Llegan a pasar hasta cinco horas por día sumergidos en el mar a 20 metros de profundidad. Deben usar trajes de neoprene gruesos para atenuar el frío del agua, que alcanza apenas los 8 grados los días más gélidos. Y tienen la difícil tarea de ensamblar debajo del agua los seis tramos de cañería del emisario submarino, un sistema de tratamiento de efluentes que asoma como la solución definitiva al problema de los residuos cloacales.

"Es una actividad compleja, riesgosa y muy física, pero estamos acostumbrados a sumergirnos en el mar durante horas", dice a LA CAPITAL Maximiliano Canal, uno de los seis buzos que diariamente trabaja en la obra, considerada la más importante en su tipo en Sudamérica.

Cada mañana, Maximiliano cumple con el mismo ritual: se coloca el traje de neoprene (chaqueta, pantalón, botas, patas de rana, guantes, aletas, capucha y visor) y se ajusta el chaleco compensado y regulable. Nunca olvida llevar consigo una linterna y un equipo de comunicación. "Empezamos a trabajar en el emisario hace tres años. Ahora estamos haciendo toda la parte del relevamiento del fondo de la obra. Además tenemos a cargo la inspección del caño que se hundió, debemos controlar que esté bien apoyado en todos sus lastres y desarmar la gran mayoría de las cosas que tiene el caño. También armamos la bridas de remolque y de tiro lateral y cambiamos cabos", explica este buzo de 33 años. Y admite que ensamblar los tramos de cañería es una maniobra complicada. "La parte más compleja es la unión de los dos caños", reconoce.

Ayer, las condiciones climáticas no acompañaron y los buzos debieron suspender el trabajo antes del mediodía. "Estaba desarmando unas piezas abajo de los caños hasta que el clima no me dejó seguir. Cuando hay mucho viento y marea, abajo del agua sos como un barrilete", describe.

La semana pasada se concretó el traslado de los primeros 600 metros de cañería del emisario submarino, desde la Base Naval hasta el predio de la Planta de Efluentes.

El tramo de cañerías quedó depositado en una zona protegida frente a la planta depuradora de Obras Sanitarias, desde donde fue ubicado en la cota 1.000 a 1.600 del emisario que, en total, tendrá 3.000 metros.

Este mismo proceso se repetirá cinco veces, para trasladar otros 2.400 metros de cañerías. Los 3.000 metros se unirán a los otros 1.000 que se comenzarán a realizar en tierra, en la Planta Ingeniero Baltar, que se encuentra frente al Parque Camet. Así, la amenaza de contaminación de las playas de Mar del Plata promete quedar en el olvido.

La obra -financiada por la Nación y cuyo presupuesto asciende a unos 250 millones de pesos- estaría finalizada antes de fin de año. El plazo depende de las cuestiones climáticas. "Nosotros vamos a estar trabajando hasta que finalice la obra, yo calculo que ocho meses más. Trabajamos de lunes a lunes, siempre y cuando el clima acompañe", dice Maximiliano.

La tarea de los buzos no es sencilla. El agua es muy fría y deben usar trajes de neoprene gruesísimos o bien, lo que se llama trajes secos (no permeables al agua). Otra dificultad es que se reduce la visibilidad al sumergirse a muchos metros de profundidad. "Es complicado trabajar en el mar, en invierno se hace duro porque se siente el frío. Llevamos elementos cortantes por si nos llegamos a enredar con algo. En definitiva, uno pone en riesgo la vida porque nunca sabés qué te puede llegar a ocurrir. Pero me encanta bucear", cuenta Maximiliano. Y confiesa que la experiencia de trabajar en el emisario es única. "Se está haciendo bien el trabajo, el balance es positivo -destaca-. La obra será muy importante para Mar del Plata".