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06-03-2015

"No sé si llegó la idea humanitaria sobre el simple ser humano"

El actor habló de la humanidad que le imprimió a Vanzetti y de la justicia ayer y hoy. También se refirió a su reciente paternidad y su estado de plenitud.

Fabián Vena se presenta hasta el 8 de marzo en el teatro Auditorium con "Sacco y Vanzetti", la obra de Mauricio Kartún dirigida por Mariano Dossena que cuenta la injusticia cometida contra los anarquistas italianos condenados a la silla eléctrica.

Junto a Walter Quiroz, Horacio Roca, Jorge D'Elía, un elenco de destacados intérpretes y una banda de músicos en vivo, la producción del teatro Cervantes tendrá sus últimas funciones de la temporada de viernes a domingo a las 21 y el lunes a las 22, antes de partir a Buenos Aires para cumplir ocho semanas de funciones "a pedido del público".

Cada noche, Vena pone la voz y el cuerpo a Bartolomeo Vanzetti, un vendedor de pescado y militante del anarquismo al que la Justicia estadounidense condenara impunemente por un crimen que no cometió y la pena de muerte se efectivizara el 23 de agosto de 1927.

"Se trató de poner un coto a esa inmigración y, sobre todo, a las ideas, mostrar dónde estaba el poder, impune, pero poder al fin. Nunca podían haber tenido más apoyo en el mundo. No sé si no habrá sido el primer movimiento mundial pidiendo piedad y justicia para estos dos tipos", expresó Vena.

El actor cuya carrera comenzó en los 90 con las series televisivas "Socorro 5º año" y "La banda del Golden Rocket", contó que al optar entre diferentes propuestas laborales, privilegia los papeles que le planteen un riesgo, no por ideología, sino para evitar el aburrimiento. "Si aparece algo que ya hice, me tira un poco para atrás, y si es más o menos parecido a algo que hice, te aseguro que voy a hacerle de todo para que no tenga ni una sola coloratura parecida", comentó .

-¿Cómo construyeron tu personaje con el director? ¿Qué aspecto buscaron resaltar?

-En principio, un concepto que pensamos sobre estos dos tipos era rescatar otra mirada. Es la misma historia que escribió Kartún, a pedido de Kogan (Jaime Kogan, su primer director, en 1981), no se le cambió ni una coma. Pero cuando la escribió, era otro momento en el mundo y en el país, donde, después de haber vivido tanto terrorismo de Estado, tanta falta de justicia, aparecía ahí una bandera importante a retomar o a imponer. Hoy, todas las ideologías están más o menos expuestas e incluso hay libertad de poder decir, tenemos más experiencia en democracia y somos, no te diría que adultos, pero sí preadolescentes. Y aparece una mirada, que fue la que más me interesó, que es la de la humanidad a través de la espiritualidad de estos hombres sencillos. "No nacimos para ser profetas ni mártires -dice Vanzetti-, sino, simplemente, hormigas". Pero estas hormigas descubrieron un día que estos deberes también les daban derechos.

-Vanzetti es más intransigente y menos terrenal que Sacco.

-Básicamente, es el ideólogo, un cuadro dentro del partido encargado de la ideología. Él dice le dice al final a su hermana: "¿Qué hubiera sido de nosotros si no hubiera pasado esto? ¿Hablar por las calles a hombres indiferentes? ¿Morir desconocidos? Nunca imaginé hacer tanto en favor de los hombres". Un tipo que, si lees sus memorias, es simple, italiano, del campo, que tuvo un poquitito de visión sobre su educación y de robar algunos libros para leerlos. Un fuera de serie, un absoluto autodidacta que, ya en Estados Unidos había leído, en su idioma o en inglés, a los filósofos del momento. Hay un acercamiento muy respetuoso al ser humano, porque fue un tipo que existió. No es Arlequino. Si bien este espectáculo tiene un aire a documental, no deja de ser un hecho teatral. Sin embargo, cada palabra fue verdad. El tipo se plantó en ese alegato diciendo lo que dice, no solamente frente al jurado, a la gente que lo iba a condenar a muerte, sino frente a toda la prensa del mundo. Esto marca un papelón de la justicia. No por nada, 50 años después tuvieron que hacer un juicio simbólico para limpiar un poco la mancha. Cuando lo condenan, dice: "Están encerrados en su propio chiquero. No seré yo quien les abra la puerta". Cualquier similitud con la justicia en este país y en este momento, anotala.

-¿A qué reflexión sobre la justicia te condujo leer esta historia?

-Hoy el tema es la justicia, que está en jaque, y que está muy bien que así sea, porque los que imparten justicia son seres humanos, no máquinas imparciales e incorruptibles. Y no tendrían que tener ni más ni menos poder. Al contrario, tendrían que tener un nivel de ética y profesionalismo que necesita tener un semidios, sin dejar de ser un ser humano. Con todos los papelones que vemos a diario en la justicia... Lo que pasa en esta obra es un acto de injusticia feroz, con construcción de pruebas, testigos falsos, apelaciones mentirosas. Y todo lo que ha hecho la prensa, que es otro muñeco que Vanzetti voltea sin problemas: la prensa responsable alrededor del poder de turno, o en contra del poder, como si ella no lo constituyera. El poder es nuestro.

-¿Cómo nos ves como sociedad dirimiendo entre esos intereses?

-Yo soy parte de la sociedad. No tengo esa mediana lucidez como para decir cómo está, pero sí la responsabilidad de no hablar al cuete. Mi rol es contarte lo que te cuento con una absoluta ética y responsabilidad. Pero, cuando quiero saber qué le pasa a la sociedad, leo a Tomás Abraham, no escucho a un actor, no lo voy a escuchar a Ivo Cutzarida, que es un divino, pero no. Mi rol es tratar de acercarme lo más posible en los espectáculos a lo que pienso y lo que siento. A veces estoy más cerca y otras, me la rebusco para estarlo. Pero las cosas que digo, las avalo profundamente, y así me manifiesto. Si no, tengo que decirte que este es un país insólito, con un rasgo de excentricidad, como que no somos capaces de tener un poco de sentido común. Y sí es detestable la idea de que tenemos dos países cuando, en realidad, tenemos uno. Eso me irrita, porque me hace sentir que tengo que tomar partido. ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué nos menosprecian?

-Por la respuesta que genera esta obra en el público, ¿hay algo de Sacco y Vanzetti que no va a morir nunca?

-No. Lejos de morir están todas las ideas que están dando vuelta. Ni siquiera creo que hayan nacido. "Nuestra idea llegará - dice Sacco, en un momento-. En un año o en un siglo. Tal vez con otro nombre, pero va a llegar". Yo no sé si llegó la idea humanitaria sobre el simple ser humano. Tal vez se han ganado derechos sociales, pero no sé si llegó la verdadera libertad, la prosperidad, el progreso espiritual. ¿Dónde está el respeto por la vida humana? Las ideas expuestas por estos tipos son de una tremenda vigencia y eso no significa que se hayan conseguido.

-¿La obra es esperanzadora o desalentadora en ese sentido?

-Ahí hay otra mirada del director. Esta obra, en este momento, está puesta en más de diez países y cada puestista tiene la ventaja de adaptarla a su mirada. Me gustaría saber qué han hecho los brasileños. Bueno, justamente, cuando él me cuenta la idea de cómo exponer esta historia, lo que resulta es que no es angustiante, sino emocionante. Si bien en la obra se experimenta desazón, tristeza, injusticia, dolor, todo el tiempo nosotros y la gente tenemos una mirada muy alentadora. En todo caso, se vio en el Cervantes, o incluso acá, que en el alegato del fiscal, le gritaban "Griesa", "buitre", como una manifestación de "yo te conozco a vos, te lo voy a decir". El público se involucró de tal forma que tuvo la necesidad de poder expresarse. Es maravillosa toda la idea del final que tuvo el director, donde jamás ves una tortura o una silla eléctrica, no porque se oculte, sino porque se remarca otra cosa.

-¿Qué pensaste cuando te dijeron que venían a Mar del Plata con "Sacco y Vanzetti?

-Soy la mayor víctima de todo lo que tiene que ver con el prejuzgamiento de lo que puede llegar a pasar, porque siempre le he errado de una manera rotunda. Lo que creo que va a ser un éxito, dura una semana, y lo que creo que están todos locos, me quedo tres años dando vueltas por Argentina. Cuando vinimos con "La duda", con Gabriela Toscano, a Mar del Plata y gira por la costa, en la primera función de la temporada en Villa Gesell, yendo en ruta, hablo con una asistente, con miedo, porque para mí no pegaban una monja, una sotana y la arena y del sol de Gesell. Pregunté sólo para ver cómo empezaba a manejar el fracaso de hacer una función para 30 personas, y me contestó: "hay 670 entradas vendidas". Sí lo que me pareció muy interesante es que en Mar del Plata pasa una de las cosas más insólitas en el mundo. ¿Dónde existe un lugar así? Primero, el orgullo de traer el espectáculo a un lugar que está estigmatizado de otra forma, donde parece que no hubiese posibilidad de opción. Y, segundo, estar en el Auditórium, un lugar popular, con un espectáculo popular, bancado por el Estado, es decir, por todos nosotros. No estar preocupado por la taquilla, por el efecto, por el escándalo, apuntar claramente a un hecho artístico y a que el dinero de la entrada no sea un impedimento, es una combinación de objetivos absolutamente cumplidos.

"Soy el protagonista de esto"

Flamante padre, Fabián Vena pasa sus días en Chapadmalal con su actual pareja, la modelo y acrtiz Paula Morales, Valentino, nacido en enero, y sus dos hijas, fruto del matrimonio con la actriz Inés Estévez.

Vena remarcó que la paternidad lo encuentra "así de locuaz, de tranquilo y de seguro, y así de feliz, viviendo un momento absolutamente único".

"Vivo, siento y pienso todo lo que les pasa a todos los padres, pero bueno, soy el protagonista de esto", dijo, y agregó que Valentino logró hacerle derrivar los prejuicios sobre la paternidad en relación con las libertades artísticas.

Convencido de que es artífice de su mejor creación, admitió que, en la conformación de esta familia, el amor está "por encima de todo y en la base de todo" y agregó que, junto a su pareja apuestan por "alcanzar el estado de felicidad todo el tiempo posible".