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21-04-2010

De la guerrilla comunicacional chavista a la burda propaganda oficial de "6-7-8"

Por Aleardo F. Laría (DyN)

Un grupo de jóvenes adolescentes, uniformados, juraron recientemente en Venezuela su adhesión a los "comandos juveniles de guerrilla comunicacional" que promueve el gobierno bolivariano de Hugo Chávez.

Ellos forman parte de la operación "Trueno Comunicacional", dirigida a combatir los mensajes que difunden los medios de comunicación privados, considerado el "aparato de dominación de los pueblos" operado desde los centros de poder.

En la Argentina, los intelectuales oficialistas de Carta Abierta también han conformado una peculiar "guerrilla comunicacional".

La iniciativa de Hugo Chávez encaja en su particular guerra contra los medios de comunicación hostiles al gobierno, iniciada largo tiempo atrás, cuando negó la renovación de la licencia de Radio Caracas TV. Más adelante, el presidente suspendió también la señal de televisión por cable de RCTV y otros cinco canales de televisión: América TV, American Network, Ritmo Son, Momentum y TVN Chile.

Chávez anunció también que retiraría la concesión de 240 emisoras de radio y abrió nuevos procedimientos administrativos contra varios canales privados, entre ellos el opositor Globovisión, por "transmitir mensajes en defensa de la propiedad privada".

Entre otras singulares iniciativas dirigidas a combatir el poder de los medios de comunicación, Chávez ha propiciado, con escasa fortuna, la creación de Telesur (Nueva Televisión del Sur), con la pretensión de crear una cadena regional de noticias para competir con las cadenas internacionales, en la que está asociada la Argentina.

También ha exhortado a producir "telenovelas socialistas", distintas a las capitalistas, que sean más acordes con el proceso revolucionario que impulsa en su país.

La estrategia de los nuevos guerrilleros comunicacionales de Chávez consistirá en comunicar, movilizar y organizar labores como volanteo y empapelado de estaciones del Metro. El Presidente también pretende que los estudiantes y jóvenes desplieguen a través de Internet las redes de encuentro personal, la telefonía móvil y, mediante actividades artísticas y culturales, labores dirigidas a enfrentar "el silencio mediático".

En la Argentina, los grupos de intelectuales afines al Gobierno han diseñado también una estrategia similar, con la esperanza de influir en los comentarios periodísticos que transmiten los medios de comunicación privados.

Su estrategia consiste en glosar, con opiniones críticas, enmascaradas como "comentarios de lectores", los artículos de opinión que aparecen en los boletines electrónicos de los diarios.

Esas "críticas K" --algunos añaden otra K-- se pueden identificar rápidamente porque tienen tres rasgos característicos: descalificaciones muy agresivas al periodista que escribe (falacia "ad hominem"), visión maniquea y "falacias de desplazamiento", es decir introducir cuestiones que no se vinculan con el tema tratado haciendo referencias obsesivas al pasado (por ejemplo, "a los que huyeron en helicóptero").

La historia de la comunicación prueba sobradamente que todas estas maniobras no sólo son inútiles sino que a la larga se vuelven contra sus propios autores, ya que al crear un nuevo "relato", sesgado y parcial, supuestamente dirigido a contrarrestar el de los medios, los mismos terminan encerrados en una burbuja comunicacional que los vuelve más intolerantes y radicales en sus planteamientos.

El resultado final es que sus puntos de vista son compartidos sólo por una reducida nube de fanáticos seguidores y revelan cada vez un menor contacto con la realidad.

Las noticias y comentarios que publican los medios de comunicación son producciones humanas y, por lo tanto, están siempre expuestas a la ambigüedad y la subjetividad. Pero éstas no son patologías, sino que, sencillamente, la pretensión de alcanzar una verdad "objetiva", que satisfaga a todos, es proponerse un objetivo místico, inalcanzable.

De allí, que todas las democracias se limiten a garantizar que una pluralidad infinita de opiniones lleguen, a través de todo tipo de medios, a los ciudadanos.

Ahora bien. Los públicos receptores de esas informaciones y comentarios no son receptores pasivos, sino que prestan atención a algunas noticias, ignoran la mayoría e insertan los relatos en una trama que refleja sus respectivos valores e intereses.

Como señala Murray Edelman, un análisis adecuado del periodismo "lo vería como un momento de una compleja cadena de interpretaciones, cada una de cuyas fases anticipa las interpretaciones anteriores y ayuda a darles forma".

Quienes desde el oficialismo acusan a "los monopolios mediáticos" de deformar la realidad, deberían entender que la única manera de sacar del mercado un producto de mala calidad es ofreciendo otro de calidad superior.

Si las producciones de los canales de televisión oficial y las radios estatales tuvieran la calidad alcanzada por la BBC en el Reino Unido --conseguida gracias a preservar con celo su independencia de la influencia estatal-- probablemente ganarían un público preparado y abierto para conocer todas las opiniones.

Lamentablemente, el nivel de calidad de algunos programas de la televisión pública argentina es deplorable. Los que no han tenido ocasión de ver "6-7-8" harían bien en hacer una parada en esa pantalla para ver, reunidos en un mismo espacio, la muestra más chabacana, zafia, burda y grosera de propaganda oficial que alguien pudiera imaginar.

Si Chávez se dirige raudamente al modelo periodístico implantado en Cuba hace muchos años --donde sólo se puede leer "Gramma", único medio tolerado en la isla-- en la Argentina, dada la fuerza de su sociedad civil, se está lejos de semejante despropósito.

Aquí, por el momento, sólo asistimos al espectáculo pintoresco de algunos personajes que, lanza en ristre, colocándose el yelmo de Don Quijote en la cabeza, se empeñan en embestir contra amenazadores molinos de viento.