El político de raza que cambió de piel ante las cámaras de la TV
por Oscar Lardizábal
Junto con su protagonismo de primera línea en el restablecimiento de la democracia en la Argentina, Raúl Alfonsín supone el inicio de la videopolítica en nuestro país, afirma en su libro "Homo Zapping" (Política, Mentiras y Video) el teórico de la comunicación y decano de la Facultad de Ciencias de la Educación y de la Comunicación Social de la Universidad del Salvador, Gustavo Martínez Pandiani.
Luego de Alfonsín, sonriente y con sus manos entrelazadas a su izquierda en señal de triunfo y de confianza, con aquel sello de RA enmarcado por los colores de la Bandera argentina y rematando cada spot suyo durante la campaña de 1983, y con sus frases breves y de gran efecto como aquella de que "con la democracia no sólo se vota sino que se come, se cura y se educa", la política en la Argentina ya no volvió a ser como entonces.
Alfonsín, un político de comité, un típico radical acostumbrado a las tenidas nocturnas entre correligionarios en torno de una mesa con vino y empanadas, supo adaptarse con una sorprendente rapidez a los códigos de la televisión, y darle su imagen renovada a la campaña de marketing político que fuera diseñada por el equipo encabezado por el publicista David Ratto, integrado también por los entonces jóvenes especialistas Gabriel Dreyfus y Marcelo Cosín.
Refiriéndose a las campañas para las elecciones presidenciales de 1983, Pandiani analiza aquel fenomenal contraste entre el candidato radical aggiornado para la TV y el anacrónico muestrario justicialista de ese momento, desde la "monotonía" de Italo Luder hasta el desenfreno autoritario del candidato a gobernador de Buenos Aires Herminio Iglesias, al quemar el féretro con los símbolos alfonsinistas, imagen atemorizante que la televisión tomó en primer plano y emitió en directo.
Dice Pandiani: "En los años ochenta, la irrupción definitiva de la TV en la escena electoral cambia para siempre la forma de hacer campaña e, incluso, la de comunicar los actos de gobierno".
"Son los dirigentes políticos --añade-- quienes se ven obligados a adaptarse a la lógica de la pantalla chica, aprendiendo a contestar preguntas de fondo en diez segundos, para veinte periodistas al mismo tiempo y, de ser posible, mirando a la cámara".
Uno de los primeros consejos de Ratto a Alfonsín fue que dejara de usar los tradicionales trajes de tres piezas. Luego en sucesivos spots televisivos ya no fue el radicalismo sino ese nuevo y carismático producto (la persona de Raúl Alfonsín) el centro de los mensajes. Al mismo tiempo, y para escándalo de los dirigentes todavía aferrados al estilo de siempre de su partido, el caudillo mutó en el candidato dispuesto a participar de manera activa e informal en los programas más populares de la época, prestándose inclusive a compartir el set con el actor cómico Mario Sapag en la inigualable imitación que éste hacía de él. Claro que acompañando la estrategia publicitaria aparecía el talento comunicacional del mismo Alfonsín, ya que años después la participación en programas televisivos de amplio ranking tuvo para otro presidente radical, Fernando de la Rúa, resultados desastrosos.
Además, el mismo escrito de Pandiani muestra cómo la campaña alfonsinista de 1983 fue efectiva para aludir, incisivamente, al fondo tremendo y dramático de aquella instancia histórica. Se recordará en este sentido el eslogan que acompañó el primer spot en salir al aire proponiendo la candidatura del líder de Renovación y Cambio: "Más que una salida electoral es una entrada a la Vida".
En aquella cadena de mensajes tendientes a personalizar la campaña en Alfonsín, mediante sus imágenes por la televisión, luego vendría el enfático "Ahora, Alfonsín. El hombre que hace falta", más tarde todavía más abreviado en el "Ahora, Alfonsín", por aquel político de raza que supo cambiar de piel frente a las cámaras de la televisión.
