El vals de la hipocresía
por Roberto Mario Benzo (*)
Miles de páginas en los periódicos, días enteros de pantalla televisiva e infinitas horas de radio dedicados al tema del dólar. Es que, en un país con la historia de la Argentina, el dólar es "el" precio al que se subordinan todos los demás factores de la economía. Entonces, tanta dedicación parece tener fundamento. Ahora bien, en medio de esos afanes resulta por lo menos curioso y extraño que todos los opinantes coincidan en una sola cosa: no nombrar jamás ciertos aspectos centrales de la cuestión. Veamos.
La brutal devaluación del año 2002. El consenso sobre el atraso en el valor del peso acumulado durante la convertibilidad estaba en torno al 40% -de hecho fue el porcentaje decidido por el Gobierno Nacional- y, como mucho, hasta un 60% en opinión de los más arriesgados. Jamás un 250% como luego aconteció.
Pero semejante estropicio no hubiese sido posible sin apelar a otra alquimia devastadora: la pesificación asimétrica. Es decir, deudas pagadas U$S 1.- a $1.-, inversiones devueltas U$S 1.- a $3,65.-. Resultado, una licuación radical de los pasivos de los sectores que habían tomado créditos en moneda extranjera y, para muchos de esos mismos actores con bienes para exportar, una multiplicación sideral de las ganancias. Todo en cuestión de horas.
Claro que también hubo perdedores. Los sectores asalariados vieron pulverizados sus ingresos y las capas más pobres de la población se despeñaron a un abismo sin fondo.
La soledad en el continente. El dato adicional es que en todos estos años pasados y hasta tiempos bien recientes el dólar se ha estado devaluando sin cesar en el mundo entero. Sin ir más lejos no hay moneda en Sudamérica a excepción de Venezuela y la dolarizada Ecuador- que no se haya apreciado fuertemente sin que ese hecho haya resultado obstáculo para que esos países incrementaran geométricamente sus exportaciones. Sólo en base a competitividad, eficiencia y demanda internacional.
En países chicos (Uruguay, Paraguay, Bolivia), medianos (Chile, Perú, Ecuador) o grandes (Brasil).
Las monedas de la región en el año 2005. Un ejemplo concreto de lo expresado en el punto anterior. En el año 2005 se necesitaban 3 reales o 30 pesos uruguayos o 3 pesos argentinos para comprar un dólar. Es decir las monedas de estos tres países estaban virtualmente alineadas.
Hoy, siete años después, se necesitan 2,20 reales (y eso por no hablar de los 1,50 reales en que llegó a cotizar por un buen tiempo) o 20 pesos uruguayos o 4,55 pesos argentinos para adquirir ese mismo dólar. Y hay sectores que todavía tienen el descaro de hablar de "devaluación" en Brasil y clamar por una nueva y nefasta devaluación en Argentina.
Devaluación = destrucción del salario. La africanización de los ingresos en los sectores más pobres y desprotegidos (trabajadores, jubilados y pensionados) que generan inexorablemente las devaluaciones no parecen preocupar a los sectores sindicales que rara vez se ocupan del tema?para relativizarlo.
Las consecuencias del "dólar alto". Como la distorsión en el valor del dólar trastoca todos las variables de la economía, se decide echar mano a los subsidios cruzados a los combustibles, transportes, etc., fijando cuotas, distribuyendo cupos, estableciendo cierres totales o parciales de exportaciones, etc. Todos mecanismos aptos para generar en el príncipe nuevas discrecionalidades y corruptelas.
El modelo actual y la "burguesía nacional". El argumento central para sostener el famoso "tipo de cambio alto competitivo" ha sido la preservación del empleo y la creación de nuevas fuentes de trabajo. Es interesante entonces repasar los números de creación de puestos de trabajo en los últimos años. El estado y sólo el estado (nacional, provincial y municipal con los entes públicos y descentralizados) ha sido por lejos el mayor empleador. Además, seamos generosos y no nos detengamos demasiado en la calidad del trabajo dado por otros sectores económicos. No más decir que luego de una década de crecimiento todavía tenemos un 38% de empleo en negro. Eso supone, explotar al trabajador con bajísimos salarios y condiciones laborales deplorables, evadir obligaciones impositivas, previsionales y asistenciales y, en no pocas actividades, depredar el recurso y el medio ambiente. Peor imposible.
Más grave aún es que en realidad la finalidad ha sido proteger rentabilidades y apañar las ineficiencias y atrasos de la "burguesía industrial nacional", con su crónica incapacidad para competir en el mundo en base a inversión y su consecuencia, una alta inflación que envilece de manera constante el valor de la moneda.
La rentabilidad de los sectores. Es curioso que la mayoría de los soldados de la devaluación militen en sectores que han tenido ganancias fabulosas en esta década. Aunque, si bien se mira, no hay nada de contradictorio. Siempre defendieron un "capitalismo a la violeta", en el que las ganancias se capitalizan y las pérdidas se socializan. En el balance económico, los picos son de ellos, los valles son ajenos.
En el coctel dólar alto/inflación y a la manera de un adicto irrecuperable el peso clama cada cierto tiempo por nuevas y funestas devaluaciones que, erosionadas por la inflación que provocan, jamás alcanzarán. Así la enfermedad nunca tendrá cura.
Es una pena que hayamos dilapidado días más propicios para dejar a la moneda nacional en paz. Sólo eso nos hubiera acercado a la baja inflación, la movilidad social ascendente, la pobreza cero y la integración real y concreta con nuestros países hermanos del Mercosur y América.
Mientras tanto, en el escenario público son todavía demasiados los protagonistas que siguen bailando el vals de la hipocresía, la mentira y el ocultamiento.
(*): Abogado- docente universitario.
