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15-08-2013

La trama oculta del crimen que conmocionó a Santa Clara

En un ámbito de violencia doméstica no hay ganadores pero las que pierden son las mujeres. Sometidas por la desventaja física, aun cuando sean parte original del conflicto, caen sobre ellas el dolor y la muerte. Acaso la historia de “El Chavo” y “La Colo”, que ya no tiene restauración, pueda servir de alerta en muchos hogares marplatenses.

por Fernando del Rio

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El 29 de mayo de 1989 el estadio San Martín mostraba una muy buena concurrencia. Se enfrentaban dos equipos que atraían espectadores por distintos motivos. Deportivo Norte, por su buen juego; Alvarado por su natural imantación a la zona baja de la ciudad. Carlos Horacio Miori era la gran estrella de ese día, con su clásica camiseta 11 amarilla y negra. Incluso los dirigentes de Alvarado, el rival de turno, decidían homenajearlo con la entrega de una plaqueta, por sus 25 años en el fútbol.

Pero la tarde no iba a ser la mejor para Miori, ya que un jugador de Alvarado le iba a poner fin a su exitosa carrera al fracturarlo en una entrada que el diario de aquella época calificó como "dura e innecesaria".

Ese joven resultó ser Daniel "Chavo" Colman (43), un puntero derecho diminuto, caracterizado por su velocidad, su cabello con rulos pequeñísimos y un exceso en la enjundia llamativo para un atacante. El resto de su campaña en el fútbol local (defendió las camisetas de Los Andes y Boca Juniors) la realizó con la inconstancia propia de los jugadores amateurs, que deben compartir su tiempo deportivo con un trabajo que les reporte la forma de ganarse la vida.

Los años pasaron y Colman, ahora, vuelve a ser noticia en los diarios, pero ya no como jugador de fútbol. Esta vez lo tiene como protagonista un aberrante hecho por el que podría ser condenado a reclusión perpetua. Colman es el único acusado de asesinar de un modo pocas veces visto -por su macabra naturaleza- a su pareja y madre de tres de sus hijos, en un hecho sucedido el 2 de junio pasado en la localidad vecina de Santa Clara del Mar.

Pero para saber por qué Nadia Vanesa Chaumont (33) murió empalada, es decir por las lesiones internas provocadas por un palo que alguien le introdujo por el ano y la vagina, se debe remontar el tiempo. Como quien busca en el nacimiento de un río distinguir las cualidades de su desembocadura.

Colman llegó a Mar del Plata cuando tenía 11 años, después de que su padre fuera movido a esta ciudad por cuestiones laborales. Ya entonces le decían el "Chavo" y a esa precoz edad comenzó a trabajar de caddy en uno de los campos de golf locales. "A los 18 era caddy de primera", dijo hace poco tiempo ante peritos psiquiátricos que indagaban en su pasado.

Al mismo tiempo se le veían condiciones de buen futbolista y su debut en Alvarado no tardó en llegar. Tampoco sus primeros vestigios de una violencia inherente, que tuvo su primera y lamentable manifestación en aquella patada a la leyenda del fútbol local.

Su acceso a la marihuana y al alcohol era moderado, pero real ya por esos tiempos. Su vida, sin llegar a ser un descontrol, era bastante díscola. Pese al pedido de sus padres, dejó la escuela secundaria aunque no para siempre porque a los 28 años la culminaría en un bachillerato para adultos.

Al llegar al año 1993 Colman había dejado a una novia que tenía e iniciado una relación con Andrea Alcaraz (23). Tiempo después se enteraría de que la novia abandonada estaba embarazada y decidiría no hacerse cargo de ese hijo que hoy ya es un hombre y se llama Maximiliano.

Lo cierto es que el romance con Alcaraz se consolidó en base a un amor mutuo, pero acabó trágicamente el 30 de marzo de aquel año, cuando Colman manejaba su motocicleta por la ruta 11 rumbo a Miramar. Esa noche un automóvil los colisionó y tanto Colman como Alcaraz salieron despedidos. Cayeron pesadamente sobre el pavimento. Alcaraz no sobrevivió.

Tras una larga convalecencia en el HIGA, Colman logró recuperarse y volvió a jugar al fútbol. En 1996 sufrió un golpe en la cabeza durante un partido que le ocasionó una conmoción cerebral y el retorno al mismo nosocomio. El fútbol parecía estar apagándose en su vida. Y aunque siguió jugando (en Los Andes y Boca), un trabajo bien pago en el rubro de los aparatos de aire acondicionado lo terminó de alejar de cualquier sueño de profesionalismo en el deporte y también lo introdujo en un mundo distinto. En el de los viajes.

La muerte de su novia lo afectó a tal punto que aceptó el trabajo como un escape. Colman viajaba muy seguido y según lo que él mismo declaró ante los peritos psiquiátricos "me di cuenta de que me gustaba más estar con prostitutas que intentar una nueva relación". Y cuando no eran prostitutas, eran mujeres vulnerables.

Así fue como conoció a Chaumont, quien sin llegar a ser una prostituta tenía (al igual que Colman) una vida licenciosa y con problemas de adicciones. Incluso muchas veces obtenía dinero a cambio de sexo y eso Colman lo dejaba pasar por alto, al punto de proponer vivir juntos en una vivienda de la calle Ituzaingó, donde también vivían los padres de Chaumont o "La Colo", como la conocían.

Colman renunció al trabajo de los aire acondicionados porque, junto a algunos compañeros, intentó el negocio propio en el mismo rubro. Pero no funcionó y al poco tiempo quedó desocupado. Su noviazgo con Chaumont se tornó oficial y enfermizo, a la vez que comenzaban a llegar los primeros trabajos en una profesión que desconocía: la albañilería. Hacía changas pero el alcohol ya había inoculado a él y a Chaumont. Cada día, el "Chavo" y la "Colo" destruían un poco más sus vidas, hasta que la idea de irse a vivir a Santa Clara del Mar fue una realidad.

Después de algunos años juntos llegaron los hijos. Fueron cuatro, aunque una bebé murió a los 8 meses. Hoy los niños tienen 5, 8 y 9 años y fueron testigos de los peores años de la pareja. "Ellos con los hijos eran muy distintos, jamás les pegaban, ni los maltrataban, pero muchas veces los nenes estaban solos", dijo una vecina de Santa Clara.

El desenlace

La vida de Colman y Chaumont no pudo transformarse en algo mejor. Se mantuvo siempre en la oscuridad de las adicciones y de la violencia. En más de una ocasión los vecinos de Santa Clara veían a la "Colo" lastimada, cuando no estaba ebria. Colman solía también mostrarse alcoholizado.

En la investigación que lleva adelante el fiscal Rodolfo Moure quedó confirmado que Colman tenía antecedentes por lesiones graves contra un hombre al que encontró en una situación íntima con Chaumont. La relación era así, y Chaumont, por mujer, por vulnerable, era la verdadera víctima. Incluso una asistente social que la atendió tras la muerte por enfermedad de la bebé aseguró que varias veces la vio lastimada y que ella "no me confirmaba nada, solo bajaba la cabeza y lloraba". Su estado de mujer alcohólica y golpeada no forjó un sentimiento de conmiseración en los vecinos. No hubo ayuda. Al contrario: en dos oportunidades Chaumont fue denunciada por golpear a sus hijos y vender materiales de construcción entregados por Acción Social. La asistente social comprobó que era todo mentira. “No sé por qué no me quieren”, dijo entre llantos Chaumont.

Entre las amistades de la pareja estaba Alfredo López (60), el jardinero dueño de la casa de Siguantanejo 126 donde finalmente se desataría la tragedia una vez que Colman viera lo que imaginaba: la relación ocasional entre López y Chaumont. En los últimos años, cuando necesitaba algo de dinero, Chaumont ayudaba a López en trabajos de jardinería. “A mí jamás me cobró por sexo porque éramos amigos”, dijo López. Para los investigadores está claro que entre ambos había un intercambio de intereses.

En la tarde del 2 de junio Colman se encontraba trabajando en una obra en construcción del barrio Santa Elena, a las afueras de Santa Clara del Mar. Chaumont le había prometido que al mediodía iba a acercarle algo de comida y así sucedió. No le resultó extraño a Colman que su concubina llegara acompañada por López. Por más que sospechara de una infidelidad, el “Chavo” consideraba que la relación entre los tres –él incluido- era de amistad.

Chaumont lo saludó y le dio una bolsa con sánguches que Colman tomó sin dudas y con hambre. Otros albañiles se sumaron a lo que no fue solo un tentempié, un almuerzo. La reunión se transformó en la excusa para comenzar a beber fernet con cola. "Tomamos el que se llama Fernandito", contaría López en su declaración ante el fiscal Moure.

Entusiasmado por el alcohol, Colman le preguntó a López si por la noche podían seguirla en su casa, “hacer un asado”, y López, al que le dicen "El Colo", aceptó.

Horas después, Colman hacía el asado, con sus tres hijos jugando cerca, y Chaumont, López y otro amigo bebían vino tinto en caja de cartón. A las 2 de la mañana, con todos alcoholizados, Colman sugirió acabar la velada y regresar a su casa. Los niños tenían sueño. Pero Chaumont le dijo que ella se quedaba a tomar la última caja de vino. "Quedaba una sola en la heladera", dijo López.

Colman durmió a sus hijos y regresó.

Demencial

Según explican los especialistas, "el problema de consumo de alcohol de las esposas incrementa considerablemente su riesgo de ser maltratada por su marido, independientemente de que él haya bebido o no. Esto no implica que haya que considerar como el factor más importante para su victimización el consumo de alcohol por parte de la mujer".

Chaumont estaba más vulnerable que nunca. Estaba alcoholizada. Y López también. Ambos empezaron a besarse hasta que la remera con la cara de Luca Prodan salió por los brazos de “La Colo”. Fue en ese instante que “El Chavo” abrió la puerta. La primera trompada la recibió López en el rostro.

Lo que siguió luego queda solo en la memoria de Colman y en la sabiduría de los peritos de la Policía Científica. López dijo que cuando “El Chavo” se llevó a “La Colo” para el patio trasero de la casa solo escuchó decir “¡Viste que yo te dije que andabas con él. Puta, ahora me voy a reír yo de vos”, le reprochó Colman. Después López se encerró en la casa y fue vencido un poco por el miedo, otro poco por el alcohol hasta quedarse dormido.

“¡Ayudame, se me va la Colo. Le pegué pero no era para matarla” habría gritado Colman una hora más tarde y con Chaumont flácida en sus brazos.

Cuando la policía llegó, tras ser avisada por un llamado que López hizo pidiendo el teléfono a un vecino, se enfrentó con una escena atroz. El cuerpo aún tibio de Chaumont sobre una cama era un exceso de todo. De lo previsible y de lo que está por fuera de cualquier acto de perversa imaginación.

Colman y López quedaron detenidos, acusados del brutal asesinato de “La Colo”. Dos semanas después, tiempo suficiente para ordenar las pruebas, López fue liberado. Ahora solo se le reprocha omitir prestar auxilio y borrar evidencia y, para evitar alguna jugarreta desleal, se le mantiene el cargo por homicidio.

Colman, refugiado en un pabellón religioso de la cárcel de Batán, a salvo de la vehemente justicia de los presos, espera su condena.