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Opinión 19 de mayo de 2019

Golfo Pérsico, camino al desastre

Raquel Pozzi
Analista en Política Internacional y Profesora de Historia.

Cuando el país de la dinastía saudí equivocó el pronóstico al considerarse vencedor antes de entrar en guerra con Yemen en marzo de 2015, contra los rebeldes hutíes, con la creencia de enfrentarse contra un estado pequeño y débil, sobreviene inmediatamente a la memoria algunas reflexiones del escritor John G. Stoessinger (Director interino de la División de Asuntos Políticos de Naciones Unidas).

En su obra “Porque las naciones van a la guerra”, aclara que “hay una constante de la perspectiva que tienen todos los dirigentes cuando van a entrar en guerra: todos esperan la victoria tras una campaña breve y triunfante”. Así lo entendió en ese momento el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán Al Saud, creyendo en una guerra rápida y letal para vencer a los rebeldes hutíes en Yemen.

A sabiendas que la custodia iraní podría ser un gran impedimento del objetivo del hijo de Salmán bin Abdulaziz -rey de Arabia Saudí y jefe de la casa Saudí- puso en marcha una coalición de varios países que hacía imposible pensar en el fracaso. Tanto Egipto; Los EAU; Jordania; Kuwait; Bahréin; Qatar sumando a los EEUU y el Reino Unido, la Operación “Tormenta definitiva” era sólo un trámite.

El apoyo logístico de armamentos de los EEUU y la contratación de mercenarios provenientes de Sudán y otros estados pobres africanos armados con Kalashnikov AK-47 y M-16 calibre 5.56 como sicarios de guerras, garantizaba definitivamente que Arabia Saudita aplastaría a los rebeldes en Yemen. Pero, ni la coalición, ni el financiamiento ni tampoco el ingreso de mercenarios bastaron para -que el único estado que lleva el nombre de una dinastía- asegurase que la operación sea exitosa aun sumando otras maniobras saudíes como los bloqueos navales que aislaron totalmente a la población yemení.

La excusa perfecta era neutralizar a los “terroristas hutíes” sin importar la catástrofe humanitaria que conllevaría a Yemen, un estado pequeño y grande a la vez por su posición geo-estratégica en la península arábiga. Cuando se lanza una guerra a “tientas y tontas” con la arrogancia del poder absoluto, repasar la historia de la guerra civil de Yemen del Norte entre 1962 y 1970 aunque sea por estrategia les hubiese recordado a los saudíes que dicho país tiene una historias de combatientes aguerridos.

En los tiempos de Gamal Abdel Nasser (presidente egipcio) que lideraba la lucha en el Golfo Pérsico en los 60′ a favor de los republicanos norteamericanos tuvo la peor equivocación de enviar un numeroso contingente de tropas a Yemen, un error que lo conduciría a posteriori a la fatal derrota en la guerra de los seis días contra Israel y libros escritos sobre los peores errores estratégicos del líder tercermundista.

El actual presidente norteamericano Donald Trump parecería ir en ese rumbo con sus movimientos ajedrecísticos en el Golfo Pérsico, claro… Ninguna guerra de envergadura tuvo lugar en su territorio y esto lo despoja de empatías en relación a otros estados que viven en guerras continuas.

“Besa la mano que no puedes cortar”

El conde Alexander de Marenches, oficial militar francés y asesor especial de los EEUU durante la presidencia de Ronald Reagan, en sus glosas del libro “Secretos de Estado” parafraseaba el sub-título citado, considerando que la cuestión en Oriente tenía que ver con “No subestimar al enemigo por más pequeño que éste fuese, porque esa asimetría en combate puede dejar en evidencia las debilidades del más grande”.

Trump movió piezas fuertes sobre el mar enviando los portaviones Al USS Lincoln, bombarderos B-52 y el buque USS Arlington con sistemas antiaéreos Patriot, los cuáles se encuentran en Qatar mientras tanto el líder supremo de Irán, Alí Jameneí manifiesta que “nadie debe temer la aparente grandeza de EEUU, ni su despliegue en el Golfo Pérsico, porque su verdadero poder es mucho menor” y que sólo se trata de una “guerra de voluntades”.

Trump demuestra fibra militar pero deja entrever que hay algo de temor hacia La República Islámica de Irán y no es sólo el Estrecho de Ormuz. Irán está ahogada económicamente por las sanciones impuesta por los EEUU luego de la salida del Plan Nuclear (PAIC), la economía persa tiene números que pronostican vientos de guerra en la política interna iraní: El PBI prevé que caerá en 2019 un 6 %, Inflación mayor al 40 % y su Moneda devaluado al 30% panorama desalentador no sólo para Irán sino para sus socios europeos en Bruselas-Berlín-Londres y Paris.

El temor de los EEUU es compartido con la República de Israel y con los saudíes ya que el fortalecimiento de la rama musulmana chií en la región activa las alertas que ahora suenan en la República de Irak.

“Lo más grande es lo más ínfimo” 

La gigante petrolera estadounidense Exxon Mobil en la República de Irak ha evacuado a todo su personal extranjero del yacimiento West Quma 1 en Basora, alegando motivos de seguridad. A sabiendas que un enfrentamiento convencional directo con Irán sería una catástrofe, Trump vuelve a rememorar viejos esquemas a través de la “construcción de un enemigo” repitiendo la historia otra vez en Irak.

Todo parece indicar que a los árabes saudíes -con mayoritaria población musulmana sunní- más allá de los odios históricos, les preocupa sobremanera los aliados que posee Irán -con mayoritaria población chií- en Irak, Líbano y Siria. La sola mención del líder de la milicia chiita anti-estadounidense Kata´Ib Hezbollah (KH) en Irak se transformó en el temor generalizado no sólo para Trump sino para los estados de la región que ven la expansión de chiísmo como una amenaza regional.

Si bien es cierto que la milicia chií y su líder Gamal Ibrahimi se encuentra en la lista de presuntos autores intelectuales de atentados a las embajadas de EEUU y Francia en Kuwait (1983), la persecución y ejecución sistemática de civiles sunnitas como también el apoyo logístico a Basar Al Assad en Siria. Este identikit alienta en el mundo posturas anti-iraníes. Pero si de ventilar se trata, los saudíes han realizado una propaganda de victimización al revelar el ataque con drones a infraestructuras petroleras por los rebeldes hutíes de Yemen, siendo la noticia más globalizada porque era funcional al imaginario mundial sobre la inminente guerra entre los EEUU e Irán.

Un escenario perfecto para el sensacionalismo, la estrategia del Shock de Noemí Klein una técnica genuinamente disciplinaria, paralizante que aniquila cualquier intento de razonamiento, actuando como verdadera psico-política neoliberal según el filósofo coreano Byung-Chul Han.

Mientras consideremos necesaria la guerra para neutralizar al enemigo estamos negando otras guerras que ya han destruido enemigos creados, me refiero exclusivamente a la guerra en Yemen contra los hutíes la cuál generó uno de los genocidios modernos velados y olvidados.

La creación del título catastrófico “Golfo Pérsico camino al desastre” actúa como violencia negativa, quizás sólo así consideremos más importante la matanza sistemática de los yemeníes por las bombas árabes que la destrucción de los gasoductos saudíes por drones hutíes. “Lo más grande es lo más ínfimo”, Víctor Hugo.



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