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Policiales 2 de junio de 2025

El trágico episodio en Florencio Varela y su paralelismo con otro de Mar del Plata

Una madre mató a su hijo autista y se suicidó. En 2018, en circunstancias diferentes, también una madre mató a un hijo autista. El recuerdo de un caso que mereció en Mar del Plata un tratamiento especial de la Justicia.

La madre y su hijo autista del caso de Florencio Varela.

El viernes un episodio policial sacudió a Florencia Varela y luego se extendió a todo el país: dentro de una humilde vivienda un hombre encontró agonizando a su esposa de 47 años y a su pequeño hijo con trastorno del espectro autista. La mujer tenía dos disparos, uno en la cabeza y otro en el pecho; el niño, de solo 6 años, en la cabeza. Cuando llegaron los médicos, ambos habían fallecido. En un principio se sospechó del marido y padre, pero luego se confirmó que la madre había baleado al menor y luego se había suicidado.

El caso provocó la conmoción que siempre provoca un crimen en el que la víctima es un niño y mucho más aún cuando reúne las características que tuvo éste: una madre asesina, un problema de salud que atraviesa la vida del hogar y las patologías vinculadas a estados depresivos y de alto trauma. Los investigadores pudieron resolverlo en pocas horas a pesar de las dudas iniciales. Es que los dos disparos en el cuerpo de la madre ponían en crisis la etimología suicida.

Sin embargo, se estableció que el hombre tenía razón en lo que había relatado. Que había concurrido a su trabajo en Munro, distante a 2 horas de colectivo, que había usado su tarjeta Sube y que le podían preguntar a su jefe. Todo era verdad. Entonces, los peritos revisaron la mecánica de los disparos y determinaron que la mujer, después de balear a su hijo, había intentado suicidarse con un tiro en la cabeza y que luego, al fallar, se había disparado en el pecho.

El trágico episodio recuerda, por cierto paralelismo, a uno ocurrido en Mar del Plata en febrero de 2018, en el interior de una vivienda del barrio Las Avenidas. Allí una mujer de 36 años mató a golpes de martillo a su hijo de 20, el cual padecía ceguera de nacimiento y además poseía retraso madurativo severo, autismo y esquizofrenia. Este cuadro se manifestaba con raptos de extrema violencia durante los cuales su madre era la única persona que podía calmarlo, aunque para esto debía someterse a una sumisión física inimaginable. Incluso contó, una vez detenida, que podía pasar más de una hora retenida por su hijo en una postura dolorosa, trabada físicamente, casi como lo se ve en la lucha libre.

En una de esas crisis, la mujer no soportó el dolor y quiso quitarse de encima a su hijo, para lo cual empleó un martillo que fortuitamente tuvo a mano y le aplicó un par de golpes que le causaron la muerte. La Justicia local entendió que se cumplían algunas circunstancias extraordinarias de atenuación, con lo cual no solo corrió la figura legal del alcance de una reclusión perpetua (homicidio agravado por el vínculo) sino que le impuso la pena mínima de un homicidio simple, 8 años de prisión.

La mujer solo estuvo detenida 40 días y luego cumplió el resto de la pena -aun no está agotada- en arresto domiciliario.

Cuando ocurrió el hecho, la mujer vivía junto a su marido y los dos hijos que había tenido con él. Desde entonces intentó rehacer su vida, sobrellevando de la mejor forma posible el recuerdo de lo padecido tanto por su hijo muerto como por ella misma.