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11-02-2011

Centinela del Mar, un paraíso olvidado entre campos y playas

Ubicada al sur de Miramar, esta pequeña villa balnearia poco cambió desde su origen. Sólo dos personas integran la población estable durante todo el año, existe un almacén y una escuela que alberga 6 niños de la zona rural.

MIRAMAR (Corresponsal).- Paraíso olvidado si los hay, con playas que se mantienen vírgenes de la malograda intervención humana y una geografía con exiguos caminos que comunican directamente con el mar, es lo que se observa a simple vista en la pequeña villa balnearia de Centinela del Mar.

Perteneciente al distrito de General Alvarado, el poblado se encuentra en el límite con el vecino partido de Lobería.

El viaje de 80 kilómetros desde Miramar dura poco más de una hora, tras dejar atrás las rutas 77 y parte de la 88, debe tomarse un camino de tierra que exige la urgente labor de una motoniveladora para emparejar grandes huellas que son capaces de destrozar amortiguadores, tren delantero y otras partes del automóvil. Por eso el tránsito es lento en varios tramos y pese a los continuos desniveles esto produce un contraefecto ligado paralelamente al disfrute de la verde llanura bonaerense cubierta en esta época preferentemente con soja, girasol y maíz.

Tras un poco más de 20 kilómetros en ese dificultoso trayecto rural y algunas maniobras que hacen ilusionar falsamente con el rally Dakar, un pequeño cartel escondido entre el tupido pastizal nos da la bienvenida a la inhóspita población.

Lo primero que se observa es el almacén, donde según se comenta, viven las únicas dos personas estables durante todo el año y pese a que el negocio no marcha del todo bien, intentan subsistir.

Antiguamente, jornaleros y trabajadores permanentes del campo lo visitaban a diario por lo que el expendio de mercadería era intenso. Pero como todo, la tecnología determinó cambios que no fueron a la par del pueblo; de 60 ó 70 recogedores de papa que solía haber en antiguos tiempos de campaña, ahora hay sólo unos pocos ya que la máquina reemplazó al hombre.

El panorama fue decayendo durante los últimos 16 años, en 1995 había seis residentes permanentes, cifra por demás pobre que siguió reduciéndose cada vez más y se vio potenciada con la no urbanización y falta de servicios básicos.

Por otra parte, es un paisaje único donde se entremezcla el ruido del mar con el de los pájaros. Sus angostos senderos continúan hacia la costa mientras que sobre diferentes parcelas hay 23 propiedades de veraneo que albergan unas 20 familias durante enero y febrero.

Entre traslados -prácticamente a campo traviesa alternando algún que otro puente peatonal realizado por los mismos turistas- se divisa la prolija capilla que es atendida ocasionalmente por un cura párroco llegado desde La Plata y a pocos metros se encuentra la escuela 16 "Alfonsina Storni" con una matrícula de seis alumnos provenientes de campos de la zona a quienes educan la única maestra y sendos profesores de Educación Física e Inglés.

Por otra parte, no existe sala sanitaria y el destacamento policial fue abandonado hace bastante tiempo.

Posada desierta

Hace 5 años por cuestiones económicas dejó de funcionar la única posada que existía en Centinela del Mar, cuya construcción data de la década del ´60. Su último propietario cansado de aguantar un negocio que no ofrecía ningún tipo de rédito, decidió venderla y según cuentan algunos pobladores temporarios, "recaló en manos del conocido empresario Pérez Companc quien junto a su familia pasa los veranos aquí".

La playa, con gran cantidad de piedras producto de los pronunciados acantilados ofrece historias ligadas al hallazgo de fósiles y restos de embarcaciones, pero también de vez en cuando antiguos turistas deciden volver para interiorizarse sobre qué fue de Centinela del Mar.

"Vinimos a observar si todavía funcionaba el alojamiento, ya que aquí pasamos nuestra luna de miel hace 50 años. Se nota que no hubo progreso y todo se terminó lamentablemente", comentó una pareja de ancianos que casualmente se encontró con LA CAPITAL, durante el recorrido por la zona acantilada.

Guardavidas

Carlos Canelo, es el guardavida municipal de estas playas desde hace prácticamente una década y si bien reside permanentemente en Miramar, pasa los veranos junto a su esposa en una pequeña casa donde antiguamente funcionaba la Usina.

Allí y previo a que el lugar estuviera varios años sin servicio de luz hasta llegar el cableado, se brindaba electricidad a través de un motor diesel que se prendía a las 20 y apagaba cerca de la medianoche.

Actualmente, en esa misma propiedad existe un valioso museo con elementos autóctonos y otros obtenidos por el propio morador en travesías de estudio por diferentes ríos de La Pampa y Patagonia, algo que seguramente será reflejado más adelante.

Todos los días, este guardián de playas solitarias recorre unos 350 metros hasta llegar a la bajada que lo deposita luego en el pequeño puesto elaborado con sus propias manos para cuidar entre las 12 y 18 a unos 30 bañistas, número que los fines de semana generalmente aumenta a 50.

"En enero tuve un solo salvataje", comenta entre sonrisas, Canelo. Enseguida, agrega. "Estas playas, tienen bastante piedra por los acantilados, pero en un sector se forma un banco que es donde la gente tiene permitido bañarse".

Con respecto a su vida cotidiana en el lugar, quien además es profesor de Educación Física, señaló: "Llegué hace unos 10 años, porque ya llevaba 20 trabajando en las playas de Miramar y prefería emigrar buscando mayor tranquilidad. Surgió esta posibilidad y me vine, fue costoso entrar ya que la gente no quería nuevos pobladores, algo que todavía hoy se mantiene".

"Con el tiempo la situación fue cambiando, me gané su confianza, afecto y realizamos algunas cosas juntos para mejorar este paisaje, entre ellos, construir un puente, colocarle nombres a las calles y por las noches nos reunimos siempre a comer en la casa de alguien", agregó, Canelo.

Futuro impredecible

Así es Centinela del Mar, un paraíso quedado en el tiempo que mantiene su belleza paisajística y un litoral marítimo prácticamente virgen porque el destino, la propia población e indiferencia gubernamental así lo quisieron. Su futuro es realmente incierto ya que en vez de progresar con el paso del tiempo fue involucionando cada vez más, aunque esto será siempre materia de discusión sobre sí fue mejor o peor mantener ese letargo.

Algunos dicen que cuando este lugar pertenecía al partido de Lobería, previo a un litigio que otorgara las tierras a General Alvarado, estaba mejor conservado y el compromiso comunal era real.

Hoy, su realidad es cruda e impredecible y lo que viene lamentablemente tampoco parece ser alentador.

Atracción de pescadores

Centinela del Mar es un importante punto para la pesca, siendo un reservorio natural para muchas especies ictícolas de alto valor deportivo y comercial. Allí existen dos importantes pozos de pesca ubicados enfrente al pueblo y en el Arroyo La Nutria Mansa, dándose una de las interesantes variedades en pesca, ya sea desde la costa como embarcados, con la posibilidad de cobrar piezas de porte como tiburones, cazones, salmón de mar, bonito, pez limón, corvina, anchoa de banco, mero, besugo y sargo.

Al sur del pueblo se encuentra un lugar tradicional para descubrir y explorar: la Laguna de Los Palos, que cuenta entre su rica fauna a carpinchos, patos, gallaretas, perdices, palomas y otras especies dignas de ser observadas, y donde se suele acampar.