LA PLATA (Corresponsalía).- Hasta hace dos años Martín no era dueño de si mismo. "Cuando tenía un peso en el bolsillo, lo primero que quería era ir a jugarlo. Llegué a escaparme del trabajo o a mentirle a mi familia para irme al bingo", relata. Martín es un platense de 47 años que en octubre de 2008 se acercó, gracias a un amigo, a un centro de asistencia para tratar su adicción al juego.

La ludopatía o juego patológico, aunque es una adicción poco tenida en cuenta en el ámbito de la salud mental, es considerada como un trastorno de la personalidad respecto del control de los impulsos en relación al juego, que afecta la relaciones con la familia, la amistad y en el trabajo. A diferencia del "juego social", el juego compulsivo afecta la salud de la persona y genera trastornos en su vida diaria.

En la provincia de Buenos Aires hay 10 casinos, 46 bingos y 5 hipódromos; además de centenares de sorteos donde participar través de las 3.070 agencias de lotería habilitadas. Pero también el gobierno bonaerense abrió 7 centros de Asistencia al Jugador Compulsivo por los que pasan cerca de mil personas cada año.

"Llegué desesperado el Centro", cuenta Martín. "Me escucharon y además me derivaron a un psiquiatra porque estaba en medio de una crisis que excedía el jugar o no jugar". Estaba endeudado con distintas financieras y apostaba a escondidas. "No podía dormir pensando en las deudas que tenía. Sin embargo no podía parar de jugar, iba al bingo siempre que podía y era en lo único que pensaba. No disfrutaba de nada, porque cuando hacía algo estaba esperando el momento para ir a jugar", recuerda.

El año pasado se acercaron, como Martín, 965 personas a los centros provinciales. En el marco del programa de Prevención y Asistencia al Juego Compulsivo se realizaron 8.700 prestaciones individuales y 6.665 grupales por profesionales de la salud.

La edad de los pacientes que más se acerca a pedir ayuda es entre los 41 y 50 para los centros de Mar del Plata, Avellaneda, Vicente López, Pergamino, La Plata y entre los 31 y 40 años en los centros de Morón y Tandil. En todos los casos, el juego más elegido son las máquinas tragamonedas, que superan en varios centros el 50 % de las compulsiones, seguidas de las ruletas que representan aproximadamente un 15% de los casos.

El tratamiento de las personas afectadas incluye aspectos médicos, psicológicos y sociales. En la primera etapa del tratamiento, que se concreta a partir de la primera entrevista, se realiza un diagnóstico situacional, teniendo en cuenta aspectos individuales, familiares y sociales.

"Existen varias metodologías para los tratamientos, el Programa cuenta con espacios individuales tendientes a que el paciente verbalice aspectos de su historia y de su patología de carácter personal. Por otro lado, se abren espacios grupales en donde la participación en grupos terapéuticos combina la intervención sobre las actitudes con técnicas de reestructuración cognitiva, ofreciendo un espacio esencial de contención con pares donde circula el cuidado de sí mismo y los otros: la autoayuda", explicó uno de los profesionales del programa.

En todos los casos se brinda contención a los familiares y allegados porque son considerados como el eje central en el tratamiento y en la recuperación del adicto. "Es también un espacio donde se pueden identificar las consecuencias de los actos del jugador sobre su entorno, como violencia familiar, abuso de los vínculos o ruptura de los vínculos familiares".

Una droga sin fármaco

El jugador compulsivo siente la necesidad de jugar cada vez más veces y apostar cada vez más dinero. También aumenta la obsesión por el juego y por obtener plata para jugar.

Muchos hablan de adicción comportamental y a diferencia de la drogodependencia en el juego compulsivo no existe una sustancia externa que produzca un daño a nivel orgánico. Es una droga sin fármaco. Eso hace que en muchos sectores de la población todavía no se la considere como una enfermedad.

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