Marisa Potes: "Mis novelas son como el cine de la tarde"
Es maestra de una escuela del barrio Autódromo y, además, escritora. Cuenta cómo nació "Marimosa y las hormigas", un cuento sobre la solidaridad y la resistencia.
Como un juego. Como una manera de probarse en diversos roles. Así empezó a escribir, en su adolescencia, Marisa Potes. Veinticinco años después de trazar sus primeras ficciones y dispuesta a seguir jugando, se atrevió a romper el cono de sombra de la timidez y dio a conocer sus historias. Su mamá fue su primera lectora. Después le siguieron sus amigas, las "otras víctimas", tal como define entre risas a quienes leyeron sus manuscritos.
"Mis novelas son para todo público -le cuenta a LA CAPITAL-, como el cine de la tarde, no es que esté dirigido a un público infantil, las puede leer todo el mundo, así es mi literatura en general".
Ya atesora varios títulos juveniles e infantiles. "Malacara" (Libresa) fue el primero y premiado en Ecuador, luego siguieron "El campo deportivo" y "El efecto elefante", ambas novelas editadas por el sello local Gogol. Y para niños y niñas ideó "Quería ser monstruo" y "Mi barrilete vampiro" (las dos por Salim Ediciones). A pesar de que no para de escribir, esta marplatense de 49 años que es madre y abuela, no abandonó su otra profesión, la docencia en la escuela Nº 63 de Mar del Plata, "la que está frente al autódromo", ubica.
Recientemente, se dio el gusto de colaborar con las Abuelas de Plaza de Mayo y la secretaría de Derechos Humanos de la comuna. Sostenida por ambas entidades elaboró el libro de cuentos "Marimosa y las hormigas". La historia está basada en anécdotas contadas en torno a Alicia Muñoz, una militante desaparecida durante la última dictadura cívico militar e hija de Leda Barreiro, activa abuela de esta ciudad.
En "Marimosa..." trabajó con el ilustrador Adrián Icasati. Juntos pensaron en contar una historia universal, que atravesara ideas políticas e hiciera foco en "la resiliencia, la resistencia, el amor y la solidaridad", enumera la autora, quien resultó ganadora de la primera mención del Premio Sigmar por su novela aún inédita "Bajo la luz del bosque".
"Yo creo que había que rescatar la esperanza y la libertad interior y Leda opinaba lo mismo. Es el mensaje con el que queremos llegar -indica-. Es un cuento pensado para las futuras generaciones y para aquellos que por alguna mención política directa pudieran rechazar o negarse a conocer la historia, porque es una historia que está basada en Silvia Muñoz, pero en el mundo, en la actualidad, hay gente que ha sido subyugada por algun bicho repugnante que le quitó la libertad y que se aguantó y trató de hacer lo mejor posible y salir de eso. Quisimos hacer algo universal".
- ¿Cómo nació la historia de "Marimosa..."?
- Fue un regalo, la posibilidad de colaborar. Me fascinó el proyecto. Me tiraron una idea, nada más. Me contaron que Leda había contado la anécdota de las hormigas: diferentes
sobrevivientes de los centros clandestinos que estuvieron con su hija habían visto que (en las celdas) entraban hormigas. Y decidieron no matarlas, las dejaron que fueran y vinieran, que entraran y salieran. Ea un símbolo de que afuera había libertad y de que ahí la vida continuaba. Y ellos se proyectaban en esa vida. Esa anécdota se la contraron tres personas diferentes que estuvieron en tres lugares diferentes y que no se conocían entre sí. Y se lo contaron en diferentes épocas. De esa anécdota surgió la idea de hacer un cuento. Además, todos los relatos que le hicieron a Leda sobre su hija tienen que ver con cosas de esperanza y de vida. Entonces escribí un borrador, una parte bien relatada y una serie de ideas sueltas. Después tuve la reunión con Leda. Iba con pudor porque quería ver si el enfoque que yo le había dado tenía que ver con lo que ella pensaba. Tuvimos una mateada larga, de cuatro horas, con anécdotas incluídas. Cuando le leí mi borrador ya sabía que íbamos por el mismo camino.
- ¿Cómo abordaste los temas de los centros clandestinos de detención y de las torturas, teniendo en cuenta que es un cuento infantil?
- Todo fue a través de la metáfora y la alegoría. Los centros aparecen como una imagen, es parte de una imagen. Yo tenía las hormigas, del otro lado puse animales, porque como el libro era para chicos chiquitos tenía que ser con animales. Yo tengo una nieta de cuatro años que, cuando escribía el cuento, jugaba a ser mariposa, estaba copadísima con las mariposas y las llamaba "marimosas". Y le robé el nombre, me pareció ideal. El enemigo son unos bichos repugnantes malvados que no sabemos bien de donde vienen, las hormigas saben que esos bichos obedecen a algo grande y ellas consideran que eso grande que está afuera es el miedo personificado, con mayúsculas. Es algo que está afuera, que las subyuga.
- Empezaste a escribir en la adolescencia, pero recién hace unos años te diste a conocer. ¿Qué te decidió a hacerlo?
- Fue un letargo de veinticinco años. Empecé a escribir a los trece o catorce. Veinticinco años después doy este primer paso: ya pasé la primera barrera que es que el resto sepa que escribo, animarme, porque sí, me daba vergüenza. Soy autoexigente, no sé si lo que escribo es fabuloso pero como dice (Alejandro) Dolina es lo mejor que puedo hacer. Lo anterior era ilegible. Esperé hasta considerar que lo que hacía era apto para que otro lo leyera. Y si bien es amateur hay ahora más profesionalismo. Hay mucha correción, mucha relectura, mucha bibliografía para sostener mis ideas.
- ¿Por qué tu madre fue la primera lectora de tu obra?
- Empecé a escribir a partir de que soy muy lectora. Y mi mamá es lectora. Yo fui lectora porque mi papás siempre fueron muy lectores, me contaban y me leían cuentos. Me compraban libros. En casa nunca había dinero extra, cuando era chica nunca había facturas, por eso era flaca, pero libros sí. Ir a Erasmo era hermoso, miraba los estantes y pedía que me bajaran los libros. Eso era maravilloso. Cuando terminé mi primera novela se la di a leer a mi mamá. Le pedí que me criticara y además la molestaba mucho mientras leía. "¿Qué te parece que va a pasar?", le preguntaba. Creo que a todos los escritores les pasa, en realidad a cualquier artista: lo interesante es saber qué le produce al otro, si lo que vos quisiste volcar ahí se ve o no se ve, si el otro lo capta o si interpreta otra cosa. Y como ese primer resultado fue bueno, después hubo otras víctimas.
- ¿Pasaste por la experiencia de los talleres literarios?
- No pasé por talleres literarios. Hice un taller de manga, cómic y de guión de cine y de TV, con Norberto Vieyra. Aprendí un montón. Es algo personal, no fui a talleres porque siempre me dio la sensación de que ir a un taller era como cumplir una tarea escolar. Recordemos que yo escribo con todo el cuidado, pero desde el hobby, desde mi parte lúdica, mi trabajo es la docencia y es un trabajo que amo y lo paso muy bien, es lo remunerado, de lo que vivo. Soy secretaria de la escuela 63, la que está frente al autódromo. Hasta hace dos años estaba a cargo de grados, e igual desde la secretaría se ejerce la docencia. Para mi la escritura tenía que ir por otro lado.
- Qué buen momento vive la literatura infantil y juvenil.
- Sí, es un buen momento para la literatura en general, porque varios escritores de mi generación, sobre todo los que escribimos juvenil, lo hacemos pensando en aquellos libros que no encontramos cuando nosotros queríamos leer. En la Colección Robin Hood ¿donde había un libro que transcurriera en la Argentina? Después empiezan a aparecer y ahora es un momentazo. Es un momentazo para uno como lector. Y lo que faltaba era Mar del Plata. Al mundo lo habíamos traído a la Argentina, ahora faltaba Mar del Plata. La Feria del Libro de Mar del Plata ayudó en eso. Mar del Plata nació como la villa balnearia de la gente de Buenos Aires, pero de eso hace mucho y nosotros seguimos con ese resabio. Muchas actividades marplatenses tienen como espejo al público de Buenos Aires. Y la Feria del Libro cambió ese eje, lo mismo que el Festival Azabache.
- Tus personajes entonces están asentados en Mar del Plata.
- Algunos sí, otros no. En "El efecto elefante" la protagonista es marplatense, es una novela juvenil de ciencia ficcion e historia. Hay un universo creado que es reconocible y que tiene sus propias reglas y restricciones. Transcurre en la Argentina contemporánea, 2006, 2007. La protagonista es una estudfiante de historia que trabaja en una aseguradora y a la que no le alcanza la plata.
- En ese libro combinás ciencia ficción e historia argentina ¿cómo se dio esa mixtura?
- En casi todo lo que escribo el juego es "y si en lugar de...". En este caso, ¿y si los viajes en el tiempo no fueran a ver a Leonardo Da Vinci ni a Lincoln sino a Belgrano y a Moreno? Hay un grupo que trabaja en un cuartel del tiempo, viajan siempre para atrás, para arreglar anomalías en la historia. El contexto es realista. Y hago una paráfrasis del Efecto Mariposa, de la teoría del caos. Ahí se dice que si un aleteo de mariposa en la historia es complicado, para la historia argentina un error es como una patada de elefante, por el efecto en las consecuencias que produce.
- ¿Qué se viene ahora, en qué historia estás?
- Se vienen dos novelas: una policial y una fantástica. Juveniles las dos. La fantástica es de hombres lobo, va a trancurrir en America, en el Siglo XVII, en la época de los conquistadores. Un grupo español cae por acá con su maldición a cuestas. Y va a ser una saga. La otra es un policial contemporáneo que transucrre en un pueblo de la zona. Por otra parte, está en confección la segunda parte de "El efecto elefante".
