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25-08-2013

Benjamín Avila, director de "Infancia clandestina"

Estuvo en Mar del Plata para presentar su opera prima. Habló de la militancia, del amor y de las emociones que dispara el filme.

"Una película sobre el amor", describió el director de cine Benjamín Avila a su ópera prima "Infancia clandestina", que la semana pasada presentó en Mar del Plata, en una función especial realizada en el teatro Colón. Sin embargo, es también un filme que "incomoda" en tanto plantea preguntas y obliga al espectador a generar sus propias respuestas, dijo el cineasta, que tiene a su madre desaparecida.

Basada en su propia historia, la película es el relato de Juan, un hijo de militantes que en la década del ´70 vive en la clandestinidad junto a su familia cercana y su tío. En el límite entre la infancia y la preadolescencia, a los 12, el joven protagonista (rol que encarna el actor Teo Gutiérrez Moreno) vive un romance con una chica de su escuela, en un contexto de violencia política que signará su destino y el de los suyos.

Acompañado por la diputada provincial del Frente para la Victoria Fernanda Raverta, que organizó la función local desde "Sol de mayo", la ONG en la que trabaja, el cineasta entendió que su historia se aparta del estereotipo clásico que liga dictadura con muerte. "Se aparta de ese lugar que se construyó en los últimos treinta años en el inconsciente colectivo, que indica que la dictadura está sólo asociada a lugares de oscuridad", explicó sobre lo que entendió es el valor del filme, en el que también actúan Natalia Oreiro y Ernesto Alterio.

-En la película hay mucho amor.

-Es una película sobre el amor, sobre el primer amor, sobre el amor de la familia, entre la familia, entre el tío, los padres, la abuela. Yo estoy convencido de que ese lugar emocional es el lugar que nos genera el diálogo. Después del 24 de marzo se la empezó a proyectar mucho. Trato de estar en las funciones porque suceden cosas muy fuertes entre los chicos y los adolescentes que la ven, hay un lugar de empatía muy grande, los adolescentes protagonistas de la película tienen 12 años, acaban de salir de esa edad, y los espectadores entienden lo que les pasa. Hay un lugar de identificación muy grande.

-¿Considerás que se puede abrir un diálogo entre qué sectores?

-Entre todos, creo que los conceptos nos separan y las emociones nos unen. Yo tengo mi postura política y quizá cuando hablamos de política nos podamos sentir distanciados inevitablemente, en cambio cuando hablamos de lugares emocionales todos podemos ponernos en el lugar del otro, podemos entender lo que siente el otro y eso nos habilita también la posibilidad de pensarnos de otra manera. En aquella época lo emocional era lo primero antes que lo dialéctico. Me parece que la película recupera ese lugar emocional de lo que significaba militar, de lo que significaba estar todo el día en ese estado de creencia, de fe. No era solo una cuestión dialéctica y de acción.

-Al estar basada en tu historia, ¿costó mucho hacer al guión?

-Me llevó un montón de tiempo hacerlo. El proceso de decantación fue largo. Desde siempre quiero hacer la película, "algún día voy a filmar mi infancia", me decía. Cuando decidí que no iba a ser doctor, porque vi un accidente y no me lo banqué, pensé en periodismo o en director de cine, yo veía mucho cine cuando era chico. Mi viejo era actor, director, arquitecto. A los 13 decidí que iba a ser director de cine y toda mi vida me preparé para eso. En el '95 terminé mi carrera de imagen y sonido de la UBA, cuando vi la película de Kusturica "Papá salió en un viaje de negocios" tuve en claro la estructura de la historia. La empecé a pasar a papel en 2002 y recién tuve la primera versión del guión en 2007. Tenía muy claro que yo no quería ser el protagonista de la historia, no me gustan las películas que se justifican porque son la historia de uno. Creo que el cine tiene una función social muy grande y por ende los que lo hacemos tenemos una responsabilidad muy grande, no podemos ser ingenuos de pensar que porque me pasó a mi hay que hacerla.

-El dilema del filme parece ser la exposición al peligro que hicieron los militantes de sus propios hijos. ¿Como hijo eras consciente de ese riesgo?

-Eramos muy conscientes de todo. Te lo voy a responder de otra manera. Muchos de los hijos que se fueron con los tíos o los abuelos, porque los padres prefirieron dejarlos e irse a militar no les perdonan que los hayan abandonado, no protegido, abandonado. Por el contrario, lo que nos quedamos con nuestros viejos entendemos el porqué, yo agradezco el haber vivido y el hecho de llevarme a ese lugar, me querías tanto que no me soltaste. Por otro lado, una persona me dijo una vez algo revelador: "los militares nos ganaron en la proyección de la maldad, jamás pensamos que iban a usar a nuestros hijos como botín de guerra". Fue una discusión grande de Montoneros, no era una decisión orgánica de Montoneros, era una decisión personal. Pensándolo desde el lugar de padres, qué difícil es dejar a los hijos, y qué loco que sea inevitable que todos vivamos la vida de nuestros padres, pero cuando vemos esta película nos da una especie de rechazo. En realidad todos vivimos la vida de nuestros padres, no hay nadie que no la viva, buena o mala. Los hijos viven nuestra vida y en ese sentido está bueno plantearlo desde ahí. La película plantea preguntas, por eso es tan incómoda, no da respuestas, te obliga a vos a responderlas.

-Hoy asistimos a un resurgimiento de la militancia. Sin embargo, no es la misma de los '70. ¿Cuál es tu opinión sobre la militancia actual?

-No se puede comparar, compararlas sería un error. Yo estoy fascinando con lo que sucede en la Argentina, cuando más viajo más fascinado estoy. Que la juventud haya vuelto a creer en las ideas, en la palabra, en que su acción sea posible... Nosotros pasamos la juventud en los '90, donde te decían ¿para qué te vas a meter si la política no sirve para nada? Es increíble que los jóvenes estén debatiendo, discutiendo, no importa la orientación política, los chicos del Pro también lo hacen y eso me parece sano para una sociedad y eso lo ha dado un gobierno que pone en valor la acción. En los '90 no se hablaba del nosotros, el nosotros no existía, el yo lo era todo. Volver al plural como sociedad es maravilloso.