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Policiales 19 de diciembre de 2025

Demora en la publicación de estadísticas de inseguridad impide un análisis actualizado

La radiografía del delito en Mar del Plata y el partido de General Pueyrredon volvió a ponerse sobre la mesa en las últimas horas, luego de que finalmente se conocieran las cifras correspondientes al tercer trimestre del año. Se trata de datos que llegan con demora, pero que permiten trazar una tendencia clara sobre la dinámica delictiva en el principal distrito del sudeste bonaerense, con especial foco en las distintas modalidades de robo, que continúan siendo el núcleo duro de la conflictividad urbana.

El informe del CeMaEd, a través del cual la Municipalidad analiza la demanda de seguridad de los ciudadanos a través del 911 y sus denuncias de hechos consumados, llegó con las cifras del tercer trimestre que ya quedan lejanas y que no representa la actual situación de todas las problemáticas.

Desde el municipio, ante los reiterados reclamos de LA CAPITAL en los últimos tiempos, argumentaron que se habían cargado mal los datos y por eso la cifra más reciente que se maneja para los diagnósticos tan necesarios a la hora de aplicar políticas de seguridad urbana es del mes de septiembre. La misma dinámica del delito, la estacionalidad, el cambio en condiciones socioeconómicos o urbanas y otras variables hacen que un dato tan tardío prácticamente no sirva de mucho. Además, la sensación de los marplatenses es que en los últimos meses la inseguridad ha ido en aumento.

De cualquier modo, en el informe el primer dato relevante que surge es que el robo, en sus múltiples variantes, sigue encabezando ampliamente el ranking de hechos denunciados. Sin embargo, el análisis fino muestra que ya no se trata solo del asalto clásico a mano armada, sino de un abanico cada vez más amplio de modalidades, muchas de ellas de rápida ejecución y bajo riesgo para el autor.

Está el caso del robo de automóviles, el análisis estadístico deja una conclusión clara: el delito creció un 38% respecto al mismo período del año pasado. Además que no apunta a unidades de alta gama, sino a vehículos de uso masivo, con fuerte presencia en el parque automotor local. Modelos como el Chevrolet Corsa, el Volkswagen Gol y el Fiat Palio vuelven a encabezar los registros trimestrales, seguidos por unidades más recientes como el Peugeot 208, sin que eso implique un cambio en la lógica criminal. Se trata de autos con gran circulación diaria, repuestos fácilmente colocables en el mercado informal y escasa complejidad técnica para su reducción. La presencia de camionetas como Toyota Hilux, Ford Ranger o Volkswagen Amarok, aunque en menor volumen, también aparece vinculada a circuitos específicos, generalmente asociados al desarme o a la comercialización en otros distritos.

cemaed

Una porción significativa de estos robos no tiene como objetivo la utilización posterior del vehículo completo, sino su despiece casi inmediato. En ese sentido, el delito automotor mantiene una lógica más cercana a una economía paralela de autopartes que a la sustracción ocasional, con bandas que conocen con precisión qué modelos “rinden” más y cuáles pueden desaparecer sin dejar rastros en pocas horas. No obstante, muchas unidades se usan para cometer otros robos y luego son abandonadas o “ponchadas”, es decir, vendidas con documentación en apariencia legal.

El robo de motos, en cambio, muestra una dinámica distinta, ya que tiene una pequeña disminución en relación a 2024, pero hay que aclarar que el año pasado hubo una explosión de la cifra. Se había pasado de 438 en 2023 a 700 en 2024. Ahora se reportaron, siempre para el tercer trimistre, 653 robos. Las estadísticas del tercer trimestre reflejan que este tipo de delito atraviesa barrios de perfiles sociales muy diversos, con una fuerte concentración en el área céntrica, pero también con registros elevados en sectores como Peralta Ramos Oeste, Fortunato de la Plaza, Bernardino Rivadavia, Villa Primera y Malvinas Argentinas. Se trata, en la mayoría de los casos, de hechos rápidos, sin violencia directa, ejecutados en segundos y muchas veces a plena luz del día.

Las motos sustraídas suelen ser de baja y media cilindrada, utilizadas como medio de transporte cotidiano. Ese detalle no es menor: además de alimentar el mercado informal de reventa, muchas de estas unidades pasan a ser utilizadas como herramienta para cometer otros delitos, desde arrebatos hasta robos domiciliarios, lo que convierte al fenómeno en un engranaje clave dentro de la cadena delictiva urbana.

¿Y los motochorros?

Las estadísticas del tercer trimestre no incorporan una categoría específica bajo la denominación popular de “motochorros”, pero sí permiten trazar una referencia clara y consistente a los delitos cometidos con motocicletas, en particular aquellos perpetrados por motos bitripuladas, una modalidad que se mantiene vigente y funcional dentro del entramado delictivo urbano en Mar del Plata y el partido de General Pueyrredon

Los registros oficiales no etiquetan el fenómeno con términos coloquiales, aunque en la lectura cualitativa de los hechos aparece de manera reiterada la utilización de motos como herramienta central para cometer robos, especialmente arrebatos, asaltos breves y ataques al paso. La motocicleta ofrece ventajas operativas difíciles de igualar: rapidez, capacidad de evasión, acceso a calles angostas y una logística que permite actuar en pareja, con roles bien definidos entre quien conduce y quien ejecuta el delito.

En ese esquema, la modalidad de moto bitripulada sigue siendo predominante. El conductor se concentra en la huida y la lectura del entorno, mientras el acompañante cumple la función activa del robo. Este patrón aparece con frecuencia en hechos ocurridos en zonas céntricas, corredores comerciales y barrios con alto flujo peatonal, donde el factor sorpresa es determinante y el contacto con la víctima se reduce a segundos.

Si bien las cifras del trimestre no discriminan cuántos robos fueron cometidos específicamente bajo esta modalidad, se entiende que una parte significativa de los robos callejeros y arrebatos tiene como denominador común el uso de motocicletas. En muchos casos, incluso, se trata de motos previamente robadas, lo que refuerza un circuito cerrado: la moto es primero objeto del delito y luego instrumento para cometer otros.

Este punto resulta clave para entender la persistencia del fenómeno. La motocicleta no solo reduce el riesgo de identificación, sino que también facilita la repetición del delito en cortos períodos de tiempo, con desplazamientos rápidos entre barrios y cambios constantes de zona de acción.

Entraderas, escruches y robos domiciliarios

Otra variante que sostiene niveles preocupantes es el robo a viviendas, tanto en su modalidad de escruche (sin moradores) como en entraderas. Si bien estas últimas no muestran un pico abrupto, siguen presentes como una de las formas más traumáticas del delito urbano, con especial incidencia en franjas horarias nocturnas y en barrios de clase media. Se denunciaron 100 robos con moradores en el interior y 196 sin ellos, de modalidad escruche.  Y se extienden por todo el ejido urbano.

La reiteración de estos hechos refuerza la percepción de inseguridad, aun cuando el número absoluto no marque récords históricos. El impacto social de la entradera sigue siendo desproporcionado respecto de su frecuencia.

Una lectura que va más allá del número

La conclusión que surge de los datos del tercer trimestre, que ya es caduca, es clara: el delito en General Pueyrredon se diversifica y se vuelve más persistente. El robo, en todas sus variantes, sigue siendo el eje central del problema de seguridad, con modalidades de bajo costo operativo para el delincuente y alto impacto para la víctima.

La demora en la publicación de las cifras no hace más que reforzar una certeza ya instalada en la calle: mientras los números se conocen tarde, la sensación de vulnerabilidad se vive en tiempo real. Y en ese desfase entre estadística y experiencia cotidiana es donde se juega buena parte del debate pendiente sobre prevención, patrullaje y políticas de seguridad.