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Opinión 2 de diciembre de 2017

Universidad para la formación docente: ¿solución u otro experimento innecesario?

por Marcelo Darío Cabrera

El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires planea reemplazar los 29 profesorados públicos en los cuáles se forman los docentes del distrito por la Universidad de Formación Docente de la Ciudad, una casa de altos estudios que brindará títulos de grado a los aspirantes a la docencia. El motivo: el ingreso de alumnos a los profesorados de la Ciudad (los 29 estatales y otros 44 de gestión privada) casi no ha crecido en los últimos 10 años; generando un déficit de docentes en el distrito que mayor demanda de vacantes posee en el país, la cual se ha incrementado significativamente durante el mismo período.

De esta manera buscan combatir la crisis vocacional docente, producto de un desprestigio de la profesión, la proliferación de una extensa oferta de carreras universitarias con una salida laboral más atractiva y la falta de jerarquía percibida en la carrera docente respecto de las que ofrecen títulos de grado. Si el proyecto es aprobado por la Legislatura, la misma comenzaría a funcionar en 2019.

Los dilemas que plantea este proyecto son dos. El primero es si el mismo logrará alcanzar su objetivo ulterior. Pero también está implícita su posible federalización para extenderlo a gran parte del territorio nacional; o al menos al resto de la Provincia de Buenos Aires. Es sabido que la Ciudad, distrito donde comenzó a construir su poder el partido de gobierno, ha sido una gran experiencia piloto de muchos proyectos que a partir de su llegada a los gobiernos de la Nación y de la Provincia extendieron su alcance territorial.

El primero es altamente probable. La estabilidad del sistema educativo vigente en la Ciudad generan las condiciones para implementar un cambio oportuno, que permite su implementación gradual y que apunta fundamentalmente a la jerarquización de la profesión. También permitirá ir haciendo una articulación de contenidos y sistemas de evaluación que favorezcan la implementación de la nueva secundaria que comenzará a implementarse en 2018 en 19 colegios porteños. De ahí a que efectivamente la medida sea un éxito, depende ya de la respuesta de los aspirantes a docentes y de que pueda llegar a ponerse en marcha pese a la resistencia de algunos sectores sindicales.

En cuanto a lo segundo, el panorama no es tan alentador. Reformular la formación docente en otros distritos que vienen de experimentar con varios sistemas educativos (en la Provincia de Buenos Aires por ejemplo hemos tenido 4 sistemas en los últimos 20 años) sería un desacierto. En esos casos hay muchas etapas previas que transitar: actualizar y articular los programas sería la primera, en concordancia con el proyecto más generalista que permita cumplir los objetivos de inclusión social que propone la Ley de Educación. Esto permitirá definir qué tipo de docente queremos, que es esencial para plantearse una reforma en la formación docente.

Y en el caso que se decida avanzar en este sentido, hay que planificar una gradualidad que permita su implementación de tal forma que además garantice la integración de los docentes en ejercicio, que también provienen de diversos sistemas de formación. Los cambios en los sistemas educativos, la proliferación de micro universidades en el GBA que brindan mayormente profesorados y la facilidad de inserción laboral que ofrece la docencia respecto de otras profesiones generaron una vasta mescolanza en la oferta actual de fuerza docente.

De todos modos, las cifras indican que el déficit de docentes que se manifiesta en la Ciudad no es extensivo a la Provincia de Buenos Aires o en la Nación en su conjunto, en la cual el número de alumnos en los profesorados casi se ha duplicado en la última década.

(*): Licenciado en Administración (UBA). Presidente de la Asociación Civil Vale la Pena.