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07-07-2013

La misteriosa desaparición de Fernando Lario

Hace un año el arquitecto y docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata, desaparecía. Su ausencia inicial derivó, posteriormente, en uno de los casos más misteriosos que se recuerden.

por Fernando del Rio

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Fernando Lario se suicidó. Presionado por cuestiones económicas, sentimentales y profesionales tomó la trágica determinación de quitarse la vida hace exactamente un año. Se acercó hasta un acantilado de la zona sur y se arrojó al mar. Dejó sobre el césped su morral. Poco antes había mandado un mensaje preciso a su novia e incluso le pedía perdón. También sus alumnos de la Facultad de Arquitectura sabían que la clase siguiente no iba a estar. El mismo se los había dicho.

Pero el cuerpo del arquitecto no apareció. Tampoco sus anteojos, ni su teléfono, ni su encendedor. Nada de su ropa, ni una zapatilla quedó en la playa de ese acantilado.

Lario no se suicidó. Se fue de la ciudad. No pudo haberse suicidado. Tampoco los apremios económicos, si bien reales y palpables, eran irreversibles. No contaba con una personalidad que indujera a conductas suicidas, todo lo contrario. Sí, en cambio, podía perfilarse como un individuo capaz de buscar una salida intermedia. Le gustaba mucho Brasil y el monto de dinero que debía, en caso de tenerlo consigo, le podría haber proporcionado algún tiempo para recomenzar una vida en otro sitio.

¿Pero por qué habría de desaparecer tan misteriosamente? Perder una elección en la Facultad como la había perdido ese día de julio del año pasado era un problema que ya conocía. Siempre perdía las elecciones y las últimas fueron las perdidas por menos margen. No le había ido tan mal como para suicidarse, pero tampoco para desaparecer. Además, tenía algunos lazos afectivos intensos como su hijo, su novia, su madre. Se hubiera comunicado de algún modo en estos meses.

Lario no se marchó. A Lario lo mataron. Cuando dejó la Facultad ese sábado 7 de julio, Lario no volvió a usar su teléfono más allá del área del complejo universitario. Allí lo levantaron por alguna razón. ¿Mujeres? ¿Política? ¿Deudas? Puede ser. Y sus asesinos planificaron una distracción: llevaron su morral y su campera hasta un acantilado para hacerle creer a la policía que todo se trataba de un suicidio.

Pero la reconstrucción del entorno de Lario no aportó enemigos tan hostiles. Ni siquiera enemigos. Un par de acreedores con buena relación, alguna historia de polleras simultánea a su noviazgo pero sin conocimiento hasta el día de la desaparición, una militancia política sin el mayor grado de compromiso o combatividad para granjearse algún adversario mafioso. Nada. Y de esa tercera persona, el homicida, ni rastro.

A Fernando Lario lo mataron, se marchó o se suicidó. Parece una obviedad profana enumerar las tres opciones, pero es lo que hacen los investigadores desde hace un año una y otra vez, desde que se enfrentaron al misterio de la ausencia del arquitecto.

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Para muchos, Fernando Lario era un personaje extraño. La fiscal de la causa María Isabel Sánchez y Fernando Berlingeri (titular del Cuerpo de Asistentes Fiscales) han buscado proteger la imagen del arquitecto, tanto por cuestiones de sensibilidad hacia la familia como por necesaria prudencia investigativa. Sin embargo algunos aspectos controversiales de la vida de Lario fueron decisivos para avanzar en cualquiera de las tres hipótesis. Y la investigación del paradero del arquitecto fue tan profunda que no dejó un aspecto sin analizar.

La historia debe remontarse al 6 de julio de 2012, cuando se fue a su casa de Victoriano Montes al 300 junto a Carmen, su novia. Se trataba de una relación singular, que había perdurado después de comprobarse que no podían vivir juntos. Un tiempo de concubinato había sido suficiente. Esa noche Carmen condujo su Ford K hasta la casa que Lario compartía con su madre, aunque en edificaciones separadas. Pasaron la noche y al día siguiente, ya sábado, Carmen lo llevó a la Facultad de Arquitectura, donde habría de celebrarse un acto de escrutinio de votos en el ámbito del cuerpo de docentes del que formaba parte Lario.

Se despidieron frente al Complejo Universitario y el arquitecto, con su morral negro y rojo al hombro, ingresó al edificio. Recién a las 13.45 y durante 5.22 minutos Lario llamó a Carmen desde su teléfono 22356162545. Le contó que habían vuelto a perder. Una hora más tarde le envió el mensaje de texto que alienta la hipótesis del suicidio: "Los libros son para vos, los discos para F... Te quiero mucho, perdón por todo. La vida es una mierda".

Tal vez Lario ya no estaba en la facultad de Funes y Roca. Los mensajes de texto no dejan rastro de utilización de antenas, por lo que no se pudo establecer dónde estaba a las 14.40 cuando lo envió. Algunas cámaras de seguridad lo mostraron después de aquella llamada a Carmen caminando dentro del complejo universitario, tomando un ascensor y yendo hacia el sector de la carrera de Geografía.

¿Tenía real intención de suicidarse Fernando Lario después de evaluar la derrota eleccionaria y sumarla a otras motivaciones? Es cierto que no estaba atravesando un buen momento personal ya que desde distintos frentes se le acercaban conflictos. Nadie notó una actitud perturbada y de depresión extrema. Eso sí, el día anterior, el viernes, Lario había tenido una clase de corrección con sus alumnos y les había dicho que seguramente en la clase que seguía, la del martes, no iba a estar.

La última ubicación física, real y comprobable de Lario fue la que mostró las imágenes de la cámara de seguridad. Luego, nada.

El domingo 8 de julio, ya a 24 horas de no saberse nada sobre Lario, sus familiares decidieron realizar la denuncia por averiguación de paradero y el lunes algunos canales de televisión difundieron la noticia. Fue recién cuando una joven estudiante universitaria, casualmente de Geografía, entregó un dato que direccionó toda la investigación hacia Los Acantilados. Dijo haber encontrado en aquella zona alejada de la ciudad el morral con documentación y otras pertenencias de Lario. Al borde de un acantilado. La hipótesis del suicidio, a 48 horas de la desaparición, cobró una fuerza casi irrefrenable.

Las primeras dudas

Cuando la justicia y la policía focalizaron sobre el suicidio empezaron a ver algunas grietas. La principal: ¿dónde estaba el cuerpo? Era cierto que haber iniciado la búsqueda dos días después de cuando se suponía que Lario se había suicidado era una desventaja crucial. Incluso en 48 horas el cuerpo podría haber sido arrastrado mar adentro y no saberse más de él.

Pero los investigadores recibieron datos de los expertos que aseguraban que estadísticamente allí no habían ocurrido muchos suicidios. Sólo uno en los últimos tiempos, y el cadáver había regresado. Los fiscales llegaron a entrevistar al hermano del suicida para obtener más datos. Asimismo, en el borde del acantilado en el que la estudiante de geografía dijo haber hallado las pertenencias de Lario, la posibilidad de un acto suicida disminuía. "No es un lugar para arrojarse, porque hay una plataforma saliente por debajo cercana al borde. Debería el suicida saltar o venir corriendo y Lario tenía problemas en su espalda. No cierra", aseguró un especialista el año pasado.

Pero además, un cuerpo de 100 kilogramos cayendo desde 25 metros sobre una playa donde la máxima profundidad que alcanzó la marea en ese momento (se presume que fue entre las 15.30 y las 16.30) fue de 60 centímetros tendría que haber dejado un rastro. No un rastro en términos de huellas, pero sí de desprendimiento de alguna prenda de vestir. O de los anteojos, o del celular o del encendedor, o del calzado.

La hipótesis del suicidio comenzaba desmoronarse y se habría de poner en duda también por lógica poco después. Había tenido sentido por algunos motivos importantes en la vida de Lario, es verdad. Se podía afirmar que el arquitecto tenía tres frentes de conflicto importantes: sentimental, económico y profesional. Lario había tenido una relación de pareja con una mujer de nombre Florencia con la que tuvieron a su hijo F… (hoy de 12 años). Tras ese vínculo, comenzó una historia con Carmen que se mantuvo por siete años, con idas y vueltas. Pero en los últimos tiempos, había entablado una relación secreta en Buenos Aires con una funcionaria de nombre Isabel. Indagar en la intimidad de una víctima puede resultar incómodo y censurable, pero en este caso no se trata de un detalle menor. Esa mujer, Isabel, habría de llegar en la tarde del día siguiente a Mar del Plata preocupada por la ausencia de Lario. ¿Ausencia? Sí, Lario se había comprometido a encontrarse con ella en Buenos Aires esa misma tarde.

Algo extraño sucedió. El arquitecto asumió compromisos que sabía no podía cumplir para esa jornada. Había quedado en darle clase de matemática a su hijo, en mantener una charla con un cliente (más adelante se verá que es clave en esta historia), a reunirse con Isabel en Buenos Aires y a encontrarse por la noche con Carmen. Un plan de imposible realización. Expertos sugieren que la personalidad de Lario no se ajustaba a la de un suicida, pero programar actividades sabiendo que no pueden cumplirse puede ser una acción propia de quien sabe que ya no estará para que se lo reprochen.

Sin embargo, el suicidio tendría que haberse cometido en Los Acantilados, naturalmente, y los investigadores no encontraron nada que ubicara a Lario en ese sitio. Nadie lo vio, su tarjeta de colectivo no fue usada y los choferes de la línea 221 (colectivo que pasa por ese sector y que no requiere uso de tarjeta) lo descartaron diciendo que conocían a todo los que bajaban en ese sector. Además la franja horaria de la supuesta llegada de Lario al lugar era de poco más de una hora, lapso en el que apenas un par de choferes pudieron haber cubierto ese servicio. ¿Y algún taxista?

Surgió el dato de una mujer taxista que aseguró haber llevado a Lario desde la facultad hasta la terminal de micros. "Me dijo que tenía frío", indicó la mujer y eso dio la pauta a los investigadores de que podría tratarse realmente de Lario, ya que solía ser sensible a las bajas temperaturas. Sólo que no cerraba el horario, ya que la mujer dijo que el viaje había sido a las 13 y Lario hasta las 13.55 estuvo en la facultad. Tal vez podría haberse "escapado" del escrutinio para sacar un pasaje y regresar. Pero en ese caso: ¿qué pasó con Lario después de dejar la Facultad a las 13.55? No, esa pista no avanzó. Además no se vinculaba en absoluto con el hallazgo del bolso en Los Acantilados.

La idea del suicidio quedó suspendida en el tiempo y hasta el día de hoy es solo una de las posibilidades.

Problemas

Quienes lo conocieron bien sostienen que el arquitecto Fernando Lario era un personaje bueno. "Tenía sus cosas pero no era un garca", dijeron. Las fuentes consultadas lo confirman y lo describen más como un hombre que llegaba a los conflictos por tener una vida desordenada. Salvo en cuestiones sentimentales donde se multiplicaba, aunque es cierto que la relación con su novia era singular. Para quienes investigan su desaparición, los desórdenes y problemas resultaron ser la fuente de información primordial.

Si Fernando Lario huyó de la ciudad tenía que ser por la imposibilidad de resolver las dificultades. Su situación económica no era buena. Un cliente le había entregado tiempo atrás 400.000 pesos para la construcción de una casa en la zona de Colinas Verdes y si bien la obra había comenzado (se calculó que llevaba invertidos 180 mil pesos) el dinero no estaba. Sin embargo, con ese cliente -con el que había acordado reunirse en la tarde del sábado 7 de julio- tenía una buena relación, a tal punto que mientras le terminaba la casa de Colinas Verdes le había dado para vivir una propiedad de su novia Carmen. Con ese cliente, los correos electrónicos intercambiados y que los investigadores analizaron no demostraban hostilidad.

Lario había incumplido también en una obra para unas mujeres en la zona sur de la ciudad, pesaba sobre sus ingresos un embargo, no tenía casa propia ni automóvil (sí una motocicleta), su teléfono habría de ser suspendido días después de su desaparición y los proyectos profesionales se habían desfinanciado. Esa situación económica podía haber apremiado a cualquier persona.

Todo fue investigado como motivo posible. También su militancia política. En uno de sus brazos llevaba tatuada la frase que el fallecido ex presidente Néstor Kirchner dijo al asumir su cargo. "No llegué hasta acá para dejar mis convicciones en la puerta". Se había vinculado con La Cámpora y viajaba a Buenos Aires con frecuencia para poder posicionarse en ese mundo. Fue en uno de esos viajes (en el aniversario del primer año del fallecimiento de Kirchner) que conocería a Isabel. Según trascendió, de la esfera del ex candidato a intendente Carlos Cheppi surgió la gestión para asistir legalmente a la familia Lario al desconocerse su paradero.

Se cree que Lario tenía la capacidad de adaptarse al ámbito en el que veía alguna posibilidad. Se le reconocía ese atributo, que visto desde otra perspectiva podría ser un defecto.

Cuanto más profundizaban la pesquisa, el cuerpo fiscal y la policía se encontraban con más aspectos sorpresivos de la vida de Lario y eso, en términos investigativos, era abrir nuevas vías de información. Por eso es que se tomaron declaración a casi 100 personas, algunas de las cuales declararon hasta siete veces. Se supo que Lario gastaba mucho dinero, por ejemplo, en alquilar automóviles (Renault Clio, Chevrolet Celta, Chevrolet Corsa, entre otros) en la agencia Hertz y aparentaba liquidez económica. También que era un gran lector, un hombre por encima del promedio cultural y dotado de una gran inteligencia. En estas características se apoyan los que lo creen capaz de ausentarse y olvidar su pasado.

Los meses que siguieron a su desaparición, y gracias a la campaña difusora de su familia -principalmente de su hermana Laura- el caso llegó a todas partes y hasta se ofreció una recompensa de 100.000 pesos que aún está vigente. Pero eso alentó también a que muchos pasaran datos falsos que obligaron a la policía a desplegar búsquedas en distintos puntos del país. Hubo operativos en Tartagal, en Rosario y en Chaco. También una persona aseguró que Lario estaba trabajando como cuidacoches en el centro de Mar del Plata.

La llamada más seria fue la de Chaco, en la que un hombre hasta dio un punto de encuentro por medio de mensajes telefónicos con Laura Lario, pero la policía chaqueña trabajó intensamente hasta descartarlo.

Hace un año que Fernando Lario está ausente. La policía lo buscó inicialmente en Los Acantilados porque una joven dijo haber encontrado allí el morral y su campera (¿se quita la campera un suicida pero no los anteojos?). La Gendarmería y Prefectura buscaron su cuerpo en el mar. Los Bomberos lo hicieron en la playa y las cuevas, tan vacías y misteriosas. Su vida compleja lo pudo haber puesto en cualquier lugar y frente a cualquier situación. Rodea a este caso un misterio extraordinario.

Un acto frente a la Catedral

Los familiares de Fernando Lario llevarán a cabo a las 17 un acto frente a la Catedral (Peatonal y Mitre) para pedir que la Justicia intensifique las acciones que permitan dar con su paradero.

"Reconozco la labor del fiscal Berlingeri, aunque es al único que rescato en este año en el que considero que se perdió mucho tiempo al comienzo. No entiendo al fiscal federal diciendo que está conforme con la investigación cuando ni siquiera se pudo descartar una de las tres hipótesis", dijo ayer Laura Lario en diálogo con LA CAPITAL.

La mujer, que junto a su hermana y su madre viuda, no ha cesado de buscarlo en todo este año expresó que la esperanza de encontrarlo con vida es nula. "Tengo claro que Fernando no se suicidó. No me entra en la cabeza que él haya tomado esa decisión y tampoco que se haya fugado. Hay muchos indicadores que dicen que no se fue. No me queda entonces más que pensar que a Fernando lo mataron y que acá hay gente que sabe lo que sucedió", explicó.

Toda la familia Lario padece la desazón de lo inexplicable que resulta la ausencia de su ser querido y necesita del acompañamiento de todas las instituciones y de los hombres y mujeres de la ciudad. Por ello la convocatoria para hoy a las 17.