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Interés general 15 de julio de 2025

El furor por el pistacho y el chocolate Dubái, el fiestón de los constructores y un chalet histórico que será noticia

Todos los entretelones de lo que es noticia en Mar del Plata

 

Ni el pastor que convierte pesos en dólares, ni el “valijagate”, ni el desaire de los gobernadores al presidente en Tucumán, ni el duro revés del Senado al Gobierno, ni la embestida de la vicepresidenta Victoria Villarruel contra Javier Milei: el verdadero fenómeno fue de chocolate y pistacho. Y con nombre de petrodólar: Dubái. Se agotaron en horas, hubo filas, revendedores, posteos en TikTok y hasta apariciones en Mercado Libre. ¿El motivo? Dos pesos pesados salieron a la cancha con sus joyas verdes: Lucciano’s y Havanna. El resto, a mirar desde la tribuna.

 

 

Havanna, la embajadora marplatense del alfajor patricio, lanzó el alfajor Dubái. Masa kadaif, crema de pistacho, baño de chocolate con leche 70 %, estética dorada y edición limitada. Precio: $7.500 el pack de dos. Fabricaron 220 mil unidades que se agotaron en menos de un día en los 276 locales del país. Shoppings con fila desde la apertura, stock reservado en aeropuertos y hasta publicaciones en Mercado Libre a $15.000 el paquete, el doble del precio oficial. Lo que no está en góndola aparece en la reventa. Y se paga. En tanto, Lucciano’s, que ya había puesto al pistacho como sabor de tendencia con su helado Dubái, subió la vara: lanzó alfajores y conitos Pistacchio, rellenos de dulce de leche, corazón de crema Avella Pistacchio, baño de chocolate belga y topping crocante. Una caja de seis alfajores: $22.800. Una de conitos: $17.400. Ya se consiguen en sus 90 locales del país y online. En las primeras 48 horas volaron. También hay reventa. También se paga. Pero esto no es solo una moda dulce. Es un síntoma… “Nos sorprendimos. Una locura lo que sucedió”, reconocía Christian Otero mientras veía en su teléfono cómo alguien ofrecía en Mercado Libre una caja de 10 alfajores por 128.700 pesos

 

 

 

 

Porque el pistacho, que hasta hace unos años era apenas una opción de heladería boutique, hoy es protagonista gourmet. El plan de Lucciano’s es consumir más de 100 mil kilos en 2025. Ya tiene presencia en el 30 % de sus sabores. El kilo al por mayor se paga hasta $50.000. Y sí, hay escasez local: muchas marcas ya están importando pistacho de Irán, Turquía y Estados Unidos, porque la producción nacional –centrada en San Juan, Mendoza y La Rioja– no da abasto. Lo admiten desde ambas empresas: si no importan, no producen. Un distribuidor mayorista de Mar del Plata lo explica así: “Hay proveedores que directamente te dicen que no hay stock. Lo que hay está reservado. Y lo que aparece se paga en dólares”.

 

 

El chocolate Dubái, por su parte, nació en Emiratos Árabes en 2021: tahini, pistacho, chocolate con leche, masa kadaif. Todo surgió de un pastelero que quiso sorprender a su esposa embarazada. Hoy es trending topic mundial. En Argentina lo adaptaron marcas de todo tipo: Rapanui, Mamuschka, El Topo, Tallarica. Pero los que lo convirtieron en fenómeno de masas fueron Havanna y Lucciano’s. Lo que empezó en TikTok terminó en la góndola… y en los posteos de reventa. Y como suele pasar, el fenómeno se explica más por abajo que por arriba. En un país con salarios cada vez más comprimidos, hay algo del “lujo accesible” que tranquiliza: si no se puede cambiar el auto, se puede comprar un alfajor de $3.800. Y se siente que algo especial todavía está al alcance.

 

 


En un local del Paseo Aldrey, una señora de unos cincuenta y pico, con un par de Havanna en la mano, se lo contaba a otra: su hija le había dicho que era “el alfajor más viral del año”. No lo entendía del todo, pero si servía para olvidar un rato lo que cuesta llegar a fin de mes, valía la pena. Más atrás, una pareja joven se debatía si comprar el conito pistacho o dos empanadas. Al final, lo compraron. “Lo probamos y te juro que parece que estás comiendo algo de afuera”, dijo él. Como si por un bocado, por un instante, se pudiera salir del quilombo. Porque el furor del Dubái no es solo sabor. Es packaging, es TikTok, es deseo envuelto en masa kadaif. Es poder decir “yo también lo probé” cuando la mesa del domingo gira hacia la sobremesa. Es mostrar una foto en Instagram, un reel en el grupo del trabajo o un mensaje a las 9.03: “Ya no queda stock”. Y ahí aparece la Argentina que resiste: la que transforma un alfajor en evento, una edición limitada en símbolo y una moda en consigna. Lo que antes era Marroc, hoy es pistacho. Lo que antes era Bon o Bon, hoy es Dubái. Cambiamos el sabor, pero no la búsqueda. Y en el pasillo, claro, ya se habla del próximo: el chocolate Estambul, el dulce de leche Beirut, la menta Oslo. Porque si algo tiene esta Argentina, es que mientras haya ganas de endulzar la crisis, nunca faltará una caja dorada que nos haga creer, aunque sea por un bocado, que todo va a estar bien.

 


También del fenómeno de estos alfajores de Lucciano’s y Havanna se hablaba, en la noche del sábado, en algunos de las informales encuentros que se formaban durante la copa de espera en el fiestón por el 90º aniversario del Centro de Constructores y Anexos de Mar del Plata, mientras sonaba buen jazz con jóvenes músicos locales en uno de los salones del Gran Hotel Provincial en la noche del sábado. Relataba un concejal que había escuchado al gerente de Marketing de Havanna, Martín Zalazar, contar en el programa de streaming de Canal 8 y LA CAPITAL, Mesa Chica, que el nuevo alfajor se vendió más en las primeras horas que el que salió por el 150° aniversario de Mar del Plata. De hecho, en esa charla, Zalazar dijo que Havanna produce cerca de 130 millones de alfajores por año, y reveló que en el mundo del alfajor también hay un mercado que no se factura, pese a lo cual puede señalarse que los argentinos consumen entre 8 y 9 millones de alfajores por día. “Casi uno de cada cuatro argentinos se come un alfajor todos los días”, graficó.

 

 

La cena de aniversario de los Constructores, con cerca de 400 invitados, confluyeron políticos de distintas extracciones, empresarios y periodistas de los principales medios de la ciudad. El intendente Guillermo Montenegro, el referente libertario Alejandro Carrancio, la presidenta del Concejo Deliberante, Marina Sánchez Herrero, y el senador nacional radical Maximiliano Abad ocuparon la mesa principal junto a la titular de la entidad convocante, Florencia Miconi. “¡Me gustaría tener micrófonos ahí para saber cómo está la rosca ante la presentación de listas de candidatos!”, bromeaba periodista televisivo en la mesa que compartía con sus colegas. “Llevo muchas elecciones y cierres de listas encima. Pibe, te recomendaría que hasta el sábado, cuando presenten oficialmente las candidaturas, no tires ningún nombre porque te van a operar de todos lados. A estos no les tenés que creer nada”, aconsejaba reconocido empresario a joven periodista mientras degustaban el plato de entrada, crepes de espinacas, queso y pollo gratinados con salsa natural de tomate y albahaca.

 

 

La expectativa en materia política –claro está– gira en torno al cierre de listas prevista para este sábado, de cara a los comicios provinciales del 7 de setiembre próximo en la provincia de Buenos Aires. ¿Lo más importante a definirse? Por un lado, determinar si a la alianza entre el PRO y La Libertad Avanza se suma la UCR, o si directamente los radicales van con candidatos propios con lo cual el próximo Concejo Deliberante quedaría conformado de una forma totalmente diferente a la actual en cuanto a la gobernabilidad. La definición “del millón” pasará también por determinar si el intendente Guillermo Montenegro encabeza la lista de candidatos a senadores provinciales y más aún, si se tratará de algo meramente testimonial o si se efectivizará y asumirá en ese cargo en diciembre próximo. Por el lado del peronismo, también se visibilizará el peso en el distrito de los referentes locales Fernanda Raverta (Cristina Fernández y Máximo Kirchner), Gustavo Pulti (Axel Kicillof) o Juan Manuel Cheppi (Sergio Massa) en la conformación de las listas de concejales y de candidatos a legisladores provinciales. Horas de definiciones, roscas, negociaciones e incertidumbre para el espectro político local. “Atenti que puede haber alguna sorpresa que haga mucho ruido”, disparó antes de retirarse un operador político local al que le gusta más la “rosca” que cenar, al pasar cerca de los sillones donde charlaban distendidamente el diputado provincial Diego Garciarena (UCR), el senador Ariel Martínez Bordaisco (UCR) y Geraldine Calvella, diputada provincial de La Liberad Avanza.

 

 

A propósito, con la llegada del plato principal –ojo de bife con papas y calabazas asadas en salsa bordelaise–, se escuchó en una de las mesas que hasta el primer semestre el municipio aprobó la construcción de más de 380 mil metros cuadrados de obra privada en la ciudad. Mientras los empresarios Florencio Aldrey, Luis Terry (presidente del Parque Industrial) y José María Brandinelli (Imepho) dialogaban animadamente con el titular de la UCIP, Blas Taladrid, a pocos metros de ellos un desarrollador inmobiliario revelaba que, tras haber estado en venta durante los últimos cinco años, ya tiene dueño el majestuoso chalet de Roca y la costa, Casa Soulignac. La vivienda, de 750 metros cuadrados, tuvo como primera propietaria a María Luisa Wolmann de Soulignac, en 1942, y acaba de ser vendida por los nietos de la mujer. “Es un chalet increíble, con pisos de roble eslavonia, numerosas habitaciones y hasta ascensor. Va a ser restaurado y preservado por el grupo local que lo adquirió”, confesó el desarrollador.

 

 

 

Imposibles resultaron los intentos del periodista por “sacarle” más info. No obstante, algo más pudo saberse. “No se va a construir ningún edificio en ese espacio. Dalo por hecho. No va a levantarse una torre, ni nada por el estilo. Antes de hacer ahí un edificio, los compradores se cortan una mano. Se preservará su identidad”, dijo. Y tiró lo más jugoso. “Solo te digo que ahí va a haber algo muy esperado por la ciudad y que tiene relación con el barrio. Algo necesario y que va a caer muy bien en Mar del Plata”, deslizó. Y añadió que será además un nuevo atractivo turístico. Como dato anecdótico, indicó que los recientes compradores de Casa Soulignac hallaron en un cajón una carpeta con facturas correspondientes a la adquisición de los muebles originales, de las tareas de pavimentación de las calles linderas, y hasta de la compra del lote donde se levanta la histórica edificación.


Mientras los invitados iban finalizando el postre –pavlova con frutos rojos–, se emitió un emotivo video tras el cual ocho figuras históricas del Centro de Constructores, Luis Silva, Oscar Palopoli, José Luis Fiorentini, Oscar Criado, Antonio Tanzi, Carlos Casanelli y Cacho Parma, recibieron una distinción “por su labor, compromiso y pertenencia durante más de 50 años”, de manos de la presidenta de la entidad, Florencia Miconi, el vicepresidente Leonardo Tamburini y la gerente Analía Musmesci. Hubo brindis en el escenario y en el salón, tras lo cual se abrió paso al último show de la noche y posterior baile. También el Centro reconoció al Concejo Deliberante local. Subieron al escenario –faltazo total de los ediles peronistas– Agustín Neme, Florencia Ranelucci, Daniel Núñez, Emiliano Recalt, María Cecilia Martínez, Julián Bussetti, Ricardo Liceaga Viñas, Guido García, Horacio Taccone, Cristian Beneito y Guillermo Volponi.

 


Atrás habían quedado momentos destacados de la noche, como el merecido y cálido homenaje que se le tributó al querido Vicente “Cholo” Ciano, fallecido el día anterior. “Gente como él no parte, sino que queda en la memoria colectiva. Una persona con una dulzura única, que trascendió la grieta”, resaltó Miconi mientras en la pantalla se proyectaba una foto de “Cholo”. En tanto, el titular de la Uocra local, César Trujillo, recibió cálidos aplausos del salón cuando la presidenta de la entidad recordó “la huelga a la japonesa” que permitió volver a trabajar durante la pandemia, “evitando que varias empresas del sector socias de la entidad se fueran a la quiebra con la consiguiente pérdida de empleos”. Trujillo reconoció especialmente a la entidad a través de una carta, leída por los conductores del evento los periodistas Mariana Gerez y Pepe Basko, en la que destacó el rol clave del Centro de Constructores en el desarrollo urbano y social de la ciudad, reafirmando su compromiso con el trabajo conjunto y el futuro de la industria, que en Mar del Plata depende de la inversión privada.

 

 

“Me había olvidado lo del paro a la japonesa y toda la locura que se vivió durante la pandemia”, admitía, gin tonic en mano, la esposa del funcionario municipal que se acercó a saludar a la mesa donde, entre otros, conversaban los periodistas Darío Palavecino, Germán Lagrasta, Guillermo Villarreal, Gabriela Azcoitia, Martín Dantas, Adrián Barbarulo, Samuel Zamorano, Daniel Bertagno, Jorge Penin y María Eugenia Maiolino. Con los comentarios y recuerdos de cada uno de ellos pudo reconstruirse lo que fue aquella medida de la Uocra que permitió la reactivación de la obra privada en plena pandemia. “Llevábamos dos o tres meses de parate total y un día en el puerto me encontré a uno de los más reconocidos capataces con una olla en un comedor barrial. Días después, habíamos juntado una cantidad impresionante de bolsas de alimentos para repartir entre nuestros afiliados y volaron en cuestión de minutos. Ahí dijimos basta. Algo tenemos que hacer. Y, por suerte, pudimos desarrollar el paro a la japonesa”, refería más tarde Trujillo ante algunos de los periodistas anteriormente nombrados.

Un poco de historia. No se puede decir que la pandemia no dejó cosas raras. Hubo conciertos por Zoom, bendiciones con barbijo y hasta reuniones de consorcio por videollamada. Pero si hubo algo que rompió todos los moldes marplatenses, fue el paro a la japonesa que hizo la Uocra. Ese curioso momento en el que los obreros decidieron trabajar más para protestar. Insólito. Inédito. Y, como suele pasar por estas tierras, fugaz. Corría el segundo semestre del 2020. La ciudad estaba en fase 3, 4, o vaya uno a saber cuántas veces habíamos cambiado de número. Lo único claro era que las obras privadas estaban frenadas. La actividad, parada. Y la plata, también. Y ahí fue cuando a los muchachos de la Uocra se les ocurrió una idea que descolocó a todos: retomar las obras –sin autorización oficial– como forma de protesta. “No queremos subsidios, queremos trabajar”, decían. Y lo hacían. Algunos con casco, otros con tapabocas de cotillón, pero todos con la cuchara de albañil en la mano y el cemento en la carretilla. ¿Paro activo? No. Esto fue otra cosa. Una especie de “desobediencia productiva”, versión obrera.

El gremio local, conducido por César Trujillo, buscaba mostrar que la construcción podía volver sin generar contagios. Y para eso apelaron a lo más provocador que se puede hacer en tiempos de restricciones: cumplir con su trabajo. Fue como un cachetazo con guante de látex para las autoridades nacionales que venían dudando con habilitar las obras mientras los gremios presionaban desde todos los flancos. La movida fue corta, pero ruidosa. En unos días, el municipio –por entonces con Montenegro ajustando las tuercas del equilibrio sanitario– tuvo que abrir una mesa con la Uocra y los empresarios de la construcción. De ahí salió un protocolo sanitario que permitió la reapertura gradual de obras privadas. Y el “paro a la japonesa” quedó como una postal absurda y reveladora de aquel año donde la lógica se desmoronaba como mampostería sin mezcla. Hoy, mirando en retrospectiva, fue también una forma de marcar cancha. Porque mientras otros sectores peleaban subsidios o peleaban entre ellos, la Uocra decidió mostrar poder desde el pico y la pala. Algo así como decir: “No somos problema, somos parte de la solución”. En fin. Cosas que pasan solo en Mar del Plata. O, mejor dicho, cosas que pasan cuando el mundo se puso patas para arriba… y en Batán siguieron levantando paredes como si nada.