Los "cazacartele" no paran
Las fotos más hilarantes y sorprendentes de carteles, conforman un nuevo libro precisamente de Proyecto Cartele, de reciente aparición. Mar del Plata está presente
Acaba de editarse un nuevo libro de Proyecto Cartele. Especiales, únicos, divertidos, para el análisis, son los mensajes capturados en fotos que reúne la nueva obra impresa de "Proyecto Cartele" de Machi Mendieta, Gastón Silberman y Esteban Seimandi (Editorial Planeta).
A lo largo de más de 250 páginas desfilan las más insólitas fotos, desde una fotocopia pegada en un poste de luz alguien busca desesperado a ?Lady Galga?, su perra perdida; otro vende ?Durazno japonés? y aclara, orgulloso, que ?es de Taiwán? y hasta Mar del Plata está presente: aparece el cartel de "El Sochori de Dorapa", de Juan B. Justo.
Machi Mendieta, Gastón Silberman y Esteban Seimand, una sociedad que ya cuenta 15 años a paso firme en el mercado editorial, se conocieron trabajando en el mundo de la publicidad. "Todo comenzó como un divertimento, una colección de fotos de carteles recolectados en un álbum que pasaba de mano en mano en todas las reuniones de amigos", reseñaron.
En el año 2001, ese álbum mutó hasta transformarse en un libro llamado Cartele. Junto con el libro, vino un sitio de internet. En el sitio había un pequeño botón que decía: participe, envíe su foto. Y ese fue el comienzo de la locura.
Fotos mal sacadas con cámaras berretas de cosas que ve todo el mundo, decía el primer libro de Proyecto Cartele hace quince años.
Mucho cambió desde esa época. Primero, las cámaras, que hoy son parte de los teléfonos y lejos están de ser berretas, como ellos mismos señalan.
Y si bien las fotos pueden no tener calidad profesional, de algo podemos estar seguros: estos letreros no son algo que vea todo el mundo. Hay que estar con el ojo muy atento para descubrirlos. Son un puñado de los carteles más asombrosos, divertidos y, muchas veces, involuntariamente humorísticos de la vía pública. Ejemplares muy difíciles de hallar en un safari fotográfico cazacartele. Están ocultos ante multitudes de carteles que nos venden, nos ofrecen, nos indican o nos prohíben cosas. Y estos carteles, en cambio, son chuecos, desprolijos y artesanales, hechos por personas, no por marcas. Y, por sobre todo, nos sacan risas con todo el cuerpo. Y eso los define como Cartele. Así, sin ese. Pero con mucha risa. Y eso nunca cambió.
"Lo que empezó como un sitio web donde se promocionaba Cartele, el primer libro, pronto se convirtió en un lugar donde la gente subía sus fotos, donde mandaba mensajes y polemizaba sobre qué foto debería estar sí o sí en el próximo libro. Y luego vinieron las muestras y más libros. Y pronto hubo una sensación de comunidad. Los cazacartele se sentían parte de ella con justa razón. Eramos una red social sin saberlo. Sin tener nombre todavía", se señala en el prólogo.
Cuando llegaron Facebook, Instagram y Twitter, "entonces la modesta comunidad Cazacartele se fue desparramando por todos estos lugares".
