Buscando un poco de oxígeno en el fondo del mar, el saldo con sabor agridulce de las vacaciones y la llegada de otra firma fuerte
Todos los entretelones de lo que es noticia en Mar del Plata.
Se conocieron encuestas sobre los más variados temas y con resultados para todos los gustos, el dólar llegó a cotizar a 1.380 pesos y el ministro de Economía y su equipo salieron a dar explicaciones, culminó el receso invernal con un balance agridulce en cuanto al movimiento turístico, con menos visitantes que el año anterior, vuelve a Mar del Plata la Semana Social de la Iglesia con la presencia de obispos, gobernadores y representantes de distintos sectores de la comunidad, llegó a su fin el más que extenso conflicto pesquero, se realizará desde el jueves el Congreso Nacional del Agua y vendrá el gobernador Axel Kicillof, y se estableció que desembarcará en pleno centro de la la ciudad una empresa de indumentaria uruguaya que generará decenas de fuentes de trabajo. Sin embargo, todas las miradas, los comentarios, las conversaciones, la atención mediática y claro está, la polémica -la grieta, confirmado, llega hasta el fondo del mar- las acapara la inédita expedición científica que se convirtió en un fenómeno viral en Argentina y en gran parte del mundo, con millones de personas que siguen en tiempo real, a través de YouTube, las imágenes captadas por un robot submarino que explora por primera vez el Cañón de Mar del Plata, con la presencia a bordo de cinco científicos locales.

En Mar del Plata tenemos playas, alfajores -ahora también de pistaccio- y debates eternos pero en estos días, lo que nos tiene mirando una pantalla como si fuera una final del Mundial es… el fondo del mar. Sí, el cañón submarino de Mar del Plata se volvió el nuevo hit nacional, con picos de audiencia que cualquier canal de noticias envidiaría. Un robotito llamado SuBastian está transmitiendo en vivo desde 4.000 metros de profundidad y lo que empezó como una expedición científica terminó convertido en reality show acuático, con más rating que algunos noticieros. Hubo transmisiones con 70.000 personas conectadas en simultáneo, comentando como si fuera Gran Hermano, pero versión esponjas carnívoras y medusas alienígenas. Un abismo negro con criaturas que parecen diseñadas por Tim Burton después de una siesta con fiebre. Una especie de fauna marina que nadie conocía. A algunas ya la están bautizando en redes: “Patricio Estrella” (o la “Estrella Culona”, ya protagonista de remeras, souvenires, calcos, muñecos y hasta tatuajes), “Batatita”, “Gusano Rosalía”… Porque si algo sabemos los argentinos es ponerle nombre a lo que no entendemos.

Pero no todo es meme. Lo que se está viendo —y registrando en video— tiene valor científico de importancia. Es la primera vez que Argentina muestra en tiempo real su plataforma marina profunda, y lo hace con tecnología de primer nivel gracias al Conicet y al Schmidt Ocean Institute. Es, también, una declaración de soberanía silenciosa. Mientras algunos gritan “la Patria no se vende”, otros están mirando si en el fondo del mar hay petróleo, biodiversidad o plásticos con etiquetas chinas. Lo que más llama la atención es que este suceso no lo impulsó ningún influencer ni ningún ministerio, sino una alianza entre ciencia pública y cooperación internacional. Sin pauta, sin flashes, sin campaña. Lo que logró fue poner al Conicet en el centro de la escena. El país se permitió un rato de asombro. Mirar hacia abajo —bien abajo— para reconectarse con una idea vieja pero vigente: que el conocimiento también puede emocionar. No con slogans, sino con imágenes reales, de un país que todavía tiene cosas para descubrir. Aunque sea a 3.900 metros bajo el mar.

En definitiva, en estos tiempos de gritos, sobreactuaciones, editoriales performáticas y candidatos que hacen cosplay de estadistas, lo más visto de la semana fue una cámara fija en el fondo del mar. Sin conducción, sin pauta oficial, sin casta ni anticasta. Solo una transmisión cruda —casi muda— a 3.900 metros de profundidad frente a Mar del Plata. Silencio oceánico. Y miles de personas mirando. Mientras los números de audiencia de Javier Milei, Máximo Kirchner, Caputo o incluso Fantino van entrando en fase de achique, un robot del Conicet acoplado a un barco metió 70 mil vivos simultáneos en YouTube y más de un millón y medio views totales. Sin filtro de TikTok. Lo impulsaron el Schmidt Ocean Institute y el Conicet. Lo hicieron desde el buque Falkor (Too). Y lo emitieron por YouTube como si no pasara nada. Pero pasó. Lo que se veía: limo, piedras, alguna criatura extraña, burbujas, y cada tanto una voz científica que explicaba algo que la mayoría no entendía del todo. ¿Y sin embargo? Audiencia sostenida. Gente que comentaba con entusiasmo. Tuits que decían “mirá el gusano ese, papá”. Grupos de Telegram que organizaban “watchparties” submarinas. En resumen: un éxito improbable.

¿Qué dice esto? Que la gente está buscando oxígeno, aunque sea en el fondo del mar. Que el ruido de la política y los medios empieza a empalagar más que los precios del súper. Que hay una audiencia que quiere que le hablen bajito, le muestren cosas reales y no la agiten todo el día con fórmulas mágicas y enemigos imaginarios. Entre tanta superficie, esta expedición fue una rareza. Un canal sin gritos. Un éxito sin escándalo. Un hit sin publicidad. Como si la gente dijera: “basta de panelistas, déjenme ver un camarón fosforescente en paz”. No está claro si fue una excepción o el síntoma de algo nuevo. Pero sí se puede decir esto: el algoritmo, por una vez, premió la profundidad. Literal. Lo cierto es que el fondo del mar fue más creíble, más emocionante y más honesto que buena parte de lo que pasa en superficie. Y eso, en Argentina, no es poco.

Algunos de los pibes que se prendieron frente a la pantalla esta vez dejando los jueguitos por las impresionantes especies de las profundidades del mar seguramente se convertirán en biólogos marinos a partir de esta experiencia, reflexionaban, sorprendidos, algunos de los científicos a bordo del buque investigador quienes, admitían, jamás imaginaron que se iba a generar lo que se vive en estas horas. Pibes que volvieron el lunes a las clases tras unas vacaciones de invierno, que dejaron en Mar del Plata un saldo negativo si se las compara con el año anterior. Lo que venían señalando hoteleros, gastronómicos y desde otros sectores relacionados con el turismo, en cuanto al escaso movimiento, de alguna forma terminó siendo ratificado por el Emturyc que informó que el turismo cayó un 1,9% durante las vacaciones de invierno. Llegaron a la ciudad 344.358 visitantes entre el 18 de julio y el 2 de agosto. En el acumulado del año, ya se registraron más de 5 millones de arribos, lo que representa una caída del 2,7% respecto a 2024.

La CAME (Confederación Argentina de la Mediana Empresa) —esa que suele hablar bajito y en tono técnico— esta vez subió el volumen y avisó que las vacaciones de invierno cayeron 20% en cantidad de turistas y 11% en gasto promedio respecto al año pasado a nivel nacional. O sea: no solo viajó menos gente, sino que además los que viajaron, aflojaron el bolsillo. El eslogan de la temporada fue “mirar, no tocar”. Y la postal del descanso invernal incluye más termos que cafeterías, más sándwiches que restaurantes, y más alquileres suspendidos que reservas confirmadas. El dato no es menor: en un país que hace del turismo interno un respiro económico —sobre todo para las economías regionales—, esta baja pega justo donde duele: en el changarín de Tilcara, en la moza de Bariloche, en el hotelito de Sierra de la Ventana, el guía de Esteros del Iberá o el bar de Mar del Plata. Apenas una línea, escueta pero contundente, apunta al clima real: “La pérdida de poder adquisitivo y la incertidumbre influyeron en el ánimo social”. Traducido al criollo: la gente no sabe si le alcanza para el mes, mucho menos para el pasaje.

Lo más curioso es el tono. La CAME, que venía con perfil bajo y una cierta simpatía pragmática con el rumbo libertario (bajar impuestos, menos trabas, más libre mercado), empieza a mostrar las costuras. Porque, claro, sin consumo interno, ni el más ferviente admirador de Hayek puede sostener un hotel vacío o un restaurante sin cubiertos servidos. No mencionan ni a Milei ni al Ministerio de Economía. Pero en el mundillo empresario se sabe: cuando la CAME habla de “incertidumbre” y “caída del gasto”, está diciendo “aflojá con la motosierra, que ya no hay más ramas”. Los empresarios pymes del turismo están haciendo lo que mejor saben hacer en épocas duras: aguantar, rebuscársela y mirar de reojo al Gobierno, esperando algún gesto. En este sentido, sumándose al pedido que desde hace semanas viene haciendo el intendente de Villa Gesell, la subsecretaria de turismo de la Provincia, Soledad Martínez, advirtió que el feriado del 12 de octubre es fundamental para activar la preparación del verano, y sostuvo que eliminarlo este año agravará la crisis que atraviesa el sector turístico.

“No todas son pálidas, che”, avisó el reconocido desarrollador inmobiliario local, recién arribado de Italia, en informal charla con empresarios durante la botadura número 153 del astillero Naval Federico Contessi, a horas de haberse solucionado el conflicto pesquero de la flota congeladora que lentamente comienza a retomar la temporada del langostino. No hablaba de pesca sino de la llegada a la ciudad de una firma fuerte.
—¿Escuchaste que se viene Indian al Centro?
—¿Quién?
—No el de las motos… una marca uruguaya de ropa que va a abrir local en Mar del Plata con más de 100 puestos de trabajo.
Una empresa extranjera vuelve a apostar fuerte por la ciudad y ya despierta comentarios cruzados. Unos celebran el impulso económico; otros hacen cuentas, por si hay que ponerse al día con el frente del local o las luces del probador. Indian, una firma con trayectoria en Uruguay y Paraguay, eligió Mar del Plata como tercer punto de desembarco en la Argentina. Ya está en calle Florida (Buenos Aires), llegó a Córdoba, y ahora viene por la costa atlántica. No es casual: buscan plazas con alta rotación comercial, turismo y un público joven. Y ahí, nuestra ciudad les calza justo.

Según cuentan en voz baja, la inversión ronda el millón y medio de dólares y el local se instalará en la peatonal San Martín 2361 (entre Santa Fe y Corrientes), con chances de cortar cintas en noviembre, justo a tiempo para la temporada. La marca no viene con lo puesto: implementarán tecnología Rfid para el control de stock, probadores digitales, sistemas de devolución aceitados y una app que ya usan miles de usuarios en Uruguay. El plan es ambicioso. Actualmente emplean a unas 40 personas en el país, pero esperan llegar a 200 en los próximos dos años, apalancados por un centro logístico en Montevideo que abastecerá a todas las tiendas de la región. En Mar del Plata, prometen contratar al menos 100 empleados para ventas, administración y atención al público. En un mercado laboral cada vez más inestable, la novedad corre rápido: hay currículums que ya circulan por WhatsApp antes de que la tienda tenga cartel.

Detrás de los anuncios, claro, también hay lecturas políticas y sectoriales. No faltan los que se preguntan cómo hace una marca extranjera para invertir millones, mientras los comercios locales luchan para pagar el gas y el monotributo. Otros, con menos cinismo, celebran que venga gente con plata y visión de largo plazo. Porque si algo quedó claro en la charla junto al mar en el astillero es que la ciudad sigue siendo atractiva para los que miran desde afuera, incluso más que para algunos de adentro. ¿Será por los precios en dólares de los locales, por el turismo, por la belleza, por la historia… o por todo junto? Mientras tanto, entre medialunas y laptops, los desarrolladores locales ya empezaron a moverse. Hay llamados, consultas por locales grandes y rumores de que Indian no sería la única que quiere abrir antes del verano. Y en el fondo, todos piensan lo mismo: si el uruguayo pone la plata en Mar del Plata, por algo será.
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