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Opinión 1 de junio de 2025

El año electoral: entre la oportunidad y el riesgo

 Por Jorge Raventos

El año electoral que culmina en octubre ya se ha puesto en movimiento, notoriamente con los comicios porteños de hace dos domingos Aunque ha producido efectos sobre el paisaje político general, la victoria obtenida ese día por La Libertad Avanza en las elecciones municipales de la Capital ha sido probablemente sobreestimada.

Ya se ha señalado suficientemente (y había sido previsto en esta página) que el fenómeno que dominó plenamente esa elección fue  el ausentismo

Puede alegarse que la circunstancia de que la del domingo 18 de mayo  fuera la primera experiencia en el distrito de una elección municipal separada, tuvo incidencia en el desinterés ciudadano. Pero, aunque pueda haber influido en algo. ese hecho no alcanza para explicar la magnitud del fenómeno.

Ciertamente, cuando las municipales coinciden con una elección presidencial, se benefician de un arrastre del interés que esta última despierta. La elección de Mauricio Macri en 2015 y la de Alberto Fernández en 2019 obtuvieron presentismos altos, que superaron el 80 por ciento. La de Milei, en 2023, llegó al  77 por ciento. Lo  cierto es que todas las elecciones realizadas desde 1983 –no solo las presidenciales- superaron el 70 por ciento de presentismo; la única excepción fue la de 2021, que tuvo lugar en tiempos en que se mantenían restricciones derivadas de la pandemia. Pero incluso esa, con 68 por ciento de voto positivo, supera largamente el 47 alcanzado el 18 de mayo. ¿Se repetirá  el ausentismo en septiembre y octubre en el caliente escenario de la provincia de Buenos Aires.

Intermitencias

Si fue durísimo el duelo porteño  entre libertarios y macristas, que peleaban por la conducción  del voto antiperonista,  en la provincia que gobierna Axel Kicillof  esos contendientes ya se preparan para batallar juntos: bajo estandarte violeta en octubre, y con colores adhoc  en cada una de las ocho elecciones seccionales en que se dispersa la elección estrictamente provincial de septiembre.

Con el escarmiento recibido en sede porteña, el Pro no ha tardado en allanarse a las condiciones de la Casa Rosada; decidió olvidar viejas y nuevas ofensas y hasta miró hacia otro costado para no comentar el desdeñoso gesto con el que Milei rechazó el saludo del intendente Jorge Macri en la Catedral, durante el Te Deum. Hay voluntad de alinearse detrás del Presidente, ya se trate de un caso de metempsicosis  -transmigración espiritual – o  de “republicanismo intermitente”, según la ingeniosa ocurrencia del presidente  de la Coalición Cívica, Maximiliano Ferraro.

Peso de la miniatura

Así, la miniatura electoral capitalina  termina abriendo la puerta a una consolidación de la sedicente oferta liberal, constituida desde la presidencia con la jefatura de Milei, el rol central del sello libertario y la presencia -escoltando su órbita- del macrismo, de algunas fuerzas localistas de origen provincialista, peronista o radical. ¿Es una alianza llamada a suplantar a los movimientos históricos? Por el momento es un bosquejo de reagrupamiento,  un conglomerado que no tiene  raíz común, no  está movilizado por el fervor de una gesta nueva y en algunos casos no hay siquiera  una intención de compartir  un mismo pabellón más allá de un trecho..

Lo que hay es el reconocimiento de que Milei puso en marcha un programa simple (que hasta el momento ha funcionado y mantiene  suficiente acompañamiento  de la opinión pública) para moderar sensiblemente la inflación y achicar a como dé lugar el déficit fiscal;  y que, si bien  no llegó con fuerza  ni en el Congreso ni en los territorios, pudo gobernar con la ayuda o el disciplinamiento de las Cámaras y las provincias,  pudo hacer retroceder la competencia de Macri y ha demostrado  tener capacidad de castigo.

No será mucho, pero es suficiente para mantener la iniciativa política. Las fuerzas de lo que convencionalmente se denomina oposición están dispersas o –caso del peronismo, el fragmento más numeroso- maniatado en su propio cepo: no termina de liberarse de la hegemonía kirchnerista, que es una garantía de fragmentación interna, aislamiento e impotencia estratégica. En la provincia de Buenos Aires, donde el gobernador Kicillof intenta saludablemente tomar distancia de la matriz K de la que él mismo emergió, el ancla representada por la corriente camporista obstruye sus pujos de autonomía y es muy probable que contribuya a la victoria del mileísmo en la mayoría de las secciones electorales del distrito. El kirchnerismo perdió en la provincia la mayoría de las elecciones de medio término que le tocó presidir,

Hay una oposición dispersa y fragmentada que facilita la acción del mileísmo en un sistema corroído por la decepción y la apatía social.

Que casi la mitad de los votantes falten a la cita con las urnas (como viene ocurriendo en los comicios de este año) es sin duda una vulnerabilidad política sistémica, que afecta al gobierno aunque no se trate de una contestación referida ni única ni principalmente a él sino de una respuesta al conjunto del sistema que el gobierno encabeza.

Sin embargo,el  ausentismopuede ser numeroso y revelador, pero no constituye una medida organizada ni es expresión de una alternativa; es apenas otra manifestación de la dispersión y atomización predominantes. Un silencio que está solo y espera.

No espera no solo que los precios se equilibren y estabilicen, sino que los sueldos recuperen lo que vienen perdiendo y que la producción y el empleo crezcan visiblemente; también que, además de la economía, Milei atienda las fragilidades del sistema político institucional  y deje de  incurrir en agresiones que dañan la conviviencia y perjudican la gobernabilidad.

La elección de medio término luce como una oportunidad para el gobierno para adquirir fuerza en planos donde el segundo puesto de Milei en 2023 y la carencia previa de una estructura política propia no lo permitieron.  Hoy puede exhibir logros ,cuenta con meses de experiencia, puede  ufanarse de la amistad de Donald Trump y lo favorece  la disgregación de los opositores.

Pero una victoria como la que la Casa Rosada ahora se atreve a prever puede también alimentar una tentación hegemónica como la que afectó al kirchnerismo en 2011, cuando la señora de Kirchner obtuvo el 54 por ciento de los votos y su inmediato perseguidor, Hermes Binner, recibió el 18 por ciento.  Poco después de ese escrutinio, el gobierno K se propuso  el objetivo de “vamos por todo”. Que terminaría en nada. En 2015 ganó Mauricio Macri.