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18-10-2015

¿De qué están hechas las palabras?

En la tradición de la lingüística occidental moderna, inaugurada por Ferdinand de Saussure (1857-1913), las palabras son definidas como signos. En tanto tales, son entidades de dos caras: en las palabras se unen un sonido (o secuencia de sonidos), llamado significante, y un concepto, llamado significado.

Por Juan José Cegarra Bacigalupo*

Una palabra es como una moneda que, en vez de tener cara y cruz, tiene significante (sonido) y significado (concepto). Encontramos aquí una primera materialidad para la palabra, que es doble: fónica y conceptual. Dada la palabra árbol, por ejemplo, vemos que en ella confluyen una secuencia de sonidos (/a/ + /r/ + /b/ + /o/ + /l/) y un concepto (´planta perenne de tronco leñoso y elevado´).

Ahora bien, estas dos caras, el significante y el significado, no se realizan únicamente en la unidad palabra, sino, además, en otras más pequeñas que las constituyen. La palabra de nuestro ejemplo remite a un árbol solo. Si quisiéramos hablar de más de uno, bastaría con adjuntar un signo más pequeño a nuestro signo original. Árboles, que nos permite pensar en algo así como ´más de una planta perenne?´, ya no es la unión de un solo significante y de un solo significado. A nuestro signo original, árbol, se le ha unido otro más pequeño, -es, en el que confluyen la secuencia de sonidos /e/ + /s/ y el concepto ´plural´. Encontramos aquí una segunda materialidad para las palabras: las palabras están hechas de segmentos más pequeños, que también son signos, puesto que también expresan, por medio de determinada secuencia de sonidos, determinado concepto.

Estos signos más pequeños se denominan morfemas. Por supuesto, hay palabras que coinciden con un único morfema (luz, por ejemplo), pero en la mayoría de los casos contienen varios. Hemos visto que en árbol-es hay dos, y, más aun, en una palabra como perritos hay cuatro: perr-, que expresa el significado base o raíz (´mamífero doméstico de la familia de los cánidos´); -it-, que expresa el significado ´diminutivo´; -o-, que expresa el significado ´masculino´; y -s, que expresa el significado ´plural´. Así, la palabra perritos está compuesta por cuatro morfemas, perr-it-o-s, y, en cada uno de ellos, detectamos un significado distinto asociado a un sonido distinto.

La morfología es, justamente, la sub-disciplina lingüística que estudia la estructura de las palabras desde dos puntos de vista complementarios. Por una parte, observa las variantes de una misma palabra (por ejemplo, perr-a, perr-o-s y perr-a-s como variantes de perr-o) y, por otro, observa los procesos que permiten derivar unas palabras de otras (por ejemplo, arboleda como derivado de árbol). Estos últimos ejemplos, estudiados por la morfología derivativa, resultan muy interesantes. Comentando dos problemas tradicionalmente asociados a ellos daremos cierre a este artículo.

Hemos dicho que las palabras están hechas de segmentos más pequeños que cuentan con una expresión sonora asociada a un significado. Existen, sin embargo, excepciones. Por ejemplo, arboleda, alameda (derivado de álamo) y polvareda (derivado de polvo) siguen un proceso derivativo similar. Pero, mientras que en arboleda y alameda reconocemos una estructura de dos morfemas (raíz: arbol- ; alam- ; sufijo derivativo: -eda, que significa ´abundancia de´) en polvareda reconocemos una estructura de tres: la raíz, polv-, el sufijo derivativo -eda y, en medio, el segmento -ar-, para el cual no es posible distinguir ningún significado. Así, la palabra que significa ´abundancia de polvo´ es morfológicamente irregular respecto de aquellas que significan ´abundancia de árboles´ y ´abundancia de álamos´, puesto que presenta un segmento extra al cual, además, no puede asignársele un significado. Su versión regular sería polveda, pero todos sabemos que no existe.

Para cualquier hispanohablante la relación entre las bases y los derivados recién analizados es evidente. Sin embargo, no todos los casos son tan transparentes. Por ejemplo agazaparse, que significa ´agacharse, estar al acecho´, deriva de gazapo, que significa ´cría de conejo´. Cuando los conejos pequeños quieren ocultarse de sus perseguidores, encogen su cuerpo contra la tierra, y de ahí el vínculo semántico entre la palabra base y su derivado. Algo similar ocurre con amilanarse (´abatirse, desalentarse´) que deriva de milano (´tipo de ave rapaz´): cuando los roedores de los cuales el milano se alimenta lo ven sobrevolar, se desalientan.

Como vemos, las palabras están hechas de sonidos y significados, de estructuras y de complejas relaciones. De todo ello, y casi sin pensar, nos servimos día a día para hablar sobre los sonidos, los significados, las estructuras y las complejas relaciones de que está hecho el universo.

* Profesor en Letras (UNMdP). Doctor de la UBA. Área: Lingüística (UBA) Cátedras: Taller de Oralidad y Escritura I. Gramática I y II. Lingüística I y II