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30-10-2011

Mar del Plata, la ciudad en que Sergio Schoklender comenzó a vivir su calvario

Mucho antes de que surgieran las recientes acusaciones sobre malversación de fondos públicos como apoderado de las Madres de Plaza de Mayo, su vida tuvo un hito en la ciudad. Aquí lo detuvieron en junio de 1981, hace poco más de 30 años, tras el asesinato de sus padres. Volvió en 1996 para presentar su libro.

por Ramiro Melucci

"Vamos tras un fantasma porque no tenemos ni siquiera las fotografías de los hermanos". La revelación de uno de los cientos de policías que perseguían las huellas de Sergio Schoklender en los primeros días de junio de 1981 en Mar del Plata parecía pesimista. Pero ese efectivo tal vez desconocía que el mayor de los hermanos Schoklender estaba exhausto, hambriento y lastimado, y que sólo muy pocas horas después se entregaría sin resistir.

La Policía Federal buscaba en la ciudad a Sergio y Pablo Schoklender desde el martes 2, apenas unos días más tarde del macabro hallazgo del cadáver de sus padres, Mauricio Schoklender y Cristina Silva, en un Dodge Polara estacionado en la avenida Coronel Díaz de Buenos Aires.

Uno tenía 20 años, el otro 23. Las versiones periodísticas difieren sobre cómo llegaron a Mar del Plata: una dice que a bordo de un avión de línea; otra, en remís. Como sea, primero llegó Sergio y al otro día Pablo.

No bien pisó la ciudad, Sergio pidió un taxi y le solicitó al chofer que lo contactara con una prostituta. Pasó una hora en el albergue Tops, en el viejo camino a Miramar.

Los hermanos se hospedaron en el Gran Hotel Dorá con un apellido falso -Fogel- y la secreta intención de conseguir pronto un aerotaxi que los depositara en Entre Ríos para, luego, volar a Punta del Este. Para eso, hicieron una gestión con el presidente del aeroclub, a quien le dijeron que en Uruguay iban a encontrarse con su padre.

También hablaron con Abraham Vinski, el dueño de una agencia de publicidad. Según relató la revista La Semana, que editaba Editorial Perfil, le solicitaron una campaña publicitaria. "Dijeron que pertenecían a Industrias Náuticas Volser y que el único propietario era un tal Pablo Schoklender. La idea era lanzar una nueva línea de cruceros, de producción nacional, en Mar del Plata. Querían una página semanal en cada diario de acá, cuatro letreros bien grandes, ocho comerciales diarios por televisión y cuatro modelos full time", reveló el publicista a la revista.

Pero la lista de pedidos a Vinski no terminó ahí: querían que las modelos viajaran con ellos a Montevideo inmediatamente y que se organizara una cena para 300 personas a todo lujo. Según La Semana, el publicista dudó pero pensó que era un gran negocio. Cuando al otro día se dirigió al hotel para concretarlo, los Schoklender ya no estaban.

La decisión de huir por separado la tomaron después de anoticiarse por los diarios de que había operativos policiales, del Ejército y la Fuerza Aérea para dar con ellos.

"En cuanto amaneció, contraté un taxi que nos llevara hasta el avión en un pequeño aeroclub a diez kilómetros de la ciudad. Pero toda la policía disponible en la provincia, las delegaciones de la Policía Federal y el personal de las bases de la Armada habían sido convocados para cerrar la ciudad. El cerco era inexpugnable: las rutas, los medios de transporte, todo estaba copado. No había escapatoria", contó muchos años después Sergio en su libro "Infierno y resurrección".

La suerte de los hermanos fue dispar. Pablo logró tomarse un micro y salir de la ciudad, Sergio no. Escondido entre los árboles al costado de la ruta mientras los militares revisaban cada vehículo, observó con sorpresa cómo los paisanos cruzaban tranquilamente a caballo, sin llamar la atención.

Resolvió comprar uno en la zona de Caisamar. Pagó un millón y medio de pesos de la época -incluida la montura-, según consigna la edición del diario LA CAPITAL del jueves 4 de junio de 1981. Eran aproximadamente las cinco de la tarde cuando pidió permiso en una casa para cambiar sus ropas. Se vistió con atuendos campestres y se alejó a pura cabalgata.

A eso de las diez de la noche llegó al Viejo Almacén de Cobo, sobre la Ruta Nacional N° 2, a diez kilómetros de Mar del Plata. El comercio ya estaba cerrado y procuró encontrar a alguien por los fondos. Ninguno de los hombres que lo vieron llegar se opuso a que pasara la noche allí.

El dueño del negocio, Daniel Columba, un ex suboficial de policía, invitó a Sergio a comer fiambres y tomar vino. El le contó, con prodigiosa originalidad, que venía del sur de la provincia y se proponía llegar hasta Estados Unidos a caballo.

Luego de la cena, Columba se fue a dormir y Schoklender se quedó con Bernardino Luquez, el encargado. Al filo de la medianoche, entre copa y copa, Sergio confesó que la policía lo buscaba por el asesinato de sus padres.

Al parecer, Luquez buscó a Columba y redujeron al prófugo. Golpeado y maniatado con sogas de cuero, fue arrojado a un galpón destinado al acopio de mercaderías.

La herida más profunda se la provocó el ex policía tras golpearle la cabeza con la culata de un revólver calibre 22. Mientras la sangre manaba del parietal de Sergio, los otros dos hombres debatían qué hacer: dudaban entre comunicarle los hechos a la policía por la mañana o salir en ese mismo instante camino al destacamento de Vivoratá.

Como no tenían auto, salieron a la ruta 2 con linternas. La idea era detener al primer vehículo que pasara por allí. Lo lograron, y desde el destacamento se dio el alerta inmediato a la IV Unidad Regional de Policía, con sede en Mar del Plata. Poco después, unos quince policías estaban en camino a Cobo.

La otra fuga

Pero Sergio Mauricio Schoklender, herido, ya casi sin fuerzas, tuvo tiempo para hacer una última y desesperada jugada: ofreció a su vigilante los 2.000 dólares que llevaba encima a cambio de que lo liberara. Cuando el otro aceptó, comenzó una arrebatada carrera hacia cualquier parte.

"Corría enloquecido hasta que, en un resbalón, noté que iba dejando huellas clarísimas: había estado lloviendo dos días seguidos y la ruta era de tierra. Trepé a un alambrado que parecía bastante firme y recorrí así un buen trayecto. Cuando sentí que las fuerzas se me agotaban, me metí en un campo, bien adentro", contó en su libro.

Vio vacas, caballos, un maizal gigante. Sintió la lluvia helada que se le metía en el cuerpo y el frío que le horadaba los huesos. Hasta que observó, con terror, que estaba amaneciendo.

Salió del maizal y se acostó boca arriba entre los pastos. Desde allí avistaba el espectáculo de su propia persecución: los helicópteros de doble pala de la Marina que cruzaban el cielo, la policía montada que recorría el lugar, los efectivos que llegaban hasta muy cerca de donde él estaba.

Le dio sueño, pero evitó quedarse dormido para que los pájaros no lo sobrevolaran y lo delataran.

"Volvió la noche. Tuve que hacer un esfuerzo para no quedarme ahí, así como estaba. Me levanté. Tenía la cabeza llena de sangre, un brazo inmovilizado y las piernas que apenas me respondían. Me arrastré unos doscientos metros hasta la ruta. Caminé por la banquina tirándome a las cunetas ante cada ruido de motor que se aproximaba. Las patrullas y los jeeps seguían ensañados".

Pensó en detener un auto, pero se preguntó qué haría en caso de que no quisieran levantarlo o incluso lo reconocieran. Oteó la inmensidad del campo, la ruta. Volvió a registrar su cuerpo golpeado. Se acordó, como en un sueño, del enorme y lujoso departamento en que vivía en Buenos Aires. Entonces se dijo que ya la situación no daba para más y se decidió a detener al primer coche que pasara por allí. Era un jeep policial.

Sergio fue detenido a las 4.30 por una patrulla de Coronel Vidal. Pasó la noche en la delegación marplatense de la Policía Federal y, en medio de extremas medidas de seguridad, lo subieron a un patrullero y lo trasladaron al aeropuerto. Decenas de periodistas de todo el país habían llegado a la ciudad para cubrir la persecución. Un millar de hombres se habían movilizado para encontrarlo.

14 años después

Más de 14 años después de su detención, Sergio Schoklender volvió a Mar del Plata para presentar su libro. "Llegué por la ruta 11, por la costa, en una vieja camioneta que me prestaron. Lo primero que percibí fue el olor del mar. Fue, además, lo primero que vi y lo que más extrañaba", le dijo a LA CAPITAL en ese entonces.

También comentó que no volvería a los lugares por donde había pasado antes, como el "Almacén de Cobo" o el aeroclub. "Mi transformación fue tanta, que me siento muy lejos de muchos de esos lugares en cuanto a lo que representan".

Su libro comienza describiendo los episodios de Mar del Plata. "Fue una larga historia decidir por dónde empezar. Sentí que el momento en que empecé a vivir en otro mundo fue en esta ciudad. Por el horror, el dolor, los golpes, la persecución".

-¿Por qué junto a su hermano eligieron a Mar del Plata como plataforma para la huida?- le preguntó el periodista de este diario.

-Estaban cerrados todos los aeropuertos y rutas del país. En mi desesperación, me acordé que acá había gente que nos podía ayudar.

Para ese entonces -14 de enero de 1996-, Schoklender vivía en la casa de la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, cerca de La Plata. El diario del día agregaba: "Habla de Hebe como si se tratara de una madre adoptiva". El comentaba: "Tengo que creer en mi vinculación con los organismos de derechos humanos. No creo en los espacios políticos actuales y tradicionales. Creo en la militancia de base y puedo ser muy útil por mi experiencia".

Todavía faltaba mucho para el enfrentamiento con las Madres y las denuncias de malversación de fondos públicos que lo acechan por estos días.

"Es un mitómano y un adicto al sexo"

Para Luis Beldi, autor del libro Schoklender SA, que relata cómo Sergio Schoklender "construyó su imperio desde la cárcel", el mayor de los hermanos es "un mitómano" y un "adicto al sexo".

Beldi dijo a LA CAPITAL que Sergio incluso mintió en su libro "Infierno y resurrección", sobre la huida y lo que hizo en la ciudad. "En Mar del Plata se vistió de gaucho, fue al almacén y el dueño lo atrapó, le sacó la plata que tenía y dejó la puerta abierta para que se escapara. Pero eso no lo cuenta", comentó el periodista.

Que es adicto al sexo lo demuestra, según analizó, que no bien llegó a la ciudad en los primeros días de junio de 1981 estuvo con una prostituta.

"Siempre construyó una vida paralela en la que él fue el héroe, el mesías. Una vez hasta dijo que había compuesto algo superador al Antiguo Testamento", agregó Beldi.

La huida de Pablo

Después de abandonar Mar del Plata en ómnibus, Pablo comenzó una odisea que lo llevó primero a Rosario y luego a Tucumán. Allí compró un caballo. Según relata La Semana, el plan era irse a Bolivia, pero fue detenido en la localidad de Ranchillos. En principio, se dijo que había confesado el crimen a la policía. Luego, el juez Juan Carlos Fontenla aseguró que allí no se le había tomado declaración.