Un continente en un hotel donde se definieron temas trascendentales
El Hotel Hermitage fue sede del principal encuentro político de la historia de Mar del Plata. Presidentes, agentes secretos y algunos invitados especiales convivieron en ese establecimiento, dejando un sinfín de historias.
George W. Bush ingresando al Hermitage, donde fue recibido por su titular, Florencio Aldrey.
Por Marcelo Pasetti
Nunca en la historia de la ciudad se había realizado una reunión internacional de esas características. Se cumplen 20 años de aquella IV Cumbre de las Américas, durante la cual Mar del Plata se convirtió en el epicentro del mundo. En aquel encuentro realizado en el Hotel Hermitage, con más de una treintena de presidentes invitados, se modificaron además las políticas del continente cuando el bloque del Mercosur le puso freno a las intenciones estadounidenses.
Se podrá coincidir o no con las conclusiones de este encuentro que tuvo como figuras excluyentes a Néstor Kirchner (Argentina), George Bush (Estados Unidos), Hugo Chávez (Venezuela) y Lula da Silva (Brasil) pero no quedan dudas de que el no al ALCA generó un “barajar y dar de nuevo” en la región.
Todo esto se registraba en una ciudad que permaneció sitiada debido a un inédito operativo de seguridad y el espacio aéreo cerrado, con toda la atención periodística nacional e internacional puesta en Mar del Plata que como sede fue elegida un año antes, compitiendo en la final con Bariloche. Entonces comenzaron los preparativos para concretar el evento más grande e importante que haya tenido la ciudad, especialmente por la presencia de tantos jefes de Estado juntos, incluido el de Estados Unidos, el polémico George Bush.
Cabe recordar que la declaración final de la IV Cumbre de las Américas –celebrada en la ciudad el 4 y 5 de noviembre de 2005– estuvo trabada desde el inicio de la reunión debido a las diferencias existentes entre los países integrantes del Mercosur y Washington sobre el futuro del ALCA: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay (países integrantes del Mercosur) querían avanzar con el acuerdo siempre y cuando Estados Unidos diera una clara señal sobre la eliminación de los subsidios agrícolas.
Es que se suponía que en el cónclave desarrollado en la ciudad se confirmaría que el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), integrado por Estados Unidos, México y Canadá, se extendería al resto de los Estados del continente americano, excluyendo a Cuba. Pero finalmente eso no sucedió.
Lo cierto fue que se produjo una declaración final que, en realidad, fueron dos antagónicas, ya que se incluyó una mención a favor de la reapertura del ALCA –presentada por Panamá y apadrinada por EE.UU.–, y otra del Mercosur y Venezuela, en la cual destacaron las asimetrías existentes entre las economías del continente que dificultaban la puesta en marcha de un área de libre comercio.

Néstor Kirchner y George W. Bush, abanderados de dos posturas disímiles que se trataron en las deliberaciones.
Dos modelos políticos y económicos
Puertas afuera, la Cumbre comenzó con violentas manifestaciones callejeras organizadas por grupos de izquierda. Puertas adentro, fue epicentro de un choque entre dos modelos políticos y económicos que pugnaban por imponerse.
Para ello, hubo una “ingeniería” coordinada por los entonces presidentes Néstor Kirchner, Lula y Hugo Chávez de “enmarañar y estirar los mensajes y discursos hasta cansar a Bush, quien no expresaba su malestar porque se demoraban las negociaciones para que se adhiriera a su propuesta”, reconoció años después uno de los testigos directos de esos cónclaves.
“Acá pasó algo que no tenía previsto” fue lo que le dijo George W. Bush a su par argentino Néstor Kirchner al despedirse en uno de los salones del Hermitage.
El ALCA proponía la creación de una zona de libre comercio desde Alaska a Tierra del Fuego, con la eliminación de barreras arancelarias, liberalización de servicios, acuerdos de protección de inversiones extranjeras intrazona y limitación de la capacidad estatal para orientar las compras públicas.
Hubiese significado la mayor zona de libre comercio del mundo, con un mercado de casi 800 millones de personas, con un marco muy favorable para los Estados Unidos, quien impulsaba su conformación.
Contexto y posibles atentados
En 2005, Néstor Kirchner era el presidente de la Nación; Felipe Solá, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, y Daniel Katz, el intendente de General Pueyrredon. Daniel Scioli era el vicepresidente de la Nación y Mauricio Macri había sido elegido diputado nacional por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con su flamante partido PRO.
Como lo recordara LA CAPITAL, en aquel entonces, el kilo de carne –según el corte– oscilaba entre los 6 y 8 pesos; un paquete de cigarrillos cotizaba en promedio $ 2 y el abono mensual de internet costaba $ 19,90. La cotización del dólar era de $ 2,96 / $ 2,99. Aldosivi jugaba con cierta irregularidad el Nacional B, conducido por Andrés Rebottaro, y Jorge Bergoglio era el arzobispo de Buenos Aires.
Poco antes de la Cumbre, el 23 de octubre, se había realizado la elección legislativa. En la Quinta Sección Electoral se eligieron concejales y senadores provinciales. En aquel entonces, las mesas eran masculinas y femeninas.
En la ciudad, ganó la lista del radicalismo (encabezada por Walter Malaguti), seguida por la del Frente para la Victoria (con Daniel Rodríguez) y por la de Acción Marplatense (AM), con Gustavo Pulti a la cabeza. La radical Vilma Baragiola era elegida diputada nacional.

Un pasaje de la reunión bilateral mantenida por los presidentes de Estados Unidos y Argentina en el salón Doré del establecimiento sede de la Cumbre.
Promediando su gobierno, Néstor Kirchner sumaba diputados y se quedaba con la mayoría en el Senado, con el triunfo de Cristina Kirchner contra Hilda “Chiche” Duhalde en la provincia de Buenos Aires.
El acto de inauguración oficial de la Cumbre se realizó el viernes 4, a las 17, en la sala Astor Piazzolla del Teatro Auditorium, mientras que a pocas cuadras de allí recrudecían los hechos de violencia que se produjeron en la marcha de la contracumbre. Por su parte, los mandatarios se dirigieron al Hermitage Hotel, sede de las deliberaciones, para posar en la foto de familia realizada en la terraza (en la previa se había decidido que iba a realizarse en las escalinatas del Auditorium pero pesó más el deseo de que la histórica imagen tuviera fondo marítimo) y luego iniciar formalmente la reunión.
“Mientras nosotros estamos preocupados por los piquetes y protestas, la seguridad norteamericana evalúa de dónde puede caer un misil”, graficó por aquel entonces, entre risas y fuera de micrófono, un funcionario municipal. Pero la posibilidad de un atentado terrorista estaba latente no solo en el mandatario texano, sino también en figuras contrapuestas como la del venezolano, comandante Hugo Chávez Frías, recordaba el periodista Daniel Villarreal en una crónica alusiva.
Y fue por ello que desde el comité organizador se demandaron obras de infraestructura relacionadas con accesos, vías de escape y estándares del mayor nivel existente.
Quedaron para la historia el “No al ALCA”, la Cumbre de los Pueblos (contracumbre), el Tren del ALBA con Diego Armando Maradona, Emir Kusturica y Evo Morales. También, Manu Chao marchando por las calles o tocando en plaza Italia, el doble de Michael Moore, Silvio Rodríguez frente a un estadio clamando por Chávez y su “¡ALCA, al carajo!”. Se recordarán como anécdotas algunos incidentes callejeros y la mano de Néstor Kirchner sobre la rodilla de George W. Bush.
El debut del inhibidor de celulares
En el Hermitage aún se recuerdan anécdotas, historias, “corridas” y hechos que merecerían ser parte de un libro. “Hasta hubo una amenaza de bomba y se decidió seguir adelante con todo lo que estaba programado justo el día del arranque de la Cumbre”, recuerda uno de los organizadores.

El Hermitage lució “blindado” durante las jornadas de la Cumbre. Agentes policiales, de seguridad y servicios secretos en una tarea conjunta.
Un puñado de periodistas logró “colarse” en el hotel, mientras que el resto de los hombres y mujeres de prensa de todo el planeta copaba el centro habilitado frente al Hermitage, hasta donde llegaban representantes de las distintas delegaciones a brindar los respectivos informes. Pero en el hall del Hermitage, con el arribo de George Bush y su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, debutó en la Argentina el inhibidor de señales celulares. “Al paso de Bush morían los celulares instantáneamente. Después de unos segundos volvían las señales. Eso nunca había sucedido en la Argentina. Y claro, sorprendió a todos”, evocaba años después uno de los agentes de la SIDE argentina ya jubilado.
“Ir al baño y encontrarte ahí con Chávez, quien acababa de comunicarse telefónicamente con Fidel Castro, mientras en el hall del Hermitage se trenzaban en una fuerte discusión el presidente de México, Vicente Fox Quesada –cumplía la misión de hablar de las bondades del ALCA por encargue de Estados Unidos y quedó estupefacto por el inesperado desenlace y decepcionado sobre todo con el argentino que contrariaba la actitud desempeñada por sus dos antecesores–, con diplomáticos brasileños y venezolanos era algo que no podías dimensionar. Para un periodista, era una fiesta. Pero no podías sacar el grabador o anotar porque terminabas en segundos en la calle. Fue una experiencia inolvidable”, indicaba un colega que logró “colarse” con “mucha suerte”, admitió, sin querer dar mayores precisiones.
“Diez puntos sobre diez”, le dijo un eufórico Néstor Kirchner al entonces intendente Daniel Katz y al titular del Hermitage, Florencio Aldrey, en el lobby del Hermitage, concluidas las deliberaciones, mientras un ministro le confiaba al gobernador Felipe Solá que Mar del Plata “demostró que está por jugar en primera. Honestamente –admitía– tenía mis dudas pero aquí todo ha sido excelente y las delegaciones extranjeras se fueron desparramando elogios”.
Un continente en un hotel
El viernes 4 de noviembre, exactamente a las 10, el presidente de Estados Unidos ingresó al Hermitage, donde fue recibido por el titular del hotel, Florencio Aldrey. En el salón Doré se realizó la bilateral entre Bush y Néstor Kirchner junto a sus colaboradores. Desde allí, rodeados por sus respectivas custodias y a través de los intérpretes, ambos mandatarios dialogaron animadamente en el traslado hasta el salón Colón, donde los esperaban decenas de periodistas para la conferencia de prensa más importante de la Cumbre. Bush sorprendió a todos cuando, al pasar frente a la barra del Hermitage, pidió una cerveza. Mientras, agentes de seguridad de los custodios presidenciales y de los servicios secretos se cruzaban en el Hermitage. Todos, claramente identificados, trabajaron sin descanso desde temprano.

El presidente Kirchner felicitó al intendente Daniel Katz y al dueño de casa, Florencio Aldrey, por la brillante organización.
“Mar del Plata es un buen sitio para celebrar el cumpleaños de Laura (su esposa), quien justamente hoy cumple 59 años”, admitió Bush en diálogo con otros jefes de Estado antes del inicio de las deliberaciones. Los Bush ya habían anticipado el festejo la noche anterior a bordo del avión “Air Force One” que los trajo a la Argentina. Como regalo, Bush le obsequió a su esposa un collar de cristal verde y un par de pendientes haciendo juego.
Reuniones bilaterales, encuentros en pasillos, cónclaves de diplomáticos en oficinas… El Hermitage era un hervidero. En otro salón tomaba café el expresidente Raúl Alfonsín. Por su mesa, para saludarlo, pasó medio Mercosur. En primer lugar, se acercó Lula da Silva y, cinco minutos más tarde, hizo lo propio el expresidente de Uruguay, Tabaré Vázquez.
“Bolsas para cadáveres”
Una semana antes del inicio de la Cumbre, en Mar del Plata –sin redes sociales entonces, ni ‘fake news’ masivas– de lo único que se hablaba a media voz era de las miles de bolsas que habían llegado para guardar cadáveres, de las “cámaras frigoríficas” reservadas para las víctimas fatales de supuestos atentados, o de los ataúdes que se habían depositado en determinadas escuelas ante la peor contingencia. Tanto se divulgaron esas versiones disparatadas que fueron centenares los marplatenses que decidieron dejar la ciudad en esas horas. Muchos lo hicieron por placer, para aprovechar un “fin de semana largo”, merced a la inactividad total del jueves y viernes, pero muchos más lo hicieron por temor.
Desde esa perspectiva, desde los temores reales o infundados que flotaban sobre el aire marplatense ante la llegada del hombre más poderoso para a la vez más odiado del planeta, el saldo también fue excelente en ese sentido.
“Queríamos que Mar del Plata no tuviera una víctima o un mártir, que la Cumbre no fuera recordada por ello para siempre, y pido disculpas a quienes hayan sufrido la violencia”, expresó el entonces gobernador de la provincia, Felipe Solá. Afortunadamente, en Mar del Plata no hubo un solo herido. Lo ideal, claro, hubiese sido que ningún marplatense, ningún comerciante haya tenido que sufrir lo que sufrió aunque el Estado se haya hecho cargo de los daños.
Por su temario, por los resultados, por las discrepancias y por las presencias de las principales figuras políticas del continente, la de Mar del Plata fue la más trascendental de todas las ediciones de la Cumbre de las Américas. Un acontecimiento inolvidable.
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