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Opinión 9 de marzo de 2018

Se trata de salvar ambas vidas

por Silvia Elías de Pérez

La historia de la humanidad ha demostrado que existieron enormes formas de discriminación. Durante años las personas que tenían un color de piel distinto fueron consideradas como una mercancía que se podía comprar, vender, mutilar, y hasta matar cuando ya no podían cumplir el rol que sus “amos” deseaban. En otros momentos, el derecho a la vida le fue negado al que tenía una creencia distinta, al que profesaba una religión diferente.

Siempre en mano de los más poderosos, los que tenían un poder de decisión único, sin que el otro pudiera reaccionar o defenderse. Hoy estamos frente a una nueva versión de estas discriminaciones, separando a las personas entre “deseadas o no”, erigiendo el derecho de una persona a terminar con la vida de otra por ser “no deseada”.

El derecho a la vida es el primero y más fundamental de todos los derechos. Desde la ciencia, la Academia Nacional de Medicina, el premio Nobel de Biología Jean Rostand, entre numerosos expertos, afirman y demuestran que la vida comienza en el momento de la concepción en el útero materno. Nuestro país tomó decisiones claras y contundentes al establecer que se entiende que la vida comienza desde la concepción. Esta definición no sólo fue determinada en el nuevo código civil si no que se expresa en tratados internacionales de derechos humanos con jerarquía constitucional.

No quedan dudas que la realización de un aborto no es la solución a ninguna cuestión. No podemos dejar de resaltar que una mujer que se practica un aborto constituye el fracaso del sistema en todas sus dimensiones.

El quid de la cuestión es el acceso real para toda la población a una educación sexual. Un mecanismo de información que permita que jóvenes y adultos puedan tener más y mejores herramientas para tomar decisiones.

El gobierno ya está trabajando en una iniciativa integral para que, en las escuelas, en los centros de salud y en las comunidades, haya profesionales que acompañen y asesoren a los chicos en Educación Sexual, salud reproductiva y métodos anticonceptivos no abortivos.

Y en el caso que una chica quede embarazada, es imprescindible generar la conciencia que tanto la vida de la madre como la del niño por nacer deben ser protegidas. Es su familia, sus seres cercanos y de confianza y el Estado quienes acompañan a la mujer embarazada con la contención adecuada en cada circunstancia. La mujer embarazada debe sentir que no está sola. Que existe un sistema al que puede recurrir. Esa mujer embarazada que puede encontrarse en una situación angustiante, tiene las herramientas para evitar tomar uno de los caminos más trágicos: optar entre ella o su hijo por nacer. No es una elección. Es una postura en la que se encuentran dos vidas en una situación absolutamente desigual, en la que alguien que perderá su vida sin la posibilidad de elegir ni de defenderse. Esa es la mirada más difícil, no simplista, pero es la que debemos tener. No se trata de cambiar muertes maternas por la de niños por nacer, se trata de salvar ambas vidas.

Argentina ha iniciado un nuevo rumbo, donde lo primero debe ser cuidar a todos los argentinos desde el primer momento; desde su concepción. Esa es la lucha que estamos llevando adelante y en la que me siento identificada.

(*): Senadora nacional por Cambiemos (UCR-Tucumán).