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27-03-2015

Paquito, de artista de circo a humorista de la calle Rivadavia

Este verano fue parte de "La revista de Mariquena". Ahora, todas las noches hasta el domingo de Pascua sigue con su espectáculo de humor en "La revista del ángel". Cuenta qué le dio el circo y por qué nunca llegó a Barcelona.

"Pensé que el mundo así", dice. "Pensé que toda la vida iba a ser un viaje constante". Nacido de casualidad en Chile, hijo y nieto de artistas de circo, el patio de su infancia fue Latinoamérica. Viajes en avión con su familia, vida en hoteles y asistir a las actuaciones de sus padres cada noche, en los circos que los contrataban. Orfei, Thiany, Rodas y otros de familias tradicionales.

Así fueron los primeros doce años de Paquito Wan Chan Kein, el nombre artístico de Fabián Moscoso, 39 años, hoy humorista, actor, artista callejero, músico inquieto y padre de Nahuel y Noam, esposo de Romina Zúñiga.

En Mar del Plata, este verano "Paquito" se lució en "La revista de Mariquena", bajo la batuta de Mariquena Del Prado, el personaje de Horacio Sansivero. Y ahora, hasta Semana Santa los marplatenses podrán disfrutar de su personaje cómico en la obra "La revista del ángel", en el teatro Del Angel (Rivadavia y Corrientes, a diario a partir de las 22,30).

Una larga historia de amor a su trabajo de artista lo depositó nuevamente esta temporada, en el ajetreo de la excéntrica calle Rivadavia, una cuna de espectáculos alternativos durante los meses de calor.

Sedentarismo versus giras

A los doce años, su padre decidió que él tenía que estudiar el secundario. Entonces, todos se alejaron de la carpa y la familia se asentó en Avellaneda. El joven Fabián jamás pudo adaptarse. "Los demás me preguntaban cómo era vivir en el circo y yo les preguntaba a ellos cómo era vivir todo el año en el mismo lugar", recuerda, en una charla con LA CAPITAL. Sin embargo, las recurrentes crisis -eran los años ´80- los obligaron a volver a las pistas y a las giras, pero esta vez por el interior de la Argentina.

Más tarde, vino Mendoza como destino de radicación, una ciudad con casa, escuela y la posibilidad de aprender, tal como quería su papá, también humorista, el payaso Pulguita.

Escuela de actuación, clases de saxo y aprender de la calle como si fuera el gran escenario formaron parte de aquellos días cerca de la cordillera. Actuaba con sus amigos en la plaza Independencia, el mismo lugar en el que se fogueaban otros artistas callejeros. Libertad y vergüenza, en igual medida, es lo primero que le viene cuando evoca esos años.

La libertad de la calle, abandonar un trabajo fijo que le parecía horrible, y, a la vez, la necesidad de tener que pasar la gorra. "Era como pedir limosna", dice, un aspecto que tampoco convencía a su padre, entonces su compañero de rutinas artísticas.

"Pasar la gorra era otro espectáculo que tenía que hacer, aparte, porque si tardabas la gente se iba, hasta que le empecé a agarrar la mano", indica, siempre enérgico, siempre entusiasta de su trabajo, mientras Nahuel insiste "¿papá, cuándo nos vamos?".

Apareció Mar del Plata

En su deambular por el país, apareció Mar del Plata. La Rambla era otra oportunidad de trabajo: rutinas de payaso después de la playa. Y escenarios alternativos bien tarde para ejecutar la música con su banda "Kingballa", once artistas con los que hacía ska, reggae y salsa.

Fabián asegura que la enseñanza del circo fue clave para que la calle no terminara ensuciándolo: "Mantenerse sano física y mentalmente, tener una buena alimentación, alejarse del vicio". Así se disfrutaba "la libertad de la calle".

Y de tanto probar en la rambla, un amigo lo vio actuar y le ofreció trabajo en Estados Unidos, en el circo Royal Hanneford, que entonces iniciaba una gira por las ciudades del oeste norteamericano. Era 2001, las Torres Gemelas se caerían mientras él giraba por tierra gringa. Testigo de la tragedia, vería cómo la tristeza se hacía carne entre los estadounidenses. "Pero a la mitad del contrato con Hanneford me fui", cuenta. Algunos incumplimientos lo obligaron a tomar esa decisión. Y volvió a la calle: agarró el saxo y empezó a interpretar boleros frente a los transeúntes. Los otros músicos callejeros no dejaban de tocar el himno nacional de Estados Unidos.

Un viaje por la mitad

Volvió a Argentina. No extrañaba el país. Añoraba a sus amigos de Mendoza. Soñaba con volar a Barcelona, la meca de quienes eligen hacer arte en la vía pública. Quería conocer Europa. Sin embargo, Mar del Plata y su fuerza centrífuga lo volvió a capturar. Lo contrataron del circo Real Madrid, que entonces estaba en el Puerto y ahí la conoció a Romina, también heredera de una larga estirpe circense.

Hizo temporada, se despidió de esa novia que parecía ser sólo de verano. Se tomó el micro a Mendoza, pero no llegó. Interrumpió el viaje y volvió a buscarla. "Al final no conocí Europa, es una cuenta pendiente, es que el amor me llevó por otro lado", asegura, como máxima de vida.

En 2011 se sumó al espectáculo de Mariquena. Y casi al mismo tiempo lo contrató el productor Juan Alzúa.

El agradece, que dice hacer humor en base a la improvisación, agradece a todos: a los marplatenses, a Mariquena y al productor. Sabe que Mar del Plata fue su plataforma de graduación como artista. Pasó por varios escenarios hasta llegar al Tronador, este verano junto a Mariquena (que obtuvo un premio Estrella de Mar). Volanteó como loco cada verano por Rivadavia y se quedó con lo mejor de todo: el aplauso sincero del espectador que reconoce todo su talento, aunque él no sea una figura conocida de la tele.