Se descalzaron y pusieron los pies en la arena. Unas hicieron un cordón de pañuelos violetas y las otras -las muchas-, comenzaron a caminar. Despacio, desde la rambla por la escollera. Hacia el mar. "Yo soy", decían, como una letanía, en respuesta a las consignas que gritaba Clodet García, de Mujeres de Artes Tomar, colectivo que convocó a "Un mar de mujeres".

Clodet adelante y atrás, en el medio, dando voces, alentando. Y las mujeres, "yo soy", "yo soy", rumbo al mar.

La columna se detuvo en el extremo de la escollera y una a una, las mujeres fueron levantando las manos. Echando sus dolores al océano. Y absorbiendo de él su fuerza. Renovando energía.

Después, una a una se tomaron de las manos para hacer el camino inverso. Y bajaron a la playa. Allí, las mujeres jugaron como niñas, formaron olas, mojaron sus pies en la espuma, gritaron, se abrazaron, lloraron.

Maravilla de mujeres que sólo ellas pueden reír y llorar al mismo tiempo, emocionarse con la emoción de la otra, abrazarse sin conocerse pero reconociéndose.

Como en un aquelarre -como dicen que eran los aquelarres-, las mujeres descalzas bailaron y prolongaron su alegría aun cuando la acción artística, formalmente, ya había terminado.

Los tambores sonaron y ellas siguieron cantando. "Soy fuerte, guerrera, yo soy. Soy fuerte, guerrera, yo soy... fui santa, fui bruja, fui puta. Y no me callé. Y no me callé".