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Opinión 19 de junio de 2016

Internas eclesiásticas, corrupción y hasta el diablo que mete la cola

por Guillermo Villarreal

No fue un desplante al presidente Mauricio Macri lo que originó que el Papa ordenara rechazar una donación del Estado nacional de 16.666.000 pesos para Scholas Occurrentes, sino una interna eclesiástica en el más alto nivel del Vaticano y la sospecha de Francisco de que los directores mundiales de esa fundación pontificia podían “resbalar” hacia el camino de la corrupción.

Mucho tuvo que ver el contexto social argentino, como el Papa se los hizo notar en una carta-advertencia a los directores de Scholas, sus compatriotas José María del Corral y Enrique Palmeyro: “En este momento de Argentina, en el que el Gobierno Nacional tiene que acudir a tantas necesidades y reclamos, me parece poco noble, hasta injusto pedirle ayuda o subsidio”, escribió.

Poco tuvo que ver que el 666, el número de la bestia, apareciera en la cifra del donativo oficial. Una especulación lógica, dado que Francisco es uno de los papas que más advierte sobre la existencia real del Diablo y del poder corruptor del Maligno.

Las sospechas de manejos poco transparentes de Scholas no son nuevos. Meses atrás el Papa ordenó al obispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo, de la Academia Pontifica de Ciencias, supervisar y controlar el destino de los fondos llegados a la fundación pontificia que promueve la cultura del encuentro y la paz.

La sospecha de Jorge Bergoglio era que había un “desmanejo” de las donaciones y que sus directores hacían un uso discrecional de los fondos que empresas de todo el mundo hacían llegar para promover esa iniciativa fundamentada en la educación y el deporte.

En su momento, personas de su entorno le sugirieron a Francisco que desplazara a Del Corral y Palmeyro, y hasta le pidieron “sanciones ejemplificadoras” para que el escándalo por dinero y supuesta corrupción no pasara a mayores. Pero el Papa no escuchó y, según fuentes eclesiásticas en el Vaticano, prefirió “proteger” a sus colaboradores laicos.

Del Corral, no así Palmeyro, ya era cuestionado por buena parte del Episcopado argentino, pero pocos o casi ningún obispo se atrevía a poner en dudas públicamente a un hombre de estrecha confianza de Bergoglio y responsable de la Escuela de Vecinos en Buenos Aires, que luego Francisco replicó en el Vaticano con el nombre de Scholas.

Las diferencias internas entre los obispos fueron moderadas en los últimos años, y hasta muchos -entre ellos monseñor Jorge Casaretto- destacaron la armonía que existía puertas adentro de la Iglesia. Una armonía que tuvo fundamento en el recambio generacional del Episcopado y en la llegada en 2013 de Bergoglio a la Cátedra de Pedro.

Pero esos equilibrios en la Iglesia vernácula, mantenidos con firmeza por el pontífice argentino, duraron poco. Las desinteligencias internas reaparecieron esta semana con el caso del ex secretario de Obras Públicas kirchnerista José López, detenido cuando intentaba enterrar más de 8 millones de dólares en un monasterio de la localidad bonaerense de General Rodríguez.

El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani, intentó tomar rápida distancia del escándalo político, al asegurar en un comunicado escueto que las “llamadas religiosas” del monasterio de Nuestra Señora del Rosario de Fátima constituyen “una asociación privada de fieles, cuyo gobierno es autónomo”.

Apenas una hora después, en otro comunicado ampliado y “consensuado” con la Secretaría General de la Conferencia Episcopal Argentina, el mismo Radrizzani precisaba cuál era la condición canónica de las Monjas Misioneras Orantes y Penitentes de Nuestra Señora del Rosario y que hasta su muerte hace dos meses estaba bajo la autoridad pastoral del arzobispo Rubén Di Monte, su antecesor en la arquidiócesis.

Los retoques a la comunicación se produjeron, según pudo saber DyN, por una llamada telefónica del secretario general del Episcopado, monseñor Carlos Malfa, interpelando a monseñor Radrizzani a “no lavarse las manos” y exigiéndole que colabore con la investigación judicial para esclarecer el caso.

El accionar del ex funcionario kirchnerista puso en evidencia también el nexo fuerte que existía entre monseñor Di Monte y López, pero en particular con el ex ministro de Planificación Federal Julio de Vido, de quien era su “consejero espiritual” y a quien el prelado recibía asiduamente en el monasterio ahora sospechado de ser “una cueva” de la corrupción k.

Una relación de afinidad de la que monseñor Radrizzani tampoco está exenta, dado que el prelado mercedino es el que mayor cercanía tuvo con la familia Kirchner. Al punto de ser uno de los pocos obispos que participaba de los actos en la Casa Rosada, y no simplemente porque gratitud a Néstor Kirchner por ser quien en su primer decreto como presidente dispuso se destinen fondos para la restauración de la basílica de Luján.

DyN.