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Arte y Espectáculos 16 de febrero de 2018

“El legado” y “La música del viento”, dos espectáculos hijos de la misma madre

Sin abandonar la actuación, Merceditas Elordi dio rienda suelta a la dramaturgia en estas dos piezas teatrales diferentes, que suben a escena en diversas salas y que recibieron varias distinciones.

Merceditas Elordi.

Acaso éste sea el verano autoral de Merceditas Elordi, una actriz que se formó en Mar del Plata, que empezó a dirigir hace unos años y que últimamente también se dedica a escribir sus textos. Radicada en Buenos Aires, regresó a esta ciudad para proponer, ahora, en 2018, dos espectáculos teatrales que la tienen como dramaturga. “El legado” (sábados en Cuatro Elementos, actuada por ella y dirigida por José Toccalino) y “La música del viento”, una obra que volverá a verse hoy a las 20 en la sala Melany (San Luis 1750) y en la que también dirige.

Ambas piezas tuvieron reconocimiento. “La música del viento” se quedó un Estrella de Mar por la actuación protagónica masculina en comedia dramática de Patricio Paz, un actor que en escena está secundado por Sofía González, ambos protagonistas. Y Elordi fue nominada como mejor autora nacional y además la obra también fue ternada en el rubro iluminación.

Por su parte, por “El legado” Elordi ganó un Estrella de Mar en el rubro mejor protagónico de drama y la obra fue nominada como mejor unipersonal. Además, recibió distinciones de parte de la Defensoría del Pueblo, de la Secretaría de Derechos Humanos local y tuvo una mención en el Premio Vilches.

“El disparador para comenzar los ensayos siempre surge del deseo”, contó Elordi a LA CAPITAL. En “La música del viento” pude completar lo que quería contar apelando a mi rol de directora, mientras que en “El legado” la actuación fue el instrumento a través del cual representar la obra de la mejor forma bajo la mirada minuciosa de mi director, José Toccalino”, agregó.

Cabe señalar que “La música del viento” es una “comedia dramática, romántica y autóctona”. La dramaturga explicó que “es el encuentro entre dos formas distintas de mirar el mundo y de cómo es posible vencer barreras y prejuicios”.

Y amplió: “Cuenta la historia de una joven investigadora citadina y académica que por primera vez hace una salida de campo para concretar su tesis doctoral, y de un hombre sin educación formal, pero poseedor de una sabiduría propia de quienes se permiten el contacto con la naturaleza y aprenden todo de ella”.

En sentido, la pieza apela a la propia biografía de Elordi, quien además de actriz cursó la licenciatura en Biología.

“Es un espejo de mí misma cuando estaba cursando las últimas materias de mi carrera universitaria. Muy buena alumna, muy estudiosa, muy buenas notas, pero me negaba a aprender los nombres en latín de las especies y no sabía diferenciar una merluza de una corvina”.

En cambio, en el “El legado” aborda la vida de “una mujer con una hija desaparecida y una nieta que sabe que vive, pero no sabe dónde ni con quién”. Como sabe que envejece, advierte la necesidad de “transferir su legado a otros, para que sean ellos quienes sigan buscando hasta saber la verdad”.

– ¿Cómo nacieron ambas obras?

– Hijas de la misma madre, ambas obras nacieron de modo diferente. Dos obras que me enseñaron que en dramaturgia hay ciertas reglas, una hoja de ruta que se debe seguir. Imágenes, acopio, escribir, escribir, corregir, volver a escribir, volver a corregir, sintetizar, hacer hablar a los personajes, internarse en ellos. Esto sucedió en las dos obras pero por caminos distintos.

– ¿Cómo fueron esos caminos?

– “La música del viento” nació en el marco de un seminario de dramaturgia dictado por Mauricio Kartun y Ariel Barchilón. No partió de una idea, sino del azar, de disparadores, nada en mi cabeza resonaba como para escribir esta obra. Pero a medida que fueron progresando las escenas (escribí más de treinta y la mayoría quedaron afuera) empecé a entender qué quería contar. Al principio predominaba el tono de comedia, que fue bien recibido por mi maestro y más cuestionado por mis compañeros, pero luego se fue profundizando en los vínculos y conflictos de los personajes entre sí y con el entorno. A partir de sus atinadas devoluciones, me urgía la necesidad de corregir y de seguir buscando. Este proceso siguió mucho después de haber finalizado el seminario. En honor a la verdad, la obra siguió escribiéndose con el trabajo de los actores, con las críticas, fue sometida a revisión constante. De hecho, La música del viento en su versión Mar del Plata 2018 tiene muchas diferencias con la estrenada en 2017 en Buenos Aires. Me permito esta flexibilidad y pongo permanentemente a prueba la capacidad de adaptación.

– ¿Y con El legado?

– En el proceso de creación de El legado el azar no tuvo nada que ver. Desde un principio sabía qué quería contar, y que para hacerlo debía construir una historia singular. Entonces el acopio se hizo a partir de testimonios y entrevistas personales. Esos encuentros tuvieron lugar durante la temporada 2017, mientras presentaba mi primera obra “Entropía o el orden de lo vano”. Acá fueron clave los encuentros con Abuelas y Madres de Plaza de Mayo de Mar del Plata. No puedo dejar de mencionar a Ledda Barreiro de Muñoz, Susana Bedrossian, Emilce Flores de Casado y Marta Abachian, entre otras personas que fueron muy generosas. El mayor desafío fue escribir una obra que invitara al espectador a quedarse en la sala, que generara el deseo de seguir siendo partícipe y receptor de ese legado.

– ¿Cómo es la puesta en ambos espectáculos?

– Me gusta mucho jugar con la puesta, cuidarla, generar desafíos y resolverlos. Por ejemplo, en “La música del viento”, el mayor desafío fue generar el ambiente: la obra transcurre en el desierto de Atacama. Y su hostilidad: el frío de la noche, el calor del día, la falta de agua y de alimento. Estoy muy contenta con lo que hemos logrado a través de la puesta. Esto fue posible con el gran trabajo de Edgardo Aguilar en puesta de luces y escenografía. Y en “El legado” el personaje va pasando por distintas edades, desde la juventud hasta la ancianidad, sin apelar a ningún recurso técnico. De hecho, es la primera vez que para actuar no uso ni una gota de maquillaje. Todo está puesto en la actuación. También la cercanía con el público y la interlocución permanente hacen de esta obra algo novedoso: el espectador termina apropiándose de la casa y de las pertenencias de la protagonista.