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12-02-2013

Los vecinos del barrio Libertad padecen el estigma del delito

Elegido para radicar al nuevo edificio central del municipio, es uno de los barrios con mayor índice de homicidios. El delito se convirtió en una marca para los vecinos de una zona humilde, enclavada en un lugar estratégico para el desarrollo urbanístico de la ciudad. Son 288 manzanas con una población de 30 mil habitantes.

El intento de asalto sufrido por el peluquero Manuel Juares terminará engrosando las estadísticas que demuestran que el barrio Libertad posee uno de los mayores índices de delitos en Mar del Plata.

Juares permanece internado en el Hospital Interzonal, donde los médicos intentan recuperarlo de la grave herida que le provocó un balazo de un revólver calibre 22 empuñado por un jóven de 19 años que pretendió robarle a las 10.15 del miércoles pasado en su local de Beruti al 9100.

Horas más tarde, la misteriosa muerte de una mujer de 64 años a golpes y con cortes en el cuello en su casa de Maipú y 212 hizo crecer la conmoción de los vecinos.

El estigma de la inseguridad comenzó a gestarse a lo largo de la última década por la repetición de los robos, homicidios y la proliferación de kioscos dedicados a la venta de droga.

Hasta entonces, Libertad era sólo un barrio lejano, humilde y con enormes necesidades. "Acá jugábamos en la calle hasta las 10 de la noche con toda tranquilidad", le asegura a LA CAPITAL Viviana Mesa al recordar cómo era su infancia en el lugar donde nació en el año 1957.

"Mi papá era gasista y mi mamá ama de casa. Todos los vecinos eran gente sencilla y de trabajo", dice.

La década del '90

Por aquel entonces en la zona había pocas casas, en su mayoría de material, construidas por inmigrantes que llegaban a la ciudad desde distintas provincias atraídos por la posibilidad de progresar. "Sólo el frigorífico San Telmo llegó a ocupar a unas 1.000 personas" asegura el actual presidente de la sociedad de fomento, Dante Albornoz.

Décadas atrás, la mayoría de los habitantes del barrio trabajaba en la industria de la carne, en la Papelera Mar del Plata, en las quintas cercanas o en la pesca como fileteros.

Había también muchos obreros de la construcción y del rubro gastronómico. "El quiebre se produjo en la década del '90" explica Darío Uribe, quien ahora es secretario de la sociedad de fomento y que, por aquel entonces también estaba ligado a la institución, muy politizada, y vinculada a la Corriente Clasista y Combativa. "Acá había mucho hambre y la gente la pasaba muy mal", recuerda.

Pero más allá de que por aquellos tiempos la situación era dramática, la violencia y el delito no se habían consolidado como sucedió después.

Por el contrario, pese a las dificultades de sus habitantes, el barrio se caracterizaba por ser uno de los más organizados para hacerle frente a la crisis. Había comedores, roperos comunitarios, clubes de trueque y un sistema de cuadrículas mediante el cual las 288 manzanas de Libertad habían sido divididas y puestas a cargo de un vecino para resolver las emergencias que causaban las reiteradas tormentas e inundaciones.

Alta tasa de homicidios

Según el Observatorio de Seguridad de la comuna, el barrio Libertad tuvo en 2010 una tasa de homicidios dolosos del 13% y en 2011 del 10,6%.

La cifra da la pauta de la magnitud del problema si se la compara con la tasa general del Partido, que en 2010 fue del 8,5% y en 2011 del 7,5% y aún más si se la coteja con la de los sectores más seguros de Mar del Plata, como el centro-norte, que tiene un índice del 1,5%.

"Los indicadores del barrio Libertad son preocupantes" reconoce el director del Programa de Protección Ciudadana de la comuna, César Ventimiglia. Existe, no obstante, un aspecto a tener en cuenta dentro de estas cifras, ya que apenas el 30% de los homicidios dolosos ocurridos en el barrio fueron en ocasión de robo. "Esto nos demuestra que también hay un componente de violencia familiar y vecinal muy significativo", advierte el funcionario.

Para Ventimiglia los datos sugieren además hacia dónde deberían dirigirse prioritariamente las inversiones del Estado. "Ya sabemos que ahí hay un problema y por lo tanto que es ahí donde tienen que estar orientados los recursos", explica, subrayando que la decisión del municipio de trasladar su sede central al predio del Club Unión -ubicado en Libertad y Tandil- tiene justamente ese sentido.

Vivir tapiado

A metros de ese lugar Ernesto Junco trabaja dentro de su carpintería sin saber si es de día o de noche debido a que, para protegerse de los delincuentes y del vandalismo, decidió tapiar todas las aberturas con tablones.

Junco llegó al barrio hace 12 años para instalar su taller y utilizar la parte delantera del galpón para exhibir mercadería y atender al público. Pero cansado de los robos un día decidió recluirse, recibir pedidos por teléfono y no atender a nadie que le tocara la puerta.

Parado en la vereda de su negocio Junco señala a todas las propiedades de alrededor y describe cada uno de los robos sufridos por sus vecinos en los últimos años. "Acá nadie se salva", afirma.

A esa altura de la avenida Libertad prácticamente todo el alumbrado público está fuera de servicio. Es evidente que las luminarias fueron rotas a piedrazos. "A la noche en esta esquina se juntan varios pibes que necesitan oscuridad para hacer sus cosas", asegura Junco.

Drogas y policía

A raíz de la conmoción que causó el intento de asalto al peluquero Juares, los vecinos salieron el miércoles a protestar con vehemencia, lo que provocó que en las horas posteriores la presencia policial en la zona fuera más que ostensible.

Igualmente los vecinos reconocen que semejante despliegue no es algo habitual y más bien la opinión generalizada sobre el papel de la policía en la zona no es buena.

Todos aún recuerdan el caso de dos uniformados de la Comisaría Sexta que hace tres años fueron detenidos y acusados de encubrir la venta de drogas en una casilla ubicada en Libertad 210, a la que visitaban con una inusual frecuencia a bordo del patrullero.

La precaria vivienda fue demolida poco después de que el caso se descubriera.

Esa no fue la única propiedad en la que se detectó venta de estupefacientes en el barrio en los últimos tiempos. "Creemos que ya deben haber tirado como 11 casillas donde se vendían drogas", comenta Uribe, de la sociedad de fomento, quien coincide con el presidente de la institución, Dante Albornoz, en que en los últimos tiempos, la situación parece estar "un poco más controlada".

De todas maneras las referencias de los vecinos sobre dónde se siguen comercializando estupefacientes continúan siendo permanentes.

Esperanzas vecinales

Para los vecinalistas, la posibilidad de que el traslado del municipio a Libertad y Tandil se concrete, surge como una oportunidad para que el barrio dé vuelta la página de su historia. Creen que la llegada de la administración pública a la zona ayudará a resolver los problemas de inseguridad y la carencia de infraestructura en un sector de la ciudad postergado desde siempre.

Uribe recuerda que hace 20 años perdió a su hermana en un accidente de tránsito en la avenida Libertad y que desde entonces fue muy poco lo que cambió para que esa arteria mejore.

A partir de 180 la avenida se angosta convirtiéndose en una peligrosa cinta asfáltica de doble mano sin semáforos, señalización y con una pésima iluminación.

Después de Fermín Errea, Libertad se transforma en un polvoriento camino de granza.

Justamente esa esquina debería ser alguna vez un punto neurálgico para el tránsito ya que desde hace varios años está previsto que Errea se convierta en una nueva avenida de circunvalación. "Si eso pasara se aliviaría muchísimo la Autovía 2, la Ruta 226 y la avenida Champagnat", explica Albornoz.

Las autoridades de la sociedad de fomento fantasean con que a partir del traslado del municipio, el barrio progrese también en otros aspectos y se incremente, por ejemplo, la cantidad de escuelas y jardines de infantes públicos, que no dan abasto para recibir a una creciente matrícula de chicos. Además, se esperanzan con que también mejore el servicio de salud ya que el centro de Libertad tampoco alcanza para asistir a una población de unas 30 mil personas que, en un alto porcentaje, recurre a él para recibir atención médica.