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01-09-2015

El último de una serie tremenda de asesinatos

Las muertes en la zona de Camet fueron cinco y de esa serie ninguna de sus víctimas encontró la paz simbólica que otorga el hallazgo de justicia.

En los primeros años del nuevo siglo era tan habitual encontrar el cuerpo vejado y estrangulado de una mujer en la zona próxima a Camet que tenía algo de deportivo. "En Mar del Plata el deporte nacional es matar mujeres y tirarlas por ahí", llegó a decir atravesado por el dolor, el pariente indignado de una de las víctimas. Y no era una mirada confundida: tiempo después el médico Jorge Caldera arrojaría por uno de los acantilados de aquella zona el cadáver aún tibio de Bárbara Tiscornia para desorientar a la policía y de ese modo encubrir al asesino de su hijo.

Encima los años previos, plenos en su conmoción por aquel figurado Loco de la Ruta, contextualizaban a favor de acostumbrarse a la impunidad y naturalizar los asesinatos, las descuartizaciones y los abusos sexuales contra mujeres.

En total, las muertes en Camet fueron cinco y de esa serie ninguna de sus víctimas encontró la paz simbólica que otorga el hallazgo de justicia. Aunque resulte absurdo, muchas veces conocer el asesino, su método, sus perversiones, entender la saña y explicarla desde la ciencia forense es expuesto como un paliativo. Tal vez así lo sea y detrás de esa necesidad está la familia de María Leticia Filosi (17), la última de las mujeres asesinadas en Camet, el 10 de mayo de 2004.

"No pienso que a mi hija la deje en paz hallar justicia. No lo sé. Pero sí sé que a mí me cerraría el círculo. A mí me daría algo de paz.", dijo a LA CAPITAL, la madre de Leticia, Marta Filosi con fortaleza y esperanza.

Ayer la mujer se enteró de la muerte de Molina. Se lo dijo su abogado Leonardo Lucotti, designado por el cuerpo colegiado para asistir a la familia Filosi. "Necesito que la Justicia diga y confirme que ellos fueron los que le hicieron eso a mi hija, que fue algo terrible. No tienen ni idea de la manera aberrante en que le quitaron su vida", sostuvo Marta Filosi.

Lo que le hicieron a su hija, a una adolescente de 17 años fue estremecedor, por las formas, las circunstancias, por el trasfondo y porque Leticia era una adolescente como casi todas, con la secundaria terminada y el deseo de solventarse ella misma su carrera en la universidad.

El 10 de mayo de 2004, a las 9.30 de la mañana, María Leticia Filosi llegó al centro de la ciudad desde su casa de la calle Lebenshon. Tenía la certeza de que la iban a tomar como camarera en el bar ubicado frente a la fuente de Peatonal San Martín y San Luis. Su entrevista con el empleador fue exitosa. Al cabo de algunos minutos de charla, lo convenció de que era la mejor opción, y salió de allí con el trabajo asegurado.

María Leticia Filosi atravesaba una etapa singular. Ya recibida en la secundaria había elegido ser psicóloga especializada en menores con dificultades y para ello debía trabajar. "Yo no estaba en condiciones de mantenerle una carrera universitaria", recordó la madre. Por eso quería trabajar y por eso sabía que recién en 2005 comenzaría a estudiar.

Pero esa laxitud, esa descompresión, también la había llevado a relacionarse con algunas personas indeseables de la noche. Un individuo la había conquistado y ella, en su ingenuidad, se dejó arrastrar a ese mundo: el novio era un vendedor de droga al menudeo y se transformó en un perseguidor implacable.

En ese mundo estaba el boliche Altabirra, un canto bar que funcionó durante años en la avenida Colón y Lamadrid. Por allí también merodeaban Sergio Molina y Fernando Spotter, hombres que la doblaban en edad.

De acuerdo a lo que logró investigar el fiscal De Leonardis y el entonces ayudante Rodolfo Moure (hoy uno de los mejores fiscales del Departamento Judicial Mar del Plata), aquella mañana del 10 de mayo, tras salir de la entrevista laboral, Filosi se dirigió a un local de regalería de la calle Rivadavia y luego salió caminando. En un punto no determinado, pero muy próximo a la Municipalidad, ella subió a un vehículo. "Conocía al conductor, sin duda", dicen aún hoy los investigadores.

Lo próximo que se supo de María Leticia Filosi fue que pasaría a ser una más de las mujeres violadas, estranguladas y arrojadas en las cercanías de la ruta 11, entre Camet y Santa Clara.

El crimen

Los forenses determinaron que el cadáver de Filosi presentaba golpes en el cráneo que le causaron un desvanecimiento y que en ese estado había sido violada por al menos dos personas. Los violadores y asesinos, para garantizar su impunidad, la mataron: le colocaron la bombacha y el protector femenino dentro de la boca y finalmente le envolvieron la cabeza en una bolsa de nailon que anudaron alrededor de su cuello. Así pudieron asegurarse la oclusión de las vías respiratorias.

El cuerpo de Filosi fue encontrado por un cartonero en proximidades del complejo "La Manada", un sitio que se ubica de forma lindante al AADA 601, sobre la Ruta 11. Estaba dentro de bolsas de consorcio, por lo que los investigadores concluyeron que ese no había sido el lugar donde fue abusada y asesinada.

La labor investigativa estuvo a cargo de la DDI local y de los fiscales. No fue sencilla pero comenzó con la reconstrucción del entorno de Filosi a partir de testimonios. Uno de ellos fue el de su ex novio, quien luego sería clave en el caso. Este joven había tenido un romance "serio" con Filosi que se había interrumpido en el tiempo en que la joven conoció al "dealer". Pero estaba claro que ambos se querían y que volverían a estar juntos. Sólo era una cuestión de tiempo. Tan buena era la relación entre ambos, que fue ese joven quien reconoció el cuerpo en la morgue.

Los investigadores llegaron a ese mundo nocturno en el que Filosi había caído presa y establecieron que Molina y Spotter conocían al novio "dealer". También que Molina había tenido problemas con ese individuo y que había expresado abiertamente su deseo de darle un escarmiento.

Por ese motivo pidió la fiscalía la detención de ambos sospechosos y también la extracción de muestra de sangre para cotejar el ADN con los restos de semen hallado en el cuerpo de la joven.

Durante la investigación el novio "serio" de Filosi ocultó que en la madrugada del lunes ambos habían mantenido relaciones sexuales y que había eyaculado en el interior de la vagina. Ese dato recién lo puso en conocimiento del fiscal en el juicio oral, lo que obligó a los jueces a solicitar un nuevo cotejo de ADN. Algunos días después los peritos confirmaron que había semen de ese joven en la víctima y eso profundizó la convicción del tribunal sobre la poca solidez de la imputación basada en el ADN.

Cuando en abril del 2008 los jueces absolvieron a Spotter y a Molina, otro sacudón de impunidad estremeció a la ciudad. El último de los crímenes de Camet tenía el mismo destino que los anteriores. Como había sucedido con Débora San Martín, Marlene Michienzi, María Claudia Renovell y Mariana Vázquez, no había culpables. El recuerdo de ellas es todo lo que queda como combustible para avanzar hacia la utopía de algo tan sencillo: saber lo que les sucedió.