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14-02-2015

Adriana Aizemberg, la madre "loca" de Bernarda Alba

Adriana Aizemberg interpreta a la madre de Bernarda Alba, en la obra que sube los lunes y martes a las 21 en el teatro Güemes.

Firme, atravesando las metamorfosis experimentadas por la obra, Adriana Aizemberg es una de las tres actrices originales de la adaptación de "La casa de Bernarda Alba" de José María Muscari.

En su tercera temporada, segunda en Mar del Plata como parte del elenco, la actriz habló del personaje tierno y alegre, que, considera, "no es ni más ni menos que la voz de Lorca".

Minutos antes de viajar a Miramar para realizar una de las paradas de la gira que llevan adelante durante la semana por localidades de la costa, la actriz consagrada en las tablas, la televisión y el cine, indicó: "Estamos respaldadas por esa gran obra y con la mirada de José María Muscari, un director muy moderno. Esta obra ha sido hecha en los teatros oficiales en forma muy solemne y, con su impronta, la convirtió en un éxito impresionante, haciendo un teatro verdaderamente popular, que es lo que le gustaba a Lorca".

Satisfecha por el suceso de la puesta, primero en Buenos Aires, luego en esta plaza y en la gira por el país, Adriana comentó con entusiasmo que están agregando funciones en Pinamar porque la sala se llena.

El personaje que encarna Aizemberg es la madre de Bernarda Alba, abuela "loca" de esas hijas sofocadas por el autoritarismo de Bernarda. María Josefa, es una vieja-niña, ya que el aspecto denuncia su edad pero su inocencia y su alegría contrasta con la funesta actividad del hogar. Josefa es la voz de la verdad en un ámbito en el que todos ocultan cosas, es la risa en medio de la angustia y el llanto, y es el blanco de un jovial traje de novia en medio del obligado luto. Por eso está encerrada, se encuentra prohibida.

Muscari reescribió muchas escenas en la misma tónica propuesta por Lorca, por haber captado acertadamente el espíritu lorquiano. Así, por ejemplo, en el texto original, María Josefa tiene una sola escena aunque acá, el ojo y la sensibilidad del director consideró oportuna su presencia cada vez que su candidez podía contrarrestar la tensión dada por el resto de los personajes.

"Creo que para un actor es un elemento fundamental la inocencia para creerse lo que está haciendo y darle vida a esa situación. Este es un personaje que es necesario por cómo está instrumentado, porque en los momentos de más angustia y represión, sale con ese entusiasmo por la vida que contagia a la gente", comentó.

Admiradora y estudiosa de la vida y obra del poeta granadino, la actriz tuvo mucha intervención en la composición de su personaje, según contó. "El quería que yo cantara y bailara y yo le sugerí una canción que no es ni más ni menos que un tema de la época de la Guerra Civil Española. Yo hice mi versión de tres canciones muy populares y me dijo 'que sea la del pino verde'. Me dio mucha, mucha libertad. Yo tengo cinco entradas nada más en la obra, pero tan aceptadas por la gente, por el mensaje que implica", señaló.

Si bien la obra fue escrita en el contexto del franquismo español, no hay ninguna mención que la localice temporal o espacialmente, por lo que la identificación con el espectador actual es más directa.

-¿A qué reflexión te conduce "La casa de Bernarda Alba"? ¿Qué nos dice de la actualidad?

-Es una obra con una historia accesible y refleja con realismo la época en que la escribió Lorca, en 1936, el autoritarismo y esa cosa tan tremenda del franquismo. Acá vemos el pensamiento de la madre, Bernarda, y el de mi personaje, que es como la voz de Lorca, porque encarna la libertad, la alegría, el casamiento, el amor, el aire, la música. La obra tiene una estructura de una solidez y una comprensión muy directa y muy grande y es muy identificable con muchas situaciones de familias que -actualmente, no tanto- sostienen un autoritarismo que no te lleva a nada. La sujeción de esa madre con sus hijas conduce a la tragedia.

-Esa situación no es tan habitual hoy, pero se habla de otra cosa, del condicionamiento de la mirada externa, del qué dirán, algo que es mucho más común en ciudades chicas.

-Totalmente. La obra es incorruptible. Es una masa. No hay cómo destruirla. Es de una arquitectura perfecta, dramáticamente hablando. El otro día me preguntaban por qué no se hace tanto teatro argentino y se hacen muchas comedias extranjeras. Lo que pasa es que cuando una obra tiene sus valores, no importa su origen. Hay obras buenas y obras malas, que no se sostienenen de ninguna manera. Pienso en "El abrazo partido" (película de Daniel Burman en la que participó). Está hecha por un director argentino, por un elenco argentino y en un barrio como el Once, y, sin embargo, tuvo una repercusión mundial impresionante porque el público se identifica. Alguien ha dicho "Pinta tu aldea y pintarás el mundo". Así que cuando hay algo auténtico, no importa el origen. Hay teatro bueno y malo, más allá del entretenimiento que pueda provocar. Porque esta obra es muy entretenida, además de ser comprensible para todo el mundo. Creo que el contenido de la obra habla de cosas universales y que no tienen época: el amor, la libertad, el oscurantismo, la luz, el aire, la vida, el canto son cosas inherentes al ser humano. Lorca tenía un talento y un idiosincracia personal... Era un creador, con una amplitud de criterio y una libertad enorme y lo mataron como un perro.

-La pieza había sido adaptada a la medida de Norma Pons, que le daba una impronta muy suya a Bernarda. ¿Cómo cambió tras su muerte?

-Del elenco anterior quedamos tres personas, nada más: Mimí Ardú, Lucrecia Blanco y yo. Y te digo, sin desmerecer para nada a las anteriores actrices, que siempre fueron excelentes actrices, muy profesionales, que, en este momento, me parece que la obra tiene una energía y una combinación de personalidades muy interesante. Me gusta muchísimo como está saliendo ahora. Y Bernarda es distinta. Lo que pasaba es que Norma Pons tenía una presencia imponente, con esa altura, esa flacura y esa impronta muy absorbente que le daba al rol. Y el trabajo que hace, para mí, María Rosa (Fugazot) es más real, más humano. Al ser personas diferentes, cada una le da su impronta, su color. Por ejemplo, Julia Calvo no tiene nada nada que ver con Martina Gusmán, es otra energía, otra cara. Antes eran todas divinas las chicas y vos decías: "¿por qué les pasa lo que les pasa si eran divinas, modelos, altas, flacas?". Ahora está Bárbara Vélez, en lugar de Florcita Torrente, y está muy bien. Me sorprendió cómo está, con qué responsabilidad tomó el trabajo, con qué amor y profesionalismo. La obra siempre es extraordinaria, maravillosa y eso se respetó mucho hasta el día de hoy, que Muscari viene a vernos, anota en sus papeles y hace devoluciones a cada una para que la puesta sea lo que tiene que ser. Hay mucho rigor en este trabajo. A mí me gusta mucho lo que se genera energéticamente en este momento. Es muy interesante lo que está pasando.