CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
02-04-2015

El transformista que a cara lavada es un hombre apasionado

Probablemente la clave del éxito de Pablo Rey en los escenarios y lo que lo mantiene vigente a cuarenta años de haber empezado en el transformismo, sea la pasión. Esa que muestra todas las noches cuando tras sacarse las plumas, el maquillaje y los tacos, se golpea el pecho para decir "este soy yo".

Con cuarenta años sobre los escenarios, Pablo Rey es uno de los transformistas con mayor trayectoria en el ambiente teatral, que mantiene intacta su vigencia.

Y esto no es producto de la casualidad: en cuarenta años no ha dejado nunca de volantear como el primer día, de renovar su espectáculo, de crear personajes. Ni de ponerle pasión. Quizá allí esté la clave. En la pasión que le pone a todo lo que hace, cuando el personaje le gana al hombre.

Triunfador en Camboriú, donde tuvo veinte años de éxito en momentos en que nadie iba a Brasil a presentar espectáculos, Pablo Rey volvió a ser exitoso en su país cuando decidió volver, radicándose en Carlos Paz. Laburante de esos que no bajan los brazos nunca, así como en los ochenta abrió la plaza Camboriú, hace quince años lo hizo en Termas de Río Hondo, donde no falta ningún invierno, presentándose a la gorra en los hoteles "para que ningún abuelo se quede con las ganas de ver el espectáculo".

Los veranos solía hacerlos en Carlos Paz, donde incluso ganó, en 2006, el Carlos de Oro. Hasta hace dos años atrás, cuando el productor marplatense Juan Alzúa le propuso venir a Mar del Plata y él se dejó tentar. Y acá, lo premiaron primero el público llenándole la sala casi todos los días y luego sus pares con el "Independencia de Oro" del teatro independiente, algo que lo hizo sentir "la persona más querida del mundo".

Desde hace dos temporadas, es un integrante más de la variada y extravagante fauna de la mítica calle Rivadavia y uno de los últimos en irse.

Nacido en Entre Ríos, en el por entonces pequeño pueblito de Santa Elena, sufrió la incomprensión familiar. Su padre quería que fuera albañil, como él, y lo llevaba a las obras a acarrear ladrillos. Eso lo decidió, a los 14 años, a irse del pueblo a concretar su sueño de ser artista, por donde lo llevara el camino.

Y el camino lo llevó primero a Santa Fe, donde paró en un camping haciendo funciones de títeres a la gorra -poniendo una lona de árbol a árbol-, después, colgado de un tren a Buenos Aires, donde durmió en las estaciones. Cuando al fin pudo conseguir trabajo y empezó a remarla en el espectáculo, llegó a Camboriú...

-"Cuando yo llegué en el 81 -rememora-, había sólo un show de mulatas que se llamaba Makulele y Mario Haus tenía su castillo con una salita muy chiquita arriba, donde había un show con tres o cuatro travestis que había traído de Italia, de España, y que hacían playback, nada más. Ese era el show que había para los argentinos. Hacían juegos, no hablaban español, apenas portuñol... Cuando llegué yo para ellos fue una locura, porque llegué haciendo Ginamaría Hidalgo, Liza Minelli, Susana, haciendo mis personajes más desopilantes. Y se empezó a correr la bolilla: "che, hay un argentino que vino que es bárbaro" y se fueron comunicando entre las empresas y después hasta los brasileños me vinieron a ver, porque era furor. Estuve veinte años y logré algo muy loco: así como ningún turista puede dejar de ver a los lobos marinos en Mar del Plata, ninguno podía pasar por Camboriú sin ver a Pablo Rey".

Fue en Camboriú precisamente donde conoció a Claudia, el amor de su vida, una marplatense fanática suya que iba siempre a verlo. Hasta que él la vio a ella.

"Nos conocimos y nos enamoramos. Pero ella vivía aquí y se fue. Durante ocho meses la llamé todos los días por teléfono pidiéndole que fuera a Camboriú. Le mandaba cajas con osos, con regalos...un 24 de diciembre le dijo a la madre después del brindis que se iba a Camboriú, a vivir conmigo. Como la visa era por tres meses, me dijo que ese era el tiempo que tendría para probar, porque en realidad, no nos conocíamos..si nos iba bien, la renovaba. Y así, esa visa se convirtió en 15 años...En Camboriú nació Franco, de 14 años, que juega al fútbol en Talleres de Córdoba. Thiago, de 11, es argentino y cuando puede actúa conmigo. Hace mímica, baila, es un comediante y está entusiasmadísimo".

-¿Qué pasaría si tu hijo que está empezando a trabajar con vos, elige ser transformista?

-Lo apoyaría, totalmente. A mí no me apoyaron cuando empecé. A mi papá que ahora está grande y me va a ver siempre al teatro, le costó mucho ir. Hoy le gusta lo que hago, nunca hablamos porque es muy chapado a la antigua, aunque es un amor de tipo. Y mi mamá, que ya no está más, siempre me iba a ver. Pero eso fue cuando había triunfado.

Laburante como pocos, Pablo Rey hace su espectáculo en invierno en los hoteles en Carlos Paz los lunes, martes y miércoles, y de jueves a domingo en Termas de Río Hondo. Con orgullo, dice que Thiago "actúa conmigo, hace mímica, baila, hace a Mike Jackson, el numero de La Máscara de Jim Carrey...".

"Mis hijos me apoyan -se sonríe con ternura- fijate que Thiago trabaja conmigo y Franco me hace el sonido. Luego está Roger, de 25 años (hijo de su primer matrimonio), que me dio dos nietos, Juliana de dos añitos y Joan que tiene tres meses...

Si bien Pablo Rey es uno de los transformistas más conocidos del país y sin renegar de ello, él prefiere decir que es "un comediante".

Y es que su formación actoral es empírica, pero vasta: ni bien llegó a Buenos Aires, trabajó mucho en los locales donde actuaban los grandes: "me ofrecía para limpiar el teatro, el baño, para ayudar en lo que sea, con tal de ir y ver de atrás del telón a Jorge Luz, Osvaldo Pacheco...mi personaje La Yoli por ejemplo, tiene mucho que ver con La Porota de Jorge Luz, tiene mucho de Osvaldo Pacheco, con esa puteada que te divierte, no te agrede, no es chabacana...".

Allí también, conoció a Alfredo Barbieri, que marcó su rumbo como artista para siempre. "Con Carmen siempre decimos que somos primos, porque ella me dice "vos sos igual a papá cuando era joven", por mi forma de hacer mímica, los rasgos...El después de verme actuar le dijo a Carmen que me pasara su material para que yo lo hiciera. Después de que él falleció, con el tiempo ella me llama y me dice "tengo un regalo para vos, algo que papi me dijo que te diera". Y me dio todo el material musical con el cual el hacía las fonomímicas, que no lo tenía nadie.

-¿Qué significan cuarenta años de carrera?

-Son muchos pero aunque sean cuarenta yo todos los días trato de aprender un poquito más. Y todos los días, me voy a la Rambla a volantear, haciendo algún personaje y llego dos horas antes al teatro, para seguir volanteando en la calle. Y cuando no estoy trabajando, estoy en la computadora buscando y armando cosas nuevas...

-Básicamente la despedida de los shows de transformismo es la misma: cada uno a su estilo -vos con mucha pasión-, se sacan el maquillaje en público...¿cuál es el sentido de esta especie de ritual?

-Para mí es como decir "este soy yo", como decir que todo era una fantasía, pero este soy yo, el actor. Vos fijate que yo hasta el ultimo personaje, estoy en pose. Y cuando sale Pablo, es como que estoy yo. Esto yo se lo he explicado a muchos transformistas: que vos podés ser lo que seas, pero sos un actor. Entonces, si querés vender al artista, mariconeá todo lo que vos quieras, pero cuando te sacás el maquillaje, tenés que mostrar al hombre.