"No hago una pintura social, quiero trasmitir pasión por la vida"
Claudio Baldrich inauguró su primera exposición en Mar del Plata. Con la pintura -y el arte en general- desafió la rigidez que le impone su profesión de ingeniero. Logró una obra fresca y colorida, que hasta el 20 de enero se puede visitar en Constitución 5843.
Naturaleza y color. Así podrían definirse las obras pictóricas de Claudio Baldrich, el artista nacido en Béccar que acaba de inaugurar su primera muestra en Mar del Plata, en la librería de Constitución 5843. Allí, la exposición que integran una docena de piezas podrá recorrerse hasta el 20 de enero.
"Soy un colorista, básicamente", aclara este artista de 47 años, quien en lo personal se define como "un escorpiano pasional que va a fondo". Fruto de esa pasión, las obras que salen de su mano juegan con la estética infantil, con los colores plenos, con los planos aéreos y hasta con las palabras.
"Tengo esa cosa de cantautor que siempre fui, no soy poeta, más bien un escritor de barrio, me gusta mucho la dinámica que le da un texto a un cuadro", dice sobre el gusto de colocar frases en la periferia de sus cuadros.
"No soy de cargar con textos mis imágenes, lo hago por esa necesidad de expresarme, si pudiera poner un parlante le agregaría algo de música, cantaría una canción", bromea.
Baldrich se dice seguidor de pintores como Milo Lockett, de Argentina, Romero Brito, de Brasil, y de Friedensreich Hundertwasser, de Austria. A su vez, admira el aspecto desinhibido de las obras del artista marplatense Felipe Giménez, quien recorrió la muestra durante el día de la inauguración.
-¿Por qué la opción por la naturaleza?
-Cuando uno plasma una obra desde lo plástico, desde la canción o desde la poesía, hay una parte que sale consciente, racional, y otro aspecto que aparece, a mi entender, de manera espiritual o inconsciente. Yo me doy cuenta de que van saliendo cosas que en el fondo me gustan, como la naturaleza, el agua. No hago una pintura ni social ni comprometida, quiero trasmitir pasión por la vida, alegría, que el que vea mi obra sienta lo mismo que lo que siento yo, alegría.
-El suyo no es un arte pretensioso...
-No, no soy una persona pretensiosa, no tengo aspiraciones pretensiosas. Simplemente transmito la alegría de la vida y me encanta el agua, el campo, vivo por Buenos Aires por error. Cuando venía por la ruta para Mar del Plata estuve a punto de decirle a mi mamá "por qué cuando el abuelo vino de España no se instaló un poco más acá". Buenos Aires es una cosa chata, húmeda, con agua marrón, pero bueno, el jardín del vecino siempre es el más verde.
-¿Por qué la opción de los colores plenos?
-Se ve que esto era lo que yo quería hacer, soy un escorpiano a fondo, pasional, y por esas cosas académicas de los talleres yo no sabía que se podía mezclar, lo digo con ironía porque se puede hacer cualquier cosa, pero en los talleres que iba estaba en una cosa más clásica desde el punto de vista de la paleta, los ocres, los azules. Y un día conocí una obra de un artista brasileño que es muy famoso en Miami que se llama Romero Brito, que pinta planos de colores muy fuertes y dije, "se puede hacer esto". La anécdota es que justamente me había comprado unos pomos de óleo de blanco y de colores tierra y nunca los usé.
-Tienen algo de infantil tus cuadros...
-Sí, para mí en lo personal fue fuerte pintar algo así, porque soy ingeniero de profesión, tengo una formación muy rígida. Internamente fue fuertísimo pintar algo así. En muchos de mis cuadros no me interesa el espacio, pinto escenas de arriba, no desde una perspectiva lógica, espacial. Y mantengo la forma infantil medio primitiva de dibujar. Fue un desafío. Yo era uno de esos que decía "pero si esto lo hace cualquiera". Lo hace cualquiera, sí, pero lo difícil es sostenerlo, estar conforme con lo que hiciste.
