El mundo posible de Zambayonny en su nuevo álbum
Las tendencias actuales llevan a los artistas a las plataformas digitales, donde lanzan sus temas. Todavía quedan aquellos que lanzan álbumes completos. Un paseo poético y sensorial por la cosmovisión del singular cantautor.
Por FdR (*)
El mejor de los mundos posibles no es otra cosa que una experiencia personal deseada. Ni siquiera es un ideal. Es una ilusión, un anhelo y terminará siendo lo que salga y lo que venga. Acaso de eso mismo se trate el nuevo álbum de Zambayonny: “El mejor de los mundos posibles”. En la era de la satisfacción inmediata, de lo fugaz, de lo breve y de la atención apenas sostenida unos segundos, encadenar catorce canciones es un plan cumplido y entregado a quien lo quiera tomar.
El trabajo del cantautor bahiense que ya gira por las plataformas de internet reúne profecías, consejos, confesiones, reproches, claudicaciones, amores agotados y otros por agotarse, insomnios y hasta un autoretrato que activa el modo reflexivo. Tiene el registro de canciones urbanas, pero también íntimas, reconocibles en la obra de Zambayonny como Portaretratos, La regalería del amor o Las tintas del final, donde las revelaciones más privadas se acompañan con un colchón musical preciso en la sencillez abrumadora de las melodías.
A propósito, por más que busquen los escrutadores de siempre probablemente no darán con novenas, disminuidos o acordes de paso. Las músicas de Zambayonny son vehículos sin la pretensión de un Tesla, pero con la eficacia de un utilitario, en los que se transportan poesías de las más urbanas que el cancionero popular de los últimos años pueda distinguir. Por eso, él mismo considera a sus canciones resultadistas, esa pulsión del antihéroe artístico que termina ganándose el corazón de los muñecos de la observación ajena. Y como escribe bien, más que bien, tiene lectores cautivos entre sus seguidores que reconocen las buenas historias, de esas que aparecen en el nuevo álbum.
La apertura con Portarretratos es la añoranza de lo que se fue y aceptación de lo que se es. El portarretratos es símbolo del tiempo detenido frente al movimiento emocional del narrador. Y Medio Lejos, uno de los primeros cortes, es una canción que hace reflexionar sobre lo cerca que se puede estar de diferentes realidades y cómo un pequeño detalle puede cambiarlo todo. Zambayonny logra, con su estilo característico, convertir lo cotidiano en una reflexión poética sobre la incertidumbre y la delicadeza de los momentos cruciales.
Miss Todavía, por ejemplo, una oda a la mutación, con una mirada crítica pero afectiva de lo que la vida hace con nosotros al ponernos en un lugar que nunca imaginamos. O en el que el desencanto nos colocó.
No te pierdas lejos es un manifiesto ético-poético de consejos de vida en forma de advertencias, con la forma del decálogo, aggiornado a una mirada sensible, escéptica pero esperanzada que contrasta con Fotos de Flash, cuya pareja protagonista parece estar entregada a vivir su propia historia a contramano del sentido común, del reloj, de las normas y del qué dirán. Se ríen de la lógica y de los buenos consejos, como si supieran que el amor (o el deseo, o ese vértigo compartido) tiene fecha de vencimiento.
La mirada de una sociedad desbalanceada aparece en Los Derrapados (“Se mezcló el desayuno con la ginebra /la noche negra quiere firmar la paz/ pero todos nacimos de alguna guerra/ por eso no nos rendimos así nomás”) o con el sueño alterado como en Arroró Mal, (“No sé qué gano acostándome temprano si ahora no tengo ya ni el sueño americano”), en clara alusión a la pérdida de ideales y horizontes.
La perla de cierre es El Viaje por la Nostalgia, con la oriental participación de Agarrate Catalina, es una de las piezas más introspectivas del disco, en la que cuenta con mucha claridad y lirismo el proceso creativo. No es solo una canción sobre escribir una canción, sino sobre todo lo que hay que atravesar para llegar a ese momento revelador donde aparece “la canción”.
Al final -que es final transitorio solo porque es lo último- a Zambayonny se lo terminó comiendo el personaje de Diego Perdomo. Ese artista disruptivo que a comienzos de siglo sorprendía con la irreverencia de las palabras de entrecasa, con la incomodidad de las verdades más vulgares y con los difusos bordes de la corrección, se transformó en un trovador citadino con ecos de sus primeras canciones perfiladas por versos de Sabina, de Rodríguez, de Aute, de Charly, de Serrat, de Zitarrosa. Todo, con un acompañamiento musical de banda envidiable, de amigos de fogón, como Joan Berenguer, Meliza Blanco, Marcos Deker, Augusto Argañaraz, Lea Bensassón, Rafa Pons, Gustavo Ridilenir, Facundo Bainat, Nico Díaz, Gianni Dusio, Diego Savoretti, Juan Mayo, Sebastián “Batata” Ayala y Emanuel Schuster. Una organización musical prolija y que ejecuta cada canción con una “poliemocionalidad” solidaria.
Y se agradece.
(*) Humano sin ayuda, por ahora, de la Inteligencia Artificial
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