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Opinión 8 de marzo de 2018

Racistas en un país de inmigrantes

Por Nino Ramella

Suele ocurrir que la dirigencia, y particularmente la dirigencia política, ignore la repercusión de sus declaraciones o iniciativas. En el altar de la demagogia sucumben los criterios de responsabilidad. Un “hombre de Estado” interpretaría mal el verdadero valor de la Democracia si creyera que esta debe ser tributaria de la opinión pública y nada más. Bastaría con tener buenas encuestas.

Los estadistas que en el mundo han sido fueron muchas veces a contrapelo de la opinión pública. Su responsabilidad los llevaba a adelantarse a su tiempo, a ver las consecuencias de conductas sociales más allá de la coyuntura. Churchill no sintonizaba con el pueblo inglés cuando les prometió sangre, sudor y lágrimas. Pero su liderazgo les hizo cambiar de opinión.

¿Una ley vetusta?

Con una liviandad que asusta mandatarios provinciales, funcionarios y legisladores de varias jurisdicciones instalan en la sociedad argentina la cuestión de la injusticia de la gratuidad de servicios de salud y educativos a extranjeros, consagrada en el artículo 6º de la Ley 25.871 de Migraciones que dice que “el Estado en todas sus jurisdicciones, asegurará el acceso igualitario a los inmigrantes y sus familias en las mismas condiciones de protección, amparo y derechos”.

El punto no es acá la cuestión de fondo, donde caben criterios opuestos. Lo que puede ser reprochado, por irresponsable, es la instalación de un tema que en la sensible atmósfera que respira el pueblo argentino corre el peligro de derivar en conductas perturbadoras de la convivencia social que muchos declaman buscar.

En su momento Mar del Plata sufrió la violencia de grupos neonazis que se sintieron validados por quienes debieron condenarlos sin cortapisas y sin embargo no lo hicieron. Motivó en su momento la intervención por parte del INADI para frenar esos hechos xenófobos.

No es un fenómeno local. Quienes mencionan que “el sistema” de los Estados Unidos frenará la posibilidad de que las bravatas de su presidente se concreten, no reparan en el aumento de los hechos xenófobos que sus palabras han multiplicado. El larvado racismo que anidaba en muchos corazones fue repentinamente liberado.

Más grieta

En un país totalmente formado por inmigrantes se estimula una división que nos distingue de los forasteros. No teníamos suficiente con la “grieta” vernácula que ahora ahondamos las diferencias como si se tratara de una vuelta de tuerca más al proceso de jibarización mental que nos ha condenado al pedestre terreno de lo meramente binario. Muy pronto el pensamiento crítico pasará a ser una virtud olvidada por parte de los seres monocelulares en que nos convertiremos.

Escucho y leo declaraciones en los medios y en las redes sociales. Ni siquiera hacen diferencia entre residentes y no residentes. Los bolivianos pasan a ser el emblema. Que yo sepa miles y miles de bolivianos que residen en nuestro país contribuyen con su trabajo al crecimiento de la Argentina. Y muchos de ellos viven con nosotros desde hace muchos años. ¿A esos laburantes van a decirles que no pueden atenderse en nuestros hospitales o educarse en nuestras escuelas?. Pues yo leo eso. Y me indigna.

Alguien podrá decir que lo que debería ordenarse es a lo que se llaman “tours médicos”, es decir a aquellas personas que cruzan la frontera con la exclusiva intención de recibir asistencia de salud e inmediatamente regresar a sus países de residencia. Admito esa cuestión como discutible, aunque íntimamente abrigue mi parecer.

Pero si alguien, un gobernador por ejemplo, decide encarar esa cuestión para garantizar reciprocidad, debe realizar gestiones bilaterales en discreción. No puede exhibir con declaraciones altisonantes una situación que corre el peligro de soliviantar los ánimos. Eso, por si no lo saben, se llama política.
“¡Boliviana de mierda!”

En las últimas horas los medios reflejaron un episodio ocurrido en el local de Pami ubicado en la calle Caseros al 600 de la ciudad de Salta. Una mujer estaba recibiendo instrucciones y medicamentos por parte de una empleada del organismo. En el momento en que metía unas cajitas en su cartera un hombre le pegó una trompada en el pecho al tiempo que le gritaba “¡Boliviana de mierda! ¡Vos te estás llevando nuestros medicamentos!”. La mujer apenas alcanzó a balbucear: “Nací en Cachi… y viví toda la vida acá”.

¿Puede alguien sinceramente despegar esa reprochable actitud de las altisonantes declaraciones de quienes lideran la causa de la reparación nacionalista?

Algo de cordura

En las últimas horas varios rectores de universidades nacionales –entre ellos el de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Alfredo Lazzeretti- y representantes de universidades privadas hicieron declaraciones que contribuyen a una sensatez que no parecieran tener quienes declaman su vocación de pacificar los ánimos.

“Las universidades públicas gratuitas tienen una rica tradición de recibir estudiantes de América Latina. Nos llena de orgullo que nos elijan; enriquece culturalmente nuestras aulas y favorece la integración regional, que debe ser de los pueblos, no sólo de los gobiernos”, expresó el rector marplatense.

En el mismo sentido el rector de la UBA, Alberto Barbieri, dijo que “la interacción con personas de otras culturas enriquece el acervo cultural de cualquier persona. Quienes estudian en nuestra Universidad se llevan una imagen muy positiva de la UBA y la toman como propia. Luego son embajadores nuestros en el mundo y fortalecen el intercambio en todos los aspectos en los países en donde estén”.

En un mundo donde los nacionalismos, fundamentalismos e integrismos socavan las bases del humanismo más primario, en nuestro país no vacunan contra el racismo sino que desparraman el virus.

“Las banderas -como dijo Fernando Aramburu hace pocos días-, siempre ondean contra otro”. Acaso logren algún día abrigar al que lo necesite.



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