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Deportes 21 de junio de 2016

El regreso a Boston: el fútbol siempre da revancha

Por Vito Amalfitano // Desde Boston

El regreso, 22 años después. Dejamos esta ciudad de apuro, de noche, abruptamente, con lágrimas nuestras que se reproducían por millones en Argentina. El plan era un mes en Boston, en un departamento ya alquilado por LA CAPITAL hasta fin del Mundial. Desde aquí hacíamos base y la Selección, de la mano de Maradona, si todo iba como hasta el segundo partido, se perfilaba para la final y recién en esta etapa había que cambiar de costa, pero nada menos que para disputar la final en Pasadena.
Nada de eso ocurrió. A Diego le cortaron las piernas. A todos nos cortaron las piernas. Y después de la farsa del “cóctel de drogas” a la que asistimos en Dallas y la derrota ante Bulgaria 0-2, la Selección salió tercera en el grupo y debió cambiar totalmente el rumbo. También nosotros. Regresamos a Boston una noche desolada, tuvimos que juntar todo de manera urgente en el departamento, y ya no volvimos.
Como imaginábamos un mes en Boston, y en los Mundiales recién los últimos diez días son más tranquilos para la tarea periodística porque se reduce la cantidad de partidos, nos habíamos guardado justamente ese tiempo final para conocer la ciudad. Fue el menos importante de los males de aquellos días, pero lo cierto es que esa noche hicimos la valija con la tristeza de lo que había pasado, con el conocimiento de la desazón de un pueblo para el que el fútbol es parte indivisible de su cultura y su sentimiento, pero también con la certeza de que nunca conoceríamos realmente Boston como habíamos deseado. Por mi parte, no pensaba volver a Estados Unidos, era prácticamente imposible que el fútbol nos trajera otra vez por estas comarcas.
Pero el fútbol da revancha hasta para esto. Un día volvimos a Boston. Y un día volvimos a ser felices aquí con una victoria de la Selección Argentina (salvando las enormes distancias con aquellas dos producciones inolvidables del equipo de Basile y del golazo de Diego a Grecia). Y esta vez, después de una larga y difícil jornada para llegar y regresar al y desde el nuevo estadio de Foxborough, nos propusimos conocer en dos días todo lo que no pudimos en aquel mes del 94 cortado abruptamente junto con la piernas de Diego.
Le dicen “la Atenas de América”. Por su cultura, por Harvard, porque es cuna de escritores famosos. Pero, en realidad, no es casual que Boston sea Nueva Inglaterra, por las construcciones típicamente británicas.
Aparecen, imponentes, en la recorrida, el Boston Common, un enorme y bellísimo parque que disfruta la familia en domingo y en el que se puede dar de comer a cientos de ardillas que corretean por el lugar. Toda la hermosa costa del Río Charles. El Freedom Trail, cuatro kilómetros marcados por una línea roja que indican La Ruta de la Libertad, un tour que te lleva por 16 sitios históricos de la ciudad con un guía disfrazado de personajes del siglo 18. Los que en esta ciudad justamente iniciaron la guerra de la independencia. Y, en el regreso, una cerveza Samuel Adams en uno de los pubs del centro.
Eso sí, todo hay que hacerlo muy temprano. Porque hay mucha cultura del esparcimiento y de disfrutar de esos lugares y de tomar algo con amigos, pero la vida nocturna masiva no pasa mucho más de las 10 de la noche. De hecho a esa hora cierran la mayoría de los restaurantes.
Del otro lado del río Charles se divisa la emblemática Universidad de Harvard, y el MIT, el Massachussets Institute of Technology. Y, de hecho, a la vera del río, nos encontramos con muchos estudiantes de distintos países que están estudiando aquí, en algunos de esos centros o en algunas otras de las 55 ciudades de Boston. Una de esas estudiantes, brasileñas, desafía al intrépido periodista Jonatan Fabbian a caminar sobre una cinta entre dos árboles, como virtuales trapecistas. Gana ella. Jonatan no se rinde y pretende mojar sus pies sobre las aguas del río Charles. Resbala sobre las rocas, se cae, se lastima el pie. No fue casualidad. No se ve a nadie allí a quien se le ocurra tocar el agua. Pese a que mucha gente está tomando sol en traje de baño. Está claro que no era tan fácil. Y el colega lo comprobó. Como también sabe que no es sencillo hacer pronósticos en fútbol. Su gran candidato en la Copa era México.
Justamente ayer recorrimos Harvard, y después nos animamos a manejar “Un Pato”, un micro que hace un city tour por tierra y de repente se transforma en un anfibio y se mete en el Río Charles para seguir el viaje por agua. Otra particularidad es que se permite tomar el timón al participante que lo desee. Es el Boston Duck Tours, una experiencia increíble en vehículos que son réplicas de los utilizados en la segunda guerra mundial.
Boston, al cabo, ya no es una asignatura pendiente. El fútbol nos dio otra chance. Y valió la pena. En dos días hicimos lo que no pudimos en un mes. Ojalá la Selección redima ahora algo de aquella pena infinita del 94 y pueda celebrar al menos un título de America.