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19-11-2009

"El mundo de los adultos abandonó a los chicos en situación de pobreza"

Durante más de dos horas los curas de la Ciudad de Buenos Aires compartieron experiencias con gente que trabaja en barrios periféricos de Mar del Plata. Fue el Hogar de la Hermana Marta, en el barrio Las Heras. Las drogas y el tráfico de armas, los dos temas más preocupantes.

Los curas José "Pepe" Di Paola y Gustavo Carrara parecían sentirse como en casa. Unas cincuenta personas los habían esperado con ansiedad en el Centro Comunitario Nuestra Señora de Luján, que lidera la Hermana Marta, en el corazón del Barrio Las Heras.

Meses atrás cobraron notoriedad cuando dieron a conocer públicamente un informe elaborado por el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de la Arquidiócesis de Buenos Aires.

En rigor, fueron diecinueve curas que viven en villas los que firmaron el texto. Y denunciaron que la mirada y las discusiones sobre esa problemática social que mantiene gran parte de la sociedad argentina, están muy alejadas de lo que pasa en la realidad,

Entre otras cosas, dijeron que en esos sectores existen "zonas liberadas" funcionales al narcotráfico. Y fueron contundentes al afirmar que "entre nosotros la droga está despenalizada de hecho..."

Afables y de visible actitud austera, los sacerdotes enfrentaron a un auditorio que amenizó el encuentro entre mates y galletitas en el contexto de uno de los barrios más populosos de la ciudad a la que dijeron haber venido "pero no para hacer turismo".

Se sentaron frente al público junto a Marcela Puglisi, del Instituto Maritain Filial Mar del Plata que organizó el viaje a Mar del Plata, de los ahora conocidos como los curas villeros.

"Estamos acá para compartir experiencias. Y para contar la realidad que describimos en el documento, es decir, lo que pasa con los chicos que atendemos en los lugares donde trabajamos y los problemas que tienen con el consumo de drogas", respondió de entrada "Pepe" Di Paola.

En todo momento resaltaron que la labor que llevan adelante es fruto de la experiencia cotidiana y no pretende aportar ningún conocimiento de índole científica.

Advierten, entre otras cosas, que la pobreza estructural en Argentina viene de larga data. Pero reconocen un cambio virulento que se observa en los últimos años en cuanto a la situación de los niños que viven en situación de pobreza.

"El mundo adulto se retiró en general de la responsabilidad de atender a los chicos y a los jóvenes para darles una vida digna. Por eso entendemos la importancia de que toda la sociedad trabaje en esta problemática", reflexionó.

¿Cuál sería para estos curas el primer paso a dar hacia la inclusión social de los sectores más desfavorecidos? Gustavo Carrara asume que el grupo de sacerdotes al que pertenece habla "de una pedagogía de la presencia. Esto quiere decir acercarnos a los niños que ya están consumiendo drogas, llamarlos por su nombre, hacerlos sentir queridos, valorados y tratados como personas".

Los curas creen en la imperiosa necesidad de generar un vínculo porque es a partir de ahí que el pibe se siente respetado y comprendido.

Después vendrán las propuestas: un centro de día o algún lugar de internación dependiendo del caso ya que "no hay una regla común para todos".

"Pepe" Di Paola apunta que la sociedad argentina suele manifestar al menos dos equivocaciones al momento de juzgar la realidad de los asentamientos precarios, por lo menos en cuanto a los que ellos ven desde sus capillas: "Una es pensar que la villa es sinónimo de narcotráfico, siendo que la primera víctima de ese negocio es justamente la gente que vive en esas condiciones. Y las otras víctimas de este tiempo, son los chicos".

Sin embargo, advierten que es difícil de explicar esto a quien perdió a un ser querido a manos de un menor en medio de un asalto.

"Debemos ser responsables como sociedad. Hemos llegado a un límite terrible porque los adultos abandonaron a estos jóvenes", resaltan los sacerdotes.

En igual sentido advierten que los medios de comunicación tienden a poner el énfasis en "todo lo malo de las villas", cuando en esos contextos cohabitan distintas realidades.

Los sacerdotes recordaron que desde hace unos 40 años la Iglesia realiza tareas pastorales en barrios humildes. Recordaron, por ejemplo, la labor que llevaron adelante décadas atrás el padre Carlos Mujica y otros tantos curas.

"Desde aquellos años comenzó a ocurrir que las villas empezaron circundar territorios parroquiales. Muchos de los curas que vivían en esas zonas trabajaban en distintos oficios. Pero se fueron relacionando con la gente poco a poco hasta que llegaron los bautismos y todo tipo de ayuda sacerdotal", recordaron.

Di Paola y Carrara contaron que en las villas de la Ciudad de Buenos Aires habitan personas que llegan desde el interior del país y de países limítrofes. "Toda esta gente viene con la idea de una vida mejor. Pero la prensa amarilla y una parte de la sociedad piensa que esa gente no quiere progresar".

Aún hoy los curas admiten estar sorprendidos por el impacto que causó el último informe que presentaron públicamente. El grupo se reune cada 15 días con la intención de compartir experiencias e información.

"Es doloroso ver el estado en el que llegan algunos chicos a nuestras capillas por los efectos de las drogas. El tema se agravó desde 2001 en adelante. Nosotros estamos ahí todo el tiempo, no nos vamos, aún cuando puede pasar que a las 3 de la mañana escuchamos algún que otro tiroteo", contaron. Asimismo, dicen que el tema del tráfico de armas en esos barrios "está fuera de control".

Durante el tiempo que compartieron ayer con representantes de la Universidad, de organizaciones barriales y de docentes, ambos curas insistieron una y otra vez en la importancia de la educación, de la responsabilidad social en general y de arbitrar todos los medios para salir al cruce de una problemática grave y creciente como en la que viven.

También en que se facilite el acceso a tratamientos para los jóvenes con problemas de adicción ya que como están dadas las cosas "hoy se puede tratar sólo el que tiene dinero para hacerlo", reconocieron. Asimismo, perciben que los padres de estos niños se enfrentan a un problema muy complejo y, en muchos casos, "notamos que bajan los brazos".