportunidad al día siguiente. En cambio, en el teatro puedo corregir, puedo prepararme y finalmente siempre puedo elegir el mejor camino para mí. En el cine, no tengo responsabilidad sobre el corte o las elecciones del director. Yo miro mucho cine. Trato de observar el cine que no llega con facilidad a las salas. Y miro también el trabajo del director, cómo hizo la dirección de actores y cómo arma las escenas, entre otras cosas que me interesan.

La misma Beatriz que habla con pasión de la docencia y del entrenamiento del actor es la que dice que no podría hacer un personaje que traicionara sus principios éticos y que tanto le afecta el dolor ajeno que es como si le faltara una capa de piel que la proteja.

"Cada vez que subo a un escenario siento que estoy en el escenario del colegio de monjas donde comencé a actuar a los cuatro años haciendo de niño Jesús. A ese escenario me subo cada vez que me presento en un teatro. A ese lugar me transporto. Pavlovsky dice que finalmente siempre actuamos para nuestros padres y si eso funciona así, puedo ver a mi madre en la platea mientras mi padre atendía su negocio. Allí nació mi vocación por actuar y siempre trato de regresar a ese estado de absoluta felicidad que era vestirme, ponerme las alas y prepararme para el escenario.