Juego on line y apuestas ilegales: pibes endeudados, cajeros millonarios en tiempo récord y mucha gente haciéndose la distraída
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Fin de semana de cafés, asados, pizzas y sobremesas interminables en Mar del Plata. La rosca política, lejos de apagarse, se multiplicó, aunque —dato no menor— el clima electoral está lejos de parecerse al de otros comicios. A menos de dos semanas de votar, el divorcio entre la política y la sociedad es evidente: la calle sigue con su rutina, mientras los dirigentes miden encuestas como si estuvieran en otra ciudad. ¿De qué se habló, entonces, en la mesa chica y en las mesas largas? Primero, de las chances reales de cada fuerza en la competencia que se viene. Pero no faltaron análisis y conversaciones sobre el enduro en la playa el próximo fin de semana, del joven empresario que no para de adquirir propiedades en la ciudad, y del partido del próximo domingo entre Aldosivi y Boca, aunque sin público visitante (el equipo de La Ribera había jugado su último partido acá el 16 de febrero de 2022), lo que le quita al club local la posibilidad de hacerse de unos buenos dinerillos en boletería. Lugar preponderante, en todas las mesas, tuvo el escándalo de las escuchas que salpica al gobierno y que involucra nada menos que a Karina Milei y a Lule Menem. El material filtrado, dicen, mezcla política, negocios y conversaciones incómodas. El dato es que en el oficialismo admiten preocupación no tanto por lo que ya salió a la luz, sino por lo que todavía puede aparecer. Como suele ocurrir en estos casos, el expediente promete dar más que hablar que los propios actos de campaña.

Pero lo que más llamó la atención, y que se coló en charlas de dirigentes, empresarios y sindicalistas, fue otra preocupación: el avance del juego clandestino y las apuestas ilegales entre jóvenes. El fenómeno crece a pasos acelerados y ya mueve cifras importantes en la ciudad. “Es el nuevo casino, pero sin control y sin impuestos”, resumió un dirigente de café céntrico. Nadie parece todavía dispuesto a hacerse cargo del tema, pero todos saben que el asunto late fuerte en los barrios y promete convertirse en una bomba social. “Muchos deberían dejar de hacerse los boludos y empezar a hablar de este tema que te aseguro es mucho más importante que lo que todos creen”, alegó el dirigente social con histórica presencia en los barrios. En la ciudad crece un circuito ilegal que mueve millones en efectivo, atrapa a jóvenes endeudados y enriquece a intermediarios que se justifican con las criptomonedas. Un fenómeno que se expande en silencio y que la política, mayoritariamente prefiere ignorar.

En Mar del Plata todos saben, pero casi nadie dice. El jugo clandestino y las apuestas online están moviendo más plata en efectivo que varias cajas municipales juntas. Pibes endeudados, cajeros millonarios en tiempo récord y una ciudad que hoy por hoy prefiere hacerse la distraída. En la jerga lo llaman “jugo”. Y no hablamos de naranja exprimida en la Rambla, sino de una ruleta digital que atrapa a adolescentes y veinteañeros que arrancan jugando con dos lucas y terminan debiendo medio sueldo de sus viejos. Mientras tanto, los que cargan y pagan —los famosos cajeros— en cuestión de meses pasaron de la Zanella al Audi. Hay camionetas cero kilómetro que no se explican con changas ni con delivery. Lo inquietante es que esto ya no son historias aisladas. El circuito mueve decenas de millones en cash por semana, sin pasar por bancos ni impuestos. Bolsas de billetes circulando por la ciudad que se transforman en ropa importada, propiedades en pozo y hasta locales para blanquear. Y todo a la vista de todos.

Y como la realidad necesita relato, los grandes jugadores —esos que de golpe aparecen con relojes que valen lo que una casa o autos que hasta sorprenderían en la Lincoln Avenue de Miami— encontraron la coartada perfecta: las criptomonedas. “No sabés lo bien que me fue con el trading”, repiten con sonrisa de póker. El Bitcoin como máscara de un negocio mucho más terrenal: apuestas clandestinas y recargas que se cuentan de a millones. Un traje importado que intenta tapar la mugre del sótano. Lo generacional juega fuerte. Los chicos lo ven como un entretenimiento, casi como meterse a TikTok, solo que más caro. Los adultos, salvo que les toque un hijo endeudado en casa, miran para otro lado. Y en la política local, mejor ni hablar: algunos desconocen, otros prefieren no meterse. Total, el problema no corta cintas ni suma votos.

Mientras tanto, el jugo clandestino arma su propio mapa de poder en la ciudad. Un mapa que no necesita licitaciones, ni decretos, ni firmas oficiales. Solo billeteras digitales, bolsos de efectivo y un puñado de jóvenes que creen haber encontrado el atajo a la prosperidad. La pregunta en los pasillos es la misma: ¿hasta cuándo vamos a fingir que no pasa nada? Porque mientras los pibes hipotecan el futuro en un clic, hay vivos que se compran el presente contado en billetes… o en Bitcoins de cotización dudosa. En otras ciudades la alarma ya sonó. Lo que ocurre en Mar del Plata no es un caso aislado. En Córdoba, Rosario y el conurbano bonaerense se detectaron circuitos similares, incluso con ramificaciones hacia Paraguay y Brasil. En España e Italia, donde el juego online creció descontroladamente en la última década, se multiplicaron los programas de prevención en colegios y clubes deportivos ante la proliferación de ludopatía adolescente. En la región, Uruguay viene advirtiendo sobre el impacto del juego ilegal en barrios de Montevideo y Canelones, donde la policía debió intervenir en redes que movían millones de dólares. Acá seguimos discutiendo por cuestiones menores, si se compara con los daños que esta modalidad está ocasionando en centenares de familias.

Los testimonios son demoledores, tanto como el miedo que sienten quienes se animan a hablar. “Arranqué jugando con mil pesos. Perdí, pedí prestado y en un mes debía 80 lucas. Mis viejos no sabían nada, hasta que me empezaron a llamar para cobrar”, relató Esteban, un estudiante de 19 años. “Los cajeros del barrio pasaron de alquilar una pieza a comprarse camionetas en seis meses. Te dicen que invierten en cripto, pero todos sabemos de dónde sale la guita”, alegaba conocido comerciante de la zona sur. “Los pibes caen porque es plata fácil y porque en el club o en la escuela todos juegan. El problema es que cuando pierden, no hay plata fácil para salir”, señala el vicepresidente de uno de los clubes más importantes de la ciudad, mientras que el funcionario judicial advierte que “el negocio del jugo ya mueve más efectivo que varias cuevas de dólares. Es la nueva caja negra de Mar del Plata”.

Algunos datos para tener en cuenta. El 34 % de adolescentes bonaerenses ya apostó online al menos una vez (Encuesta, junio-2024), el 38 % de jóvenes (15–29 años) participa activamente en apuestas digitales (Estudio nacional “Apostar No es un Juego”, 2024), 80 % del juego online en Argentina se hace en plataformas clandestinas sin licencia. En los colegios de Mar del Plata hay preocupación y siempre un caso al menos que enciende las alarmas. Un cóctel conformado por jóvenes endeudados, familias en alerta y un puñado de “cajeros” que en poco tiempo exhiben autos de alta gama, propiedades recién adquiridas y un nivel de consumo que no condice con ninguna actividad formal.

La lógica es sencilla: plataformas de juego ilegal que funcionan por fuera del control del Instituto Provincial de Loterías y Casinos, alimentadas por redes de recarga y retiro de dinero en efectivo. Muchos adolescentes y veinteañeros, sin acceso a tarjetas de crédito, terminan entrando a este mundo a través de contactos de confianza en redes sociales o en la propia esquina del barrio. Los testimonios se repiten: jóvenes que comienzan con “pequeñas” apuestas y terminan endeudados en cifras que sus familias no pueden cubrir. Algunos recurren a préstamos informales, otros quedan atrapados en un círculo de desesperación y hasta amenazas de los propios intermediarios. Mientras tanto, los cajeros —los responsables de cargar saldo a las cuentas clandestinas y de pagar los premios en efectivo— manejan un volumen de dinero difícil de calcular. Se estima que este circuito mueve decenas de millones de pesos por semana en Mar del Plata. Dinero, cabe reiterarlo, que no pasa por los bancos, no tributa impuestos y se recicla en consumo de lujo: ropa importada, salidas nocturnas, propiedades en pozo y hasta inversiones en comercios para “blanquear” las ganancias.

El tema divide. Los jóvenes conviven con el jugo como una práctica habitual, casi un entretenimiento cotidiano. En cambio, para muchos adultos el fenómeno todavía es invisible o se reduce a un problema de “vicios” personales. Esa grieta generacional contribuye a que el asunto no ingrese en la agenda política con la fuerza que amerita. Un fiscal consultado reconoce que “estamos ante una nueva forma de economía ilegal que se consolida a gran velocidad. Lo complejo es que tiene aceptación social entre los chicos y está sostenida por una red financiera muy aceitada”. En Mar del Plata, donde el turismo y el entretenimiento siempre fueron motores económicos, el jugo clandestino plantea un dilema. Por un lado, el Estado provincial recauda a través del casino y el bingo oficiales. Por el otro, un circuito paralelo crece sin control, atrapando a pibes de 15 o 16 años y generando fortunas rápidas entre intermediarios. La pregunta que queda flotando es incómoda: ¿cuánto más se puede mirar hacia otro lado?

“Me avivaron en el colegio otros padres. Y ahora todos hacemos lo mismo. Yo le hago transferencias de Mercado Pago a mi hijo, para sus gastos, y ahora veo en qué lo usa. No le gusta nada pero no me queda otra. Quiero saber en qué gasta la guita que le doy”, señalaba en una cena del fin de semana un joven empresario vinculado al sector tecnológico. Hay padres desesperados. Cada vez más familias llegan a clubes, escuelas o consultorios psicológicos buscando ayuda porque sus hijos acumularon deudas con apuestas online. “Te enterás cuando ya es tarde, cuando lo llaman para cobrar o cuando aparece un cajero en la puerta de tu casa”, reconocía una funcionaria del Consejo Escolar local. Tabú y silencio: muchos padres confiesan que no saben cómo hablar del tema. La adicción al juego entre adolescentes es vista como un “vicio” difícil de asumir en público, lo que genera más aislamiento.

La brecha tecnológica también juega. Mientras los chicos dominan billeteras digitales, redes y aplicaciones de apuestas, los adultos no entienden cómo funciona ese circuito. Esa falta de comprensión les impide reaccionar a tiempo. En tanto, especialistas advierten que los programas de prevención y acompañamiento son casi inexistentes en el ámbito escolar y comunitario. “Los padres quedan solos, sin información ni herramientas”, resume un psicólogo local. En definitiva, queda mucho por hacer en la ciudad. Una concejal opositora, un juez federal y este medio, pusieron oportunamente el tema sobre el tapete. Pero no alcanza. “El juego ilegal y este sistema de apuestas on line tienen terminales que llegan a determinados sectores políticos y judiciales y hoy la pelea es desigual. Por interés o ignorancia se está actuando poco y nada. Si no empezamos a movernos ya, temo que cuando reaccione la sociedad ya sea demasiado tarde”, admite funcionario municipal de carrera, quien desde hace meses, obsesivamente, no deja de hablar de este tema en cada ocasión que puede.
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