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Deportes 8 de junio de 2025

“Mi sueño a largo plazo es jugar un Grand Slam”, dijo Zeballos a los 17 años; hoy es campeón de Roland Garros

De un sueño adolescente a la gloria en la tierra batida francesa, la historia de constancia y estilo de Horacio Zeballos.

Horacio Zeballos en la redacción de LA CAPITAL, en 2002.

Por Juan Miguel Alvarez

“Mi sueño, a largo plazo, es llegar a jugar un torneo de Grand Slam de mayores”. Horacio Zeballos lo dijo a los 17 años, en una entrevista publicada por LA CAPITAL el 26 de diciembre de 2002.

Acababa de recibir el premio Lobo de Mar como mejor tenista marplatense del año tras una temporada invicta en su categoría.

Soñaba en grande, con la claridad de quien ya intuía su camino. Este sábado 7 de junio de 2025, a los 40 años, ese anhelo tomó forma en su máxima expresión. Y Zeballos se consagró campeón de Roland Garros en dobles junto a Marcel Granollers.

Marplatense, zurdo, siempre fiel a su estilo y a sus convicciones, escribió una historia que comenzó en familia, se forjó en las canchas del Edison Lawn Tenis y alcanzó su momento cumbre en el polvo de ladrillo de París.

Zeballos y Granollers con el trofeo de Roland Garros.

Zeballos y Granollers con el trofeo de Roland Garros.

“Soy un jugador ofensivo, de ataque. No de base, no de fondo… Me siento muy seguro en la red“, decía en aquella nota, perfilando ya las virtudes que lo convertirían en un especialista del dobles en la segunda etapa de su carrera profesional.

No era casualidad: “Con papá trabajamos mucho en la volea y me siento muy bien jugando así”, contaba entonces, en referencia a Horacio Zeballos padre, formador y guía, él mismo extenista y entrenador de la escuela.

Esa decisión temprana por un estilo -más agresivo, con gusto por las canchas rápidas y la definición en la red- fue también una forma de identidad.

Lejos de lo convencional en un país que forjó generaciones de jugadores sobre polvo de ladrillo, Zeballos construyó su camino con personalidad, sin dejar de lado la técnica ni el aprendizaje mental. “Papá me habló tanto que cambié. Antes actuaba de forma temperamental y me excedía. ‘Va a ser para tu bien’, me decía, y tenía razón”, le contaba entonces el joven a este medio luego de obtener dos premios “Fair Play”.

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Esa maduración fue clave para sostener una carrera que no solo alcanzó la élite sino que lo mantuvo competitivo durante más de dos décadas.

En 2002, había sido número uno argentino en Juveniles, había ganado cinco torneos Grado 1 Sub 18, una medalla de bronce en los Juegos Odesur y dos títulos en el circuito profesional argentino. “Disfruto de cada partido… Es la vida que me gusta, sobre todo porque me divierto en la cancha”, decía sobre el camino elegido, distinto al de otros chicos de su edad.

Lo que entonces era una declaración juvenil hoy suena como una línea de guion cumplida al detalle. Aquel chico que soñaba con Wimbledon o Roland Garros, que se definía como un “jugador ofensivo” y que veía en el tenis una forma de vida, escribió este sábado la página más importante de su carrera y  una de las más emotivas del deporte marplatense y el tenis argentino.

De Mar del Plata a París. Del Edison a la Philippe Chatrier. De los torneos regionales a Roland Garros. De los sueños de juventud a la gloria bajo la Torre Eiffel. 

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