Leonor Pissanchi: “Estamos desorientados en el amor, pero en el fondo sólo queremos que nos quieran”
La terapeuta y escritora marplatense visitó Mesa Chica, el streaming de Canal 8 y LA CAPITAL, y habló sobre vínculos, duelos pendientes, y cómo el inconsciente familiar sigue guiando muchas de nuestras decisiones. "Las historias más extraordinarias me las contaron en el consultorio”, reveló.
En Mar del Plata hay un consultorio —y también una ventana digital— desde donde Leonor Inés Pissanchi acompaña a quienes buscan sanar heridas y comprender su historia familiar.
Terapeuta transpersonal y transgeneracional, formada en psicología humanística, con un máster en hipnosis ericksoniana en Madrid y más de 20 años de experiencia, Pissanchi combina ciencia, espiritualidad y tradición en un estilo que rehúye de la patologización y el diagnóstico frío. “No hay distancia entre vos y yo —observó—, somos dos personas resolviendo vida juntas”.
Autora de “Del amor al patrimonio” y del éxito editorial “Me pica la abuela“, Pissanchi se ha convertido en una referente que transita entre la intimidad de la consulta y los escenarios de ferias del libro, programas de televisión y conferencias. Pero su tono sigue siendo llano, cercano, casi como el de esa abuela que observa con picardía las repeticiones familiares.
“Mi nombre es Leonor e Inés, son los nombres de mis abuelas. Mayormente me han llamado Leonor, porque era la más coqueta, cantaba como Tita Merello y fumaba hasta los 97 años. Últimamente me dicen Inés, que era más chaparrita y mamushka. Creo que voy yendo para ese lado”, señaló entre risas.
Ese linaje femenino no es un dato menor: gran parte de su obra se concentra en cómo las emociones, los mandatos y hasta los silencios se transmiten de generación en generación. “Lo que sucede en una generación queda guardado en nosotros como un código de barras, un guion inconsciente. Aunque no tengamos ascendentes vivos, seguimos interpretando la realidad con lo heredado”, aseguró durante una charla desarrollada en Mesa Chica, el programa de streaming de Canal 8 y LA CAPITAL.
La terapia transpersonal y transgeneracional
Pissanchi distinguió dos abordajes que la definen. La terapia transpersonal, que “se basa en las fortalezas y no en la patología. Nos permite reconocer nuestras habilidades y hacerlas crecer. Siempre desde la amorosidad” y la terapia transgeneracional, que rastrea las huellas familiares en nuestra vida actual: “Es como esa abuela que observa y dice: ‘qué interesante, te pasa lo mismo que a tu mamá a tu edad’. El árbol genealógico es un mapa emocional que despliega información en nosotros. La epigenética muestra que la memoria se guarda a través de las emociones”.
En su trabajo, Pissanchi subrayó cinco emociones básicas de supervivencia: asco, que protege de lo que intoxica, impotencia, que enseña a quedarse quieto, bronca, que permite defender a los hijos y al grupo, tristeza, que comunica que no estamos en condiciones de conducir y alegría, la más vital y, paradójicamente, la menos atendida.
En la actualidad, consideró, lo que más se observa en las consultas es la necesidad de reconocimiento: “El varón necesita ser reconocido y está aterrado. La mujer, sentirse segura y cuidada. No se trata de género, sino de roles y balances hormonales. El amor cambia con el tiempo, y con él, nuestras relaciones”.
“Estamos desorientados en las relaciones. En el fondo sólo quiero que me quieras, pero no sé cómo decirte que necesito que me quieras”, remarcó.
Para ella, parte de esta confusión proviene de la crianza de los hombres: “Fueron educados para proveer, no para conectar con las emociones. La madre los quiso porque trabajaban. Y de pronto se encuentran con mujeres que no los necesitan, sino que los eligen. Es un cambio radical. Queremos que estén, que se bañen, que tengan buen humor, que se queden por elección y no por obligación”.
No exime a las mujeres de autocrítica: “Amamos ser terapeutas de nuestra propia pareja. Queremos saber dónde le duele al otro para evitar ese dolor. Muchas veces nos desplazamos de estar a la par para convertirnos en proveedoras emocionales, como una similmadre. Y eso desgasta”.

Entre los temas que la preocupan, Pissanchi señala uno creciente: la pornovenganza. “Es cuando alguien utiliza imágenes íntimas para humillar o extorsionar. Es una nueva forma de venganza en tiempos digitales, donde todos tenemos un dispositivo y todos estamos expuestos. Lo grave es que no hay legislación suficiente y no estamos educados para esto”, dijo.
Y seguidamente advirtió que el problema comienza temprano: “Cuando mostramos fotos de nuestros hijos en redes, naturalizamos la exposición y el tráfico de cuerpos. Ellos crecen desinhibidos en la exposición y no dimensionan el efecto”.
La pandemia y sus secuelas invisibles
Pissanchi vivió la pandemia junto a su pareja, el cardiólogo Fabián Meitz. Su mirada sobre esos años es crítica: “En adolescentes se perdieron habilidades vinculares. En adultos, cualquier síntoma de base se agudizó por el aislamiento. Se multiplicaron los diagnósticos vinculados a la tristeza”.
Pero también hubo paradojas: “Muchas mujeres con diagnósticos de esterilidad quedaron embarazadas porque, liberadas de roles de cuidado hacia otros, pudieron conectar con la casa y con su cuerpo”, explicó.
El duelo fue uno de los grandes temas: “Cuando alguien muere y no hay ceremonia, para el inconsciente sigue vivo. Sin ritual, no hay cierre. Y eso hoy genera ansiedad, tristeza y miedo”.
El título de su último libro proviene de un dato biológico: “Heredamos más del 30% de la información genética del óvulo de la abuela. Muchas de las cosas que nos pasan tienen que ver con lo que ellas vivieron. Por eso digo ‘me pica la abuela’: el inconsciente pide que se revele lo que fue ocultado”.
Pissanchi se define como marplatense de pura cepa: “Soy tercera generación de Leonor en Mar del Plata. Mi nona fue una de las primeras mujeres nacidas aquí. Crecí en La Perla, hice la primaria en la escuela de 20 de Septiembre y Chacabuco. Villa Victoria me inspira, pero mi barrio me marcó para siempre”, resaltó.
Después de años de consultas online, volvió al consultorio presencial: “Me pueden encontrar en redes, en charlas, en ferias, pero también en el supermercado o en la puerta del colegio. La vida cotidiana es mi lugar de inspiración”.
Sobre el cierre de la charla en “Mesa Chica”, confió que si pudiera elegir, le gustaría que le preguntaran menos por el dolor y más por los talentos: “Quisiera que me dijeran: ‘Leo, ¿cuáles son mis habilidades producto de lo que viví?’. Porque de la herida nacen las fortalezas. Ustedes, comunicadores, son la respuesta a ancestros que no pudieron decir lo que sentían. Cada generación transforma lo que la anterior no pudo”.
En el cierre, Leonor Inés Pissanchi confirmó su idea central: lo que heredamos no es destino, sino una oportunidad de convertir el dolor en aprendizaje y el ocultamiento en verdad.
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