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21-11-2009

Navegar en la fragata "Libertad", una experiencia única

Un periodista y un reportero gráfico de LA CAPITAL tuvieron la posibilidad de subirse al buque emblema de la Armada Argentina.

por Hernán Gabriel Marty

Cuando desde el diario me avisaron de la posibilidad de embarcarme en uno de los orgullos de la Marina argentina, pensé que debía aceptar sin dudarlo. Poder ser parte de la tripulación de la fragata Libertad no sucede todos los días (de hecho no pasa casi nunca), aunque más no sea de invitado.

También evalué cuáles podían ser los motivos que me hicieran permanecer en tierra, como por ejemplo el hecho de no contar con más experiencia naval que haberme subido a un gomón para realizar una salida de pesca en San Blas (en la que el mareo cumplió con su cometido), o en botes a remos en las lagunas de la provincia en busca de pejerreyes. Además estaba Silvia, que con 7 meses de embarazo debía quedarse sola hasta mi regreso, y quizás ahí estaba el motivo más fuerte.

Una llamada hasta mi casa bastó para recibir el "ok" de mi esposa, que me aseguraba que una oportunidad como ésta no iba a repetirse y que "Enzo" me esperaría en el mismo lugar hasta que llegara 7 días después.

Con la decisión tomada llamé para confirmar mi presencia al capitán Guerra (nuestro contacto para la travesía) y aproveché para interrogarlo sobre cómo podía ser la experiencia. Entre todas las recomendaciones, el marinero me aseguró que "Viajar en la fragata Libertad es un placer, es como ir en un crucero", lo que me tranquilizó bastante, a pesar de no haberme subido jamás a un crucero.

El lunes una hora antes del embarque, conocí a quien sería mi compañero de a bordo, ya que desde Mar del Plata el diario enviaba también a un reportero gráfico para realizar el registro de la imágenes del viaje. Ricardo Tamalet, no sólo resultó un fotógrafo de excepción, sino una compañero de viaje increíble.

Ver la "Libertad" por primera vez amarrada en el muelle de alistamiento del astillero de mi ciudad natal fue imponente y me hizo apreciar un mucho más la labor que allí se realiza, que da orgullo y trabajo a tantos ensenadenses.

Con la fragata ya navegando en aguas del Río de la Plata y luego en aguas del mar argentino comencé a comprender algunas cosas y a redefinir muchas otras. El silencio en altamar, roto sólo por el ruido que el viento provoca al rozar la olas, es algo digno de recordar. El cielo completamente estrellado mostrando como puede iluminar la penumbra el reflejo de la luna y las estrellas, también es algo para guardar.

La convivencia con la tripulación y sus costumbres, resignificó la definición de algunos conceptos como "puntualidad", "seguridad" y, como bilardista ortodoxo que soy, no pude dejar de notar el tema de la "superstición".

El viaje también me dejó otras cosas, como la posibilidad de haber conocido a Jorge Pérez, un radioaficionado que fue la música de fondo del comedor donde a diario laburamos, pero que destacó entre los invitados por la perseverancia y la pasión que tiene por su hobbie, su frase "CQ, CQ, CQ 80 metros..." quedó registrada en el recuerdo de muchos de los que allí estábamos.

Un párrafo aparte merece el profesor Alberto Taus, que es responsable de Física I en la Escuela Naval de Río Santiago, con el que conformamos junto a Ricardo, un trío durante toda la travesía. Obviamente debió sentir el rigor de estar con 2 personas, que bien podrían ser sus alumnos o sus hijos, pero que por suerte para el no lo eran.

Estar 5 días embarcado sin contacto alguno con lo que ocurre en tierra, es una experiencia extraña y fascinante que cambia el punto de vista que se tiene sobre muchas cosas. Estar 5 días navegando en la fragata Libertad, es una experiencia que me gustaría que no sea como dice el título de esta nota, y se pueda volver a repetir.